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Tradicionalmente acudimos a los cementerios el día 1 de noviembre cuando el día de Difuntos es el 2

La tradición cristiana reserva el día 1 para honrar a los santos, oficiales y anónimos, y el día 2 para recordar a nuestros seres queridos fallecidos.

La tradición cristiana reserva el día 1 para honrar a los santos, oficiales y anónimos, y el día 2 para recordar a nuestros seres queridos fallecidos.
Día de Muertos, México. | Pixabay/CC/darvinsantos

Estos días son millones los ciudadanos que se acercan hasta los cementerios de medio mundo para poner flores en las tumbas de sus seres queridos con motivo de los días de Todos los Santos y los Fieles Difuntos. Dos festividades que nacen en el seno de la Iglesia Católica y que con frecuencia equivocamos. Es habitual que acudamos el día 1 de noviembre a los cementerios para recordar a nuestros fallecidos, aunque realmente el día de Difuntos es el día 2 de noviembre.

Son dos festividades diferentes, como explica en una nota Ramón Navarro Gómez, director del secretariado de la Comisión Episcopal para la Liturgia de la Conferencia Episcopal española. La explicación es que el día 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, a quien deberíamos recordar y honrar precisamente es a los Santos: aquellos reconocidos oficialmente por la Iglesia y también aquellos anónimos que en vida arriesgaron la suya propia por los demás. Así, es el día 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos, cuando se debería celebrar la tradición, según el director del secretariado de la Comisión Episcopal para la Liturgia, de conmemorar a quienes ya no están entre nosotros "rezando por ellos y adornando con flores el lugar donde están sepultados".

Sin embargo, la festividad de Todos los Santos cruza el Atlántico para conmemorarse la víspera, la noche del 31 de octubre, en inglés All Hallow’s Eve, y que ahora todos conocemos y celebramos como Halloween. Y es aquí donde la tradición religiosa se mezcla con la pagana.

Cómo se celebra fuera de nuestras fronteras

Quizá uno de los lugares donde más tradición tienen también estos días es en México. Allí lo que se conmemora es el Día de Difuntos o Día de Muertos. Una festividad con origen incierto porque, mientras algunos historiadores la atribuyen a la tradición prehispánica, la antropóloga e historiadora especializada en la muerte, Elsa Malvido, fallecida en abril de 2011, sostenía que erróneamente se ha tratado de disminuir la influencia católica en las prácticas mortuorias mesoamericanas. De hecho, la fiesta sumó elementos y significados católicos como la cruz de flores que es uno de los objetos más significativos.

Al margen de esta disputa por su origen, la tradición cuenta que los muertos van llegando cada doce horas entre el 28 de octubre y el 2 de noviembre y siempre en orden:

  • Primero, el día 28, los que fallecieron a causa de un accidente o de manera trágica.
  • El día 29 los que murieron ahogados.
  • Los días 30 y 31 se espera la llegada de las almas de los "limbos": aquellos niños que murieron sin haber sido bautizados y los olvidados, aquellos que no tiene familia que les recuerde.
  • Finalmente, los días 1 y 2 de noviembre, se espera primero a los niños muertos y después, a los adultos.

Para celebrar su llegada las familias reservan un lugar del hogar para colocar la ofrenda. Un altar de veneración en el que no pueden faltar las fotografías de sus seres queridos junto a velas que se dejan encendidas, así como los alimentos y las bebidas que sus fallecidos tomaban en vida. Un altar que se adorna con flores de cempasúchil, cuyos pétalos se extienden hasta la puerta marcando el camino de vuelta a casa para los ya fallecidos.

Muy relacionada con la tradición del Día de Difuntos en México está la figura de La Catrina, la eterna caricatura mexicana que nace de las manos de José Guadalupe Posada y simboliza a la muerte en forma de mujer refinada cuyo nombre original fue "la calavera garbancera". Una sátira a las personas que vendían garbanzos, y que, pese a tener sangre indígena, pretendían ser europeos, renegando de su raza y de su herencia cultural.

Una mezcla genuina de respeto, miedo y sorna con la que los mexicanos celebran su Día de Muertos y que ha convertido esta festividad en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por decisión de la UNESCO en 2008 y que no solo celebra México. También han acogido esta tradición Bolivia, Ecuador y Guatemala, y en menor medida en el resto de América Central y América del Sur. Una tradición que Disney llevó exitosamente al cine de la mano de Coco en 2017.

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