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Gene Wilder: la soledad y tristeza de un cómico que hacía reír

Fue definido como "el payaso romántico". Ha muerto a los 83 años.

Fue definido como "el payaso romántico". Ha muerto a los 83 años.
Los papeles más famosos de Gene Wilder

Detrás de la máscara de un actor cómico se dan infinitos casos de melancolía. Lo dejó expuesto Charles Chaplin. Y también, aunque el gran público ignorara las penalidades de su vida, quien acaba de morir, el norteamericano Gene Wilder. Lo conocí en 1978 cuando vino a Madrid a promover su película El mejor amante del mundo. Compartí un par de horas de entrevista, a solas, en la suite que ocupó en el hotel Ritz. Le conté que pocos años atrás a los cómicos no les dejaban hospedarse en ese establecimiento. James Stewart, por ejemplo, hubo de mostrar un carné militar de la II Guerra Mundial.

A Gene Wilder le hizo gracia la anécdota. Me contó aspectos duros de sus años de infancia: "Teniendo yo seis años, mi madre enfermó del corazón. El médico me rogó que no le diera disgustos. Eso influyó en mi vida futura porque traté de que estuviera siempre contenta. Pagué caro el precio de no poder expresar los enfados naturales de un niño".

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De piel asalmonada, los cabellos rubios revueltos, casi ensortijados, de ojos azules claros que parecían abarcar cuanto veían. Gene Wilder me pareció un hombre muy sensible, hablaba en tono tranquilo, suave, confidencial incluso. Me dijo que hasta alcanzar la notoriedad con sus películas tuvo que luchar a brazo partido. Había comenzado como actor dramático en una comedia junto a Anne Bancroft quien, impresionada por el talento que comprobó en su compañero de escenario se lo recomendó a Mel Brooks, su marido, todopoderoso productor cinematográfico. Gracias a ello Gene Wilder pudo desplegar todos sus recursos interpretativos en la pantalla y conseguir el respaldo internacional: Sillas de montar calientes, El jovencito Frankenstein, El hermano más listo de Sherlock Holmes, El expreso de Chicago

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Sobre la película que vino a presentar, la ya mencionada El mejor amante del mundo, donde incorporaba en tonos divertidos la figura de un personaje mítico del cine mudo, el galán Rodolfo Valentino, Gene Wilder me comentó: "No he tratado ni siquiera desmitificarlo cuando escribí el guion. La verdad es que me interesé por su figura porque mi madre me hablaba mucho de él. Era un sex-symbol de la época, rompía los corazones de las mujeres, hasta que murió en 1926".

Formó pareja en dos películas –una de ellas la citada sobre Frankenstein- con Marty Feldman, aquel actor de ojos desorbitados, que parecían un par de huevos duros. "Somos muy amigos –me confió- pero no tenemos el mismo tipo de humor. Si nos hemos separado es porque somos diferentes. Por ejemplo, yo admiro a Chaplin en tanto Feldman es más de la escuela de Buster Keaton".

El cine de Gene Wilder estaba claro que tenía sólo un objetivo concreto: divertir al espectador. Y así me lo corroboró: "No es que yo rehúya los conflictos sociales o de otro tipo; es que únicamente pretendo que la gente que se sienta en una butaca a ver una película mía lo pase bien. Nunca haría una película que hablara de problemas políticos, por ejemplo. Sólo haré aquellas que salgan de mi corazón". Y es que además de guionista y actor, era productor. Los cronistas neoyorquinos del mundo del espectáculo lo habían definido como "el payaso romántico". Le pregunté por un colega con el que a priori, al menos desde esa perspectiva de controlar todo el proceso de una película, tendría cierta afinidad: Woody Allen. Y me respondió: "Ante todo pienso que es un hombre gracioso. Representa el humor intelectual".

Su vida sentimental

No es fácil en un par de horas de entrevista, con un actor de relevancia mundial, obtener de él alguna confidencia de tipo personal, íntimo. Pero Gene Wilder fue, en ese sentido, generoso conmigo, contándome cuanto sigue sobre su vida sentimental: "Así como tuve inhibición agresiva, la padecí también en el aspecto sexual. Me vi obligado a acudir a un psicoanalista". Por entonces, repito la época, año 1978, estaba soltero. No se le conocían conquistas femeninas. Puede que equivocadamente, no sé, se le considerara por lo menos un misógino. Una vez pronunciadas las anteriores frases, acaso se vio obligado a ser más explícito y añadió: "Pienso que me gustaría estar con una mujer, pero al mismo tiempo reconozco que no podría estar mucho tiempo a su lado. No nos entenderíamos".

Sinceramente, cuando después de un apretón de manos y un intercambio largo de sonrisas, me despedí de aquel excelente actor, educado y atentísimo en el trato, tuve la impresión de haber conocido a un hombre algo angustiado, con un fondo de tristeza perpetua, que disimulaba gracias a su talento para provocarnos la risa desde la pantalla. Revisando ahora su biografía me he enterado de que contrajo matrimonio mucho tiempo después, en 1991, con Karen Boyer, con quien tuvo una hija, Katherine. Los últimos retazos de su biografía nos han permitido asimismo saber que, aunque padecía Alzhéimer en los últimos años, se mostraba con los suyos atento y cariñoso, ofreciéndoles lo mejor que llevaba dentro de sí, como en sus películas.

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