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Póster G.I Joe 2: La venganza

Hace cuatro veranos, el director Stephen Sommers montó el primer G.I. Joe, película basada en los famosos muñecos de la juguetera Hasbro y que, pese a dar sus beneficios (si bien a trancas y barrancas) no debió de funcionar de acuerdo a las expectativas de Paramount. Quizá por eso, y una vez dada la luz verde a su secuela, ésta nos llegue con un tono action-man anabolizado algo distinto de la anterior, que desplegaba todo su armamento en torno a cierta nostalgia pulp, el guiño al James Bond sesentero y las aventuras clásicas digitalizadas por el realizador de La Momia (1999).

Con un nuevo director, el coreógrafo de baile Jon M. Chu, y un nuevo reparto encabezado por el siempre carismático Dwayne Johnson y un Bruce Willis que apenas ha debido trabajar más de una semana (su aparición ocurre pasada la hora de metraje y su papel tampoco resulta especialmente memorable), la nueva y renovada entrega de la franquicia se reserva un par de sorpresas (en lo relativo al destino de uno de sus personajes principales), pero al final cede ante el peso de un reparto improbable y la falta de ideas del guión, que se quema demasiado pronto tras exponer su premisa.

Aunque, la verdad, si alguien esperaba algo más, es su problema. Si hay algo que destacar en un largometraje como G.I. Joe. La Venganza, protagonizado por personajes con nombres de muñeco de acción, es precisamente su descaro, alegría y ligereza. Ya sea a la hora de orquestar secuencias de acción espectaculares, como de disponer las escenas de diálogos varoniles que recorren su primera mitad (la mejor, en tanto duran las escenas de camaradería entre Channing Tatum y Dwayne Johnson), la producción de Chu cumple con su cometido, por mucho que esperásemos algo más de ella una vez tiene lugar su largo planteamiento.

Así, El nuevo filme de G.I. Joe despoja la aventura de todo componente exótico y pop de la cinta original de Sommers y se decanta por la agrupación de forzudos que ha llevado al triunfo a las sagas Fast and Furious y Los Mercenarios, quizá el único concepto capaz de llevar al público a las salas en lo que al género de acción se refiere. Pero Chu, antiguo coreógrafo de películas como Street Dance, es mejor visualizando las peleas cuerpo a cuerpo que las poco abundantes persecuciones. Si hay algo que demuestra G.I. Joe. La Venganza es, precisamente, el talento de Michael Bay, realizador de la saga Transformers, a la hora diseñar parques de atracciones en forma de película: tras un comienzo de lo más entretenido, la cinta sufre lo suyo para interesar al espectador. Tras la excelente secuencia de los ninjas, la única verdaderamente imaginativa de la cinta, G.I. Joe 2 se precipita hacia un desenlace un tanto desangelado en el que, inesperadamente, la película se encomienda a Jonathan Pryce, que encuentra campo abonado para adueñarse de la función con su monólogo sobre la destrucción mutua asegurada, que de tan tonto resulta fastidiosamente certero.

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