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El pasado mes de agosto, la Academia de Hollywood anunció el fichaje estrella del director Brett Ratner para producir la gala de los Oscar, que se celebrará el próximo mes de febrero en el teatro Kodak de Los Angeles. Una decisión explicable en términos de renovación y captación de audiencia: la celebración pierde espectadores año a año, y ni siquiera un duelo de campanillas entre filmes como La Red Social y El discurso del Rey salvó del desastre la edición de 2010.

Bien es cierto que en aquella ocasión, los presentadores elegidos -los actores James Franco y Anne Hathaway- se encargaron de presentar una ceremonia especialmente soporífera y cuyo sentido del humor cayó en el más lamentable de los ridículos. La Academia necesitaba, pues, un golpe sobre la mesa, un giro de timón urgente.

Con el desembarco de Ratner, director de exitosos y mediocres filmes como Hora Punta, El Dragón Rojo y X-Men III, así como la algo superior Un golpe de altura (estrenada la semana pasada en EEUU y España), la institución que dirige Tom Sherak esperaba captar nuevas audiencias más amplias de consumidores jóvenes. Ratner acometió su labor junto al productor habitual Don Mischer, y con su habitual entusiasmo (nunca sabremos si talento): así, él fu el responsable del fichaje como presentador de Eddie Murphy, un actor brillante, a menudo insoportable, pero ciertamente capaz de darlo todo sobre el escenario (una maniobra que, la verdad, no estaba nada mal: Murphy es un verdadero diablo que se crece todavía más ante el público en directo, y cuya carrera necesita un claro revulsivo).

Pero entonces llegó él Ratner de siempre. Es decir, el malo. Durante la promoción de Un golpe de altura en EEUU, el director fue interpelado tras una proyección de la película, que protagonizan Ben Stiller y Eddie Murphy, sobre su valoración de los ensayos antes de filmar su toma correspondiente. A Ratner no se le ocurrió más que bromear con el tema diciendo que “ensayar es para maricones”.

Era sólo el último de una serie de improperios emitidos por éste en medios de comunicación pública. En el programa radiofónico matutino de Howard Stern, igual de bocazas que él, el director de El dragón rojo debió sentirse demasiado a gusto, y su discurso se extendió acerca del tamaño de sus órganos genitales y sus aventuras sexuales con la presentadora y actriz Olivia Munn –que negó que pasara por la cama de Ratner, o que él pasara por la de ella- y, atención, la actriz Lindsay Lohan en sus años más lozanos, tal y como se encargó de subrayar el director, de 42 años. Ratner es tan conocido en Hollywood por sus fiestas y escarceos como por sus películas insulsas.

Como se pueden imaginar, la opinión pública, en estos tiempos de corrección política y Twitter, saltó sobre Ratner. Aún estaba -está- reciente el suicido de un adolescente homosexual, lo que multiplicó el efecto negativo de las bromas. Las críticas de la prensa, con reportajes que recopilaban los anteriores exabruptos de Ratner, encabezaron esta semana los apartados de espectáculo de los diarios de EEUU y fueron la comidilla de las redes sociales.

Hasta que el director dimitió de su cargo como productor de la gala. Abrumado por las críticas y por la más que segura presión de la Academia, el director se ha marchado por “propia voluntad” tras emitir un comunicado en el que lamentaba los hechos, pedía perdón y aseguraba que tomaba esa medida como autocastigo. Señalaba, con más que probable sinceridad, que el encargo de la Academia de Hollywood había sido, para él, el punto álgido de su carrera.  La primera consecuencia de esta marcha fue otra dimisión, la de Eddie Murphy, que anunció que no presentaría la gala, y que su decisión era “irrevocable”.

La llegada de un rápido sustituto de Ratner, el productor cinematográfico Brian Grazer, trató de apaciguar a todas las partes. Grazer ha sido productor de algunos éxitos de Murphy como El profesor chiflado, y de otros como El código Da Vinci, (por cual aún no ha ha habido comunicado de perdón alguno) o Una mente maravillosa, junto a su socio el director Ron Howard. Es uno de los productores más poderosos de Hollywood. En los mentideros de la ciudad del cine se valoró su capacidad para hacer volver al cómico al redil. Nada de esto ocurrió.

Se barajaron multitud de opciones para la sustitución de Murphy. Neil Patrick Harris (de la serie Cómo conocí a vuestra madre), el insoportable cómico Jimmy Fallon… e incluso el inigualable Ricky Gervais. No faltó incluso la propuesta de que fueran Los Teleñecos de Jim Henson, a punto de estrenar su nueva película The Muppets tras demasiados años de ausencia de la gran pantalla, se hicieran cargo de la situación...

Finalmente la Academia ha decidido no arriesgarse y ha vuelto a quien nunca debió dejar la gala: Billy Crystal. Su actuación en la gala del año pasado fue lo más aclamado de la misma, y las voces que pedían su regreso nunca llegaron a callarse. El actor, de 63 años, se adelantó incluso a la Academia a la hora de hacer público el anuncio, y lo difundió en su cuenta de Twitter. "Hago los Óscar para que la joven de la farmacia deje de preguntarme mi nombre cuando recojo mis medicamentos con receta. Estoy deseando que llegue la ceremonia", dijo el protagonista de Cuando Harry encontró a Sally.

Crystal acometerá su labor de presentador de los Oscar por novena vez y su regreso tras un lapso de seis años (la última ocasión en la que presentó la gala fue en el año 2006). Desde entonces, se ha tratado de encontrar un sustituto digno sin demasiado éxito. Sólo un espléndido Hugh Jackman consiguió igualar en cierto sentido la labor de Crystal, y ocurrió en el año 2009. La basura de ceremonia del año pasado, a cargo de los mencionados James Franco y Anne Hathaway, ya es historia.

De todas formas, me pregunto: ¿acierto sin más, o huida hacia delante de la Academia?. Lo que es seguro es que por lo menos nos divertiremos un poco más con sus prólogos y el habitual "lo que piensan las estrellas"...

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