
Hacía un año que a Eusebio Poncela le habían diagnosticado un cáncer. Siguió trabajando. En junio se estrenaba su último trabajo, la película "Matices", junto a Elsa Pataki y Luis Tosar. Hermético como siempre, no creemos comunicara su enfermedad a nadie, si acaso a su hermana, a algún amigo íntimo nada más. Se ha marchado al más allá uno de los mejores actores de su tiempo, la de los años 70 y 80, cuando la progresía rompía tantos tabúes en una España atrasada en tantas cosas.
Y él representaba un tipo de galán, sin querer serlo, protagonista en la escena de obras clásicas, y en cine y televisión, eligiendo mientras podía papeles lo menos vulgares posibles. A veces, con personajes introspectivos, misteriosos, nada corrientes, porque más o menos así era él: eterno inconformista, independiente, ni de izquierdas ni de derechas, confeso anarquista de ideas, y homosexual. Iba por libre, sin importarle críticas adversas, sin pertenecer a ningún grupo determinado, eligiendo sus amistades.
Ha muerto en El Escorial a la edad de setenta y nueve años. Deja una biografía artística tanto en el cine, teatro y la televisión con títulos emblemáticos. Como siempre, la pequeña pantalla es la que convierte a los elegidos en personajes populares. Y él consiguió serlo, al margen de interpretaciones de mucho más calado, en la excelente serie "Los gozos y las sombras", basada en una novela de Torrente Ballester. Por entonces, cuando Eusebio Poncela Aprea estrenaba una extraña sensación, la de no poder ir por la calle sin que muchos transeúntes le hicieran notar su notoriedad, mantuve con él una interesante entrevista. Durante la que el gran actor apenas sonrió, mostrándose atento a la conversación. Todo un profesional, nada frívolo ni recurrente a chismes o chascarrillos, frecuentes en otros colegas suyos.
Un actor de culto en los 70 y 80
Vaya por delante, antes de transcribir parte de sus confesiones, esta llamemos ficha artística. De su filmografía a destacar: Arrebato, película de culto de Iván Zulueta; La semana del asesino, de Eloy de la Iglesia; con Pedro Almodóvar Matador y La ley del deseo, en el papel de un director de cine enamorado de otro hombre, que representó Antonio Banderas, con quien tuvo una secuencia muy criticada de sexo anal. Martín. (Hache), de Adolfo Aristaráin, rodada en una época que se afincó en Argentina en la casa de Cecilia Roth y Fito Páez.
Aparte están sus representaciones teatrales, de Edipo, Werther, Macbeth, tras un feliz debut en las tablas como protagonista junto a Ana Belén en la comedia dramática Sabor a miel, que recordamos por haber sido espectadores el día del estreno. Salían a menudo ambos, al margen de las representaciones, cuando todavía Víctor Manuel no había llegado a la vida de la actriz-cantante madrileña. Se hicieron conjeturas sobre si eran o no novios. Claramente se descubrió que Eusebio era gay. En televisión, queda dicho que Los gozos y las sombras fue la serie que lo catapultó a la popularidad, pero también apareció en otras de gran audiencia: Curro Jiménez, Pepe Carvalho y ya más cercanas El Ministerio de el tiempo y Águila roja.
Después del éxito de Los gozos y las sombras, Eusebio Poncela me contó: "He rechazado ofertas muy tentadoras, papeles en otras series, muy bien pagadas y he dicho que no. En mis pensamientos no está amasar dinero".

Lo que ganó interpretando aquel personaje de Carlos Daza se lo pulió en poco tiempo. Y llegó a quedarse sin un chavo, como se decía antiguamente. Encontrándose en Mallorca con unos amigos se dio cuenta que no tenía dinero para comprar el pasaje de vuelta en avión a Madrid. "Me sentí de pronto un indigente pero tuve la suerte que por esos días me contrataron para la película "Entre paréntesis", junto a Victoria Abril Y así salvé aquella situación económica".
La tan cacareada crisis "de los cuarenta", edad que no le preocupó a Eusebio Poncela, la comentó conmigo, siendo de la misma edad, con esta frase: "Sigo pensando como un adolescente".
No quería dramatizar su vida anterior, mas se confió así durante nuestra charla, lleno de sinceridad, cuando le recordé que su vida había sido muy dura: "Sí, lo fue. Trabajé desde muy joven. En mi familia no había dinero".
Orígenes humildes y rebeldía
En su niñez, Eusebio vivió con su familia en el barrio obrero de Vallecas. Luego se trasladaron al más céntrico en Madrid de Embajadores. Su padre era un socialista represaliado. "No comulgaba con el régimen". Y eso hizo que desde muy temprana edad el futuro actor atravesara por difíciles momentos, en un entorno que él me describió así: "De pequeño conocí la marginación. Con tres años supe lo que era la grifa". Así se llamaba entonces a una de las drogas más conocidas. "Pero no pienses que a esa tierna edad – prosiguió su relato Eusebio – ya consumía esas sustancias, no. Pero pasaban por mi lado, conocía el "argot" de cuantos consumían y traficaban, eso del "legionario", el "canuto", la "calada" Los amigos me invitaban a tomarlas. Nació mi rebeldía, sabiendo que tarde o temprano yo tenía que salir de allí".
Pero con un padre sin trabajo, Eusebio tuvo que ponerse "a dar el callo" lo más tempranamente posible si quería comer caliente: "Terminé el bachillerato a los quince años y me puse a trabajar en la carretera de Andalucía, saliendo de Madrid, en un cementerio de coches. Era vigilante. Pero me duró poco ese puesto. Luego, sucesivamente, fui electricista, aprendiz de tornero, escayolista… Soy de los que piensa que uno vale para todo, aunque no mostraba interés en cuanto hacía. Sólo para subsistir".
El descubrimiento de su vocación
Y lo de ser actor ¿cuándo surgió en ti, Eusebio? "Verás: a los diecisiete años, trabajando en la presa del Tajo, donde estuve seis meses, el empleo que más me duró, llegué a la conclusión de que tenía que dejar para siempre tales ocupaciones. Pero ¿cómo? ¿Haciendo juegos malabares, cantando…? Era la época de Los Beatles. Y me dio por inscribirme en la Real Escuela Superior de Arte Dramático. No aprendí mucho, la verdad. Necesitaba dinero. Fue cuando me enteré de que en la compañía de María Dolores Pradera necesitaban chicos de buena presencia. Iba a estrenar "Mariana Pineda", de García Lorca, en versión de Alfredo Mañas. Por cierto la última obra teatral que María Dolores hizo antes de dedicarse completamente a la canción. Esto transcurría en 1967. Hice de figurante y decía una frase".
Después, de golpe, sin ser conocido en los ambientes de Talía, representó la antes ya mentada comedia Sabor a miel. La crítica fue positiva. "Mi bautismo teatral", remataba la charla Poncela.
Fue subiendo peldaños. Con los altibajos habituales en la profesión. Alcanzando, como citábamos en su ficha artística, triunfos de categoría. Nunca quiso encasillarse en ningún tipo de personajes. Me reflejó que a él le importaba un comino ser o no popular. Confesó ser un gran tímido. Solitario, no tanto. "Lo que dicen de mí es que soy frágil, como la porcelana. Soy melancólico, siempre tuve que adaptarme a otra vida desde muy niño. Yo era, te repito, un chico de barrio, marginal, rebelde…"
En las décadas que siguieron a Los gozos y la sombras su idiosincrasia no varió. Hacía lo que le daba la gana en su vida particular y según contaban en el ambiente, estaba muy familiarizado con el consumo de ciertas sustancias. Si fue así, no menos cierto es que no dio escándalo alguno. Tampoco era un personaje de las revistas del corazón. Se había ganado, eso sí, un respeto entre las gentes de su profesión, contando con críticos que cuando se referían a él si estrenaba alguna nueva película, abundaban en elogiosos adjetivos. Pero él no se vanagloriaba de ello, no era vanidoso.
Acabó, con los años, siempre viviendo a su manera, como cantaba Frank Sinatra.

