
Celebra Televisión Española seis décadas de vida. Pruebas hubo muchísimas antes de las primeras emisiones. A resaltar la fechada el 8 de agosto de 1948 cuando, desde la madrileña plaza de toros de Vista Alegre, se efectuó la primera retransmisión de la que tengamos constancia: una novillada en la que tomaron parte "Gallito", "El Andaluz" y Manolo Escudero. Las imágenes únicamente llegaron al Círculo de Bellas Artes donde se dispusieron diecisiete televisores, de los primeros fabricados por la RCA. Varias decenas de espectadores protestaron ruidosamente en demanda de la devolución de lo pagado por sus entradas: la retransmisión fue un fracaso. Continuaron efectuándose más pruebas. Una cantante valenciana especialista en boleros, Lolita Garrido, popularizó una rítmica melodía: "La televisión, pronto llegará…" Y la fecha histórica se produjo: el 28 de octubre de 1956.
Los pocos aparatos receptores existentes entonces en España apenas llegarían al medio millar. Costaban, como puede suponerse, una barbaridad: alrededor de treinta mil pesetas. Francisco Franco, el Jefe del Estado, tenía uno, que conservó por cierto mucho tiempo. El pueblo llano se iría conformando a partir de entonces y durante al menos seis o siete años, si no más, en acudir a las tiendas de electrodomésticos y contemplar las imágenes a través de los escaparates. En muchos pueblos los vecinos se llevaban, como en los cines de verano, sillas de anea, tomaban asiento en la calle y así veían los primeros programas de aquella incipiente Televisión Española. Dueños espabilados de bares compraban televisores, atraían así más clientela a la que cobraban una o dos pesetas más por el café, como incremento justificado para amortizar cada compra. Puede asegurarse, generalizando, que en los hogares españoles de clase media no hubo un televisor hasta la segunda mitad de los años 60.

¿Qué ocurrió en la citada jornada del 28 de octubre de 1956, el día en que se inauguró oficialmente Televisión Española, en sus estudios situados en el madrileño paseo de la Habana? Para llenar de contenidos aquel primer día de emisiones se echó manos de las imágenes del No-Do y de una serie de documentales que cedió la Embajada de Estados Unidos. En cuanto a actuaciones de variedades, participó un grupo de los Coros y Danzas de la Sección Femenina, con sus componentes luciendo pudibundos pololos. La orquesta del chileno Roberto Ínglez, que actuaba aquellos días en Madrid, fue invitada para amenizar la tarde-noche. Contaba con una bella vocalista, la también chilena Monna Bell, que tres años después se haría muy conocida tras ganar el Festival de Benidorm con "Un telegrama". Se sumó a la efeméride un pianista de prestigio, José Cubiles.
Como anécdota, los viejos que estuvieron entonces presentes en el estudio recuerdan el susto que se pegaron al ver que un micrófono sujeto a la llamada "jirafa", especie de larga escoba metálica, no controlado por el técnico de turno, fue a darle en la cabeza nada menos que del Ministro Gabriel Arias Salgado que presidía el acto. Cosas del directo, que empezó a decirse con el paso de los años como justificando cada desaguisado.

Yo recuerdo en mi adolescencia, cuando era uno de esos vecinos callejeros de una tienda de electrodomésticos, haber contemplado la insólita escena de una mesa en primer plano y una silla detrás, sin ocupar… porque el locutor que debía empezar las noticias no había llegado aún. Por cierto, los primeros locutores de televisión procedían en su mayor parte del cuadro de Radio Nacional de España. David Cubedo fue uno de los más acreditados, con su voz grave, de impecable dicción, anunciando por ejemplo con tono enfático, aquello de: "¡Atención! Habla Su Excelencia el Jefe del Estado".

Matías Prats senior fue otra de las grandes y habituales voces, que continuaría en televisión lo que ya había practicado muchos años en la radio: las retransmisiones de encuentros de fútbol y corridas de toros. Habituado al medio radiofónico, con el nuevo se extendía demasiado en detalles, sin darse cuenta que los telespectadores los captaban sin necesidad de ellos. Pero nadie puede negarle al veterano locutor que fue un maestro inigualable, de quien tanto aprendió su hijo, y también ahora uno de sus nietos. Ampliemos la lista de locutores con el nombre de Jesús Álvarez, de extraordinaria simpatía; un presentador de concursos y programas de variedades lleno de elegancia y buen humor, quien desgraciadamente falleció todavía joven dicen que por culpa de algunas radiaciones producidas por aquellas primeras cámaras y cuantos elementos técnicos confluían en ellas. Su hijo, de igual nombre, ha sabido mantener dignamente el apellido y la profesión en la que brilló su progenitor, siendo tal vez el locutor que más años continúa en activo en Prado del Rey, al frente de la sección de deportes. No podemos olvidar otro de los primeros presentadores de aquella televisión en pañales: el galán de teatro Francisco Valladares quien era dueño de una admirable dicción castellana, sin rastro de su acento sevillano de nacimiento. Porque, al hilo de ello, sepan que tanto en la radio y la televisión, durante varios decenios, fue tradición que todos los locutores vocalizaran con un castellano sin mácula.
Y de ellas, hubo dos mujeres que triunfaron sin paliativos: Blanca Álvarez, más dedicada con el paso del tiempo a labores de guionista y dirección de programas, mostrando su gran talento, y una juvenil y muy atractiva belleza rubia, la sevillana Laura Valenzuela, aunque vivió desde muy niña siempre en Madrid. Antes de que comenzara a rodar pequeños papeles en el cine podemos decir que se dio a conocer en televisión como una futura estrella del medio, lo que revalidaría después, ya en décadas más avanzadas. María Jesús y Coque Valero serían otras pioneras destacadas en similares cometidos que los de Laurita, junto a la recientemente fallecida Elena Santonja. Todos improvisaban continuamente, ayudaban a colocar decorados, y hasta se repartían funciones ajenas a sus trabajos, como barrer incluso el estudio.
Al rico y nuevo panal popular de Televisión Española, a pesar de sus deficiencias y de su escasa repercusión al no existir un abundante número de televisores, se fueron integrando nombres populares del cine y el teatro, como Ángel de Andrés, Tony Leblanc, José Luis Ozores, dotados de gran vis cómica.
Comenzaron los primeros programas de actuaciones musicales: La hora Philips (donde actuaba de vez en cuando una casi treinteañera Carmen Sevilla, contratada por esa multinacional), Club del Sábado, Café cantante… Estaban los programas dramáticos –buen teatro, lo que ahora hace tiempo lo desdeñan- a cargo de Guerrero Zamora. Como actriz novel hizo sus primeros pinitos la luego amena escritora Natalia Figueroa, hoy casada con el cantante Raphael. En 1957 se incorporaba Mariano Medina, que puso de moda su apelativo de "El hombre del tiempo", con su vocecilla aguda prediciendo las temperaturas. Y llegó José Luis Uribarri, al que algunos reporteros dieron en llamarle "El príncipe de la televisión", que pasó por todos los departamentos posibles, desde presentar programas de ocio, a efectuar retransmisiones diversas y dar el Telediario, como dio en llamarse el espacio de las noticias.

Manuel Martín Ferrand, gran periodista vinculado un tiempo en trabajos televisivos, me contó que un día entre él y Jesús Álvarez urdieron una broma, muy pesada desde luego, cuya víctima era el recordado locutor. Mientras José Luis iba informando de cuanto pasaba en España y el mundo, los dos colegas antes citados, agachados bajo la mesa de aquél, fueron poco a poco quitándole los pantalones, hasta dejarlo ¡en calzoncillos! Naturalmente a los cámaras no se les ocurrió enfocarle de aquella guisa. Concluido el Telediario, Uribarri perseguía a los autores de aquella trastada.
Por supuesto que la programación de Televisión Española estaba lejos de ser la de los últimos tiempos, prácticamente ininterrumpida. En los primeros tiempos la llamada "parrilla" se iniciaba poco antes de las tres de la tarde, cerrándose a la medianoche. Los populares reporteros del diario "Pueblo", Yale y Tico Medina entrevistaban a los personajes de actualidad en un Juicio sumarísimo; Elena Santonja, quien luego se ocuparía de darnos lecciones culinarias, empezó instruyéndonos en clases de decoración.

Victoriano Fernández Asís, que tenía muy mala "milk" pero era tan respetado como temido, era el único autorizado a conversar con los Ministros ante las cámaras. De los deportes se ocupaba el crítico Gilera. Y de los toros, Manuel Lozano Sevilla. Como éste era taquígrafo de Franco, le permitían algunas tropelías, como "poner el cazo" para que las figuras del toreo se sometieran a la dictadura de sus críticas, a cambio de los sobres con dinero. Hasta que un día Jaime Ostos, en el transcurso de una transmisión, se fue hacia donde don Manuel contaba el festejo con su voz aguardentosa, levantóse éste creyéndose honrado con un brindis acompañado de lisonjas y lo que escuchó fue un breve pero estudiado parlamento poniéndolo de vuelta y media como comprobado "trincón". Al día siguiente el asunto llegó hasta el despacho del Jefe del estado. Y la carrera de aquel locutor taurino de "la tele" se truncó para siempre.
Por hoy, basten como botón de muestra estos datos y anécdotas que ocurrían en los primeros tiempos de la Televisión Española que alcanza ahora sus primeros sesenta años.
