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Amando de Miguel

Cábalas con el número cero

La voz 'cero' procede de una palabra árabe que significa ‘vacío’. Ya es imaginación dar un nombre a la nada.

En el Escorial reposa un códice de la famosa Escuela de Traductores de Toledo fechado en el año 1000. Es el primer documento en el mundo occidental que lleva ostentosamente los diez dígitos, incluido el cero. La Europa medieval tardó siglos en incorporar el número cero (que provenía de la India) para las operaciones aritméticas. Con los números romanos la ciencia moderna no habría podido despegar. La voz cero procede de una palabra árabe que significa ‘vacío’. Ya es imaginación dar un nombre a la nada. Y además que sirva para operar matemáticamente con extrema facilidad.

De la novedad y rareza hemos pasado a su contrario actual, a una especie de divinización del número cero. Parece que está mal decir "intolerancia", palabra vitanda como tantas otras (raza, negro, homosexual, etc.). En su lugar, lo políticamente correcto es aspirar a la tolerancia cero respecto a cualquier cosa indeseable. Lo malo es que tal pretensión suele costar mucho dinero público. Hablando del cual, se impone el "Presupuesto de base cero", que es una especie de prodigio contable.

Me fascina el estrato de los niños de "cero años". ¿Serán esos los "más pequeños", que ahora se dicen tanto? Incluso el intervalo de "cero a cinco años" me deja estupefacto. ¿Realmente han de ser escolarizados? Los bebés de menos de un año no son de "cero años"; no creo que puedan aprender mucho en la escuela, ni siquiera en el jardín de infancia.

Se ha hecho muy corriente la expresión "desde el minuto cero", pero se trata de un lapso inexistente. ¿No sería más propio hablar de una sucesión "desde el minuto uno", es decir, desde el principio de la serie?

Ya pasó la moda de la utopía del crecimiento cero para una economía avanzada. Quería decir que era mejor que no se siguiera expandiendo. Lo malo es que ahora, con la hecatombe que se nos avecina, empezamos a tener un crecimiento negativo. Nunca se dice decrecimiento o encogimiento para esta cuestión del producto interior bruto.

Últimamente andamos los españoles agobiados con las sucesivas fases de incorporación a la vida activa normal después del largo confinamiento en los respectivos domicilios. Ocurre en otros países, donde se enumeran perfectamente las fases: una, dos o tres. Aquí somos más originales. La fase inicial no es la uno sino la cero. Por lo visto, pasar de la fase cero a la fase uno es toda una proeza; naturalmente la determina el Gobierno. Claro que el hecho de que una provincia se sitúe en la fase uno no quiere decir que se halle libre de la amenaza del virus chino. Es más, hay más posibilidades teóricas de contagio, pues la interacción física se hace más frecuente. Pero se considera una especie de liberación.

En Nueva York se hizo famoso para todo el mundo la Zona Cero, donde se alzaban las Torres Gemelas que fueron destrozadas por los terroristas musulmanes. Es un término militar para indicar el lugar exacto de una explosión a nivel del suelo (cota cero).

Más abstracto es lo de suma cero, expresión que empleamos con gusto los cultiparlantes. Corresponde a la situación de intercambio en la que, si uno gana, el otro pierde. El ejemplo clásico es el de las competiciones deportivas, pero se aplica a otras muchas situaciones; por ejemplo, a la política, la bolsa o a la empresa.

No sé si se emplea todavía la expresión "corte de pelo al cero", es decir, de raíz, por el número de la maquinita de pelar. El cero (la nada) puede dar idea de una decisión radical. El suspenso inicuo del estudiante perezoso puede ser un "cero patatero". La inutilidad de algo o de alguien equivale a "un cero a la izquierda". El dinero prestado puede llegar a un interés cero en circunstancias de desplome económico.

Si cero equivale a la nada, el pueblo, tan aficionado a lo hiperbólico, lo ha elevado a la expresión de ‘cero al cociente’, que es una especie de pirueta matemática un tanto surrealista.

Luego está el "2.0" (dos punto cero) el "3.0" (tres punto cero), etc., según la forma anglicana de leer los decimales, que entre nosotros se considera muy afectada. Significa sucesivos órdenes de calidad para los respectivos productos comerciales con pretensiones de innovación. Lo que se entiende menos es ese otro anglicismo de ‘cero, cero’ para la extrema pureza de la droga alucinógena.

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