
"Me comí su hígado con habas y un buen Chianti." Una frase demoledora y tremendamente conocida debida, por supuesto, al doctor Hannibal Lecter en su versión interpretada por Anthony Hopkins en El silencio de los corderos, por la que ganó un Oscar y todavía hoy la más relevante y conocida del personaje.
Lecter, consumado caníbal y refinado paladar cocinero, es uno de los personajes más fascinantes y perturbadores de la literatura y el cine. Se lo debemos al novelista Thomas Harris, y aparece por primera vez en El dragón rojo (1981), alcanzando la fama mundial con El silencio de los inocentes (1988), o la que más tarde sería la película interpretada por Hopkins y Jodie Foster. En el cine la primera adaptación también se ciñó a la novela El Dragón Rojo en la película Hunter, de Michael Mann (Heat), donde ocupaba un lugar secundario interpretado por el hoy popular Brian Cox (Succession).
Lecter es un psiquiatra brillante, culto y refinado, pero también un asesino en serie y caníbal, capaz de combinar su intelecto con una perversión gastronómica sin igual. Elegante y brutal, inteligente y admirable pero imprevisible, Hannibal continuó sus acrobacias intelectuales en la película del mismo nombre basada en la novela homónima de Thomas Harris. El film de Ridley Scott era mucho más siniestro, circense y violento, y es el que acumula más minutos de gloria para Hopkins.
En el programa especial de Prohibido contar ovejas de esRadio se abordó, basándose en las novelas, series, películas y otros elementos de la cultura popular, la afición por el buen vino del doctor, que naturalmente acompañaba de piezas destacadas de charcutería humana. Respecto a la frase del principio, el hígado, un órgano asociado a la vitalidad, se convierte en un ingrediente gourmet. Las habas y el vino completan el plato con un maridaje clásico, lo que añade una capa de humor negro y sofisticación.
En Hannibal (2001) tenemos otra escena emblemática en la que Hopkins prepara el cerebro de uno de sus compañeros de reparto. Con la víctima viva, cocinado con mantequilla y hierbas, nadie puede dudar de que el plato podría tener buen sabor pese a resultar grotesco.
La cocina, para él, es un arte total: mezcla de ciencia, estética y control. Cada plato expresa su visión del mundo, donde el intelecto justifica cualquier transgresión. En sus manos, la comida se convierte en un modo de expresar desprecio por sus víctimas y mostrar superioridad frente a quienes considera vulgares o incultos. Y todo eso se contó en el audio del programa de Felipe Couselo en esRadio que os dejamos más arriba.

