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'Mi nombre es Alfred Hitchcock' y por qué siguen incomodando sus trucos morbosos

Mi nombre es Alfred Hitchcock se estrena en cines españoles el 18 de agosto.

Mi nombre es Alfred Hitchcock se estrena en cines españoles el 18 de agosto.
Con Kim Novak | Cordon Press

Lejos de proponer el enésimo comentario del director servido por la voz de un imitador, Mi nombre es Alfred Hitchcock consigue, en su faceta de documental, iluminar aspectos hondamente personales del cineasta británico... y también, y sobre todo, del propio espectador que mira la película. Todo ello sin abundar particularmente en su vida íntima o sus manías plenamente conocidas, de mostrar todo aquello que los cinéfilos o los muy cafeteros ya saben de sus películas. El documental explora su obra cinematográfica haciendo bandera de la máxima de que la ficción es una mentira que cuenta verdades.


¿Expresan las películas de Hitchcock algo más que una ambición puramente escapista? Lo que hace aquí el director Mark Cousins es dar explicación a los recursos cinematográficos de Hitch a través de un prisma psicológico, presentando el suspense como metáfora y los abundantes recursos narrativos de su cine como expresión del profundo conocimiento de Hitchcock de los deseos ocultos del ser humano, empezando por los suyos propios. La obra del director de Psicosis o Con la muerte en los talones es, de acuerdo, un icono, una postal, una camiseta que vestir, pero Mi nombre es Alfred Hitchcock no se entretiene con tópicos como su gusto por las rubias, o su teoría del suspense, sino que logra ir poniendo en primer término, en calidad de documental, esas ambiciones y deseos que el director plasmaba en celuloide como un deseo puro y también un grito desesperado.

La película de Cousins juega también, como Hitchcock, la baza de la ironía. Alistair McGowan presta voz juguetona a un Hitchcock que mira desde lo alto de la pantalla al patio de butacas en un documental largo que hace un uso abundante de fotografías estáticas. Pero el resultado es, sin embargo, tremendamente dinámico y expresivo, para nada desasosegante. Lo es gracias a su guión, dividido en capítulos que tratan sin tapujos una determinada emoción y su traducción a imágenes, recordando sus lecciones cinematográficas pero también poniendo un espejo delante del espectador de 2023. Los trucos van quedando al descubierto y eso siempre es interesante, pero de paso se nos va revelando cómo éstas hablaban más de nosotros mismos de lo que pensábamos. Al final, Mi nombre es Alfred Hitchcock funciona como una sesión de terapia tanto como un mero análisis cinematográfico, demostrando de paso que el cine de Hitchcock sigue siendo moderno, válido y universal.

Con este concepto clarísimo, el excelente documental de Cousins resulta también angustioso, como un thriller de suspense más que un biopic. De alguna manera, los principales puñetazos los da con factores tan inasibles como la Soledad y el Tiempo, emociones y circunstancias que determinan la existencia del espectador y de los que Hitchcock parecía plenamente consciente. El engaño de sus películas, el que él mismo se permite en esta narración en primera persona, al final acaba siendo una excusa para contarnos verdades sobre la condición humana y, una vez asumidas, revelarnos un pequeño y temporal consuelo, una manera de escaparnos de nosotros mismos.

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