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Pedro Gil Ruiz

Bolaños ajusta cuentas con el duque de Ahumada

Ha hecho un año desde que Félix Bolaños cumpliese uno de esos sueños húmedos que tiene todo buen socialista: tocarle las narices a la Guardia Civil.

Ha hecho un año desde que Félix Bolaños cumpliese uno de esos sueños húmedos que tiene todo buen socialista: tocarle las narices a la Guardia Civil.
Félix Bolaños, en una imagen reciente. | EFE

El señor Bolaños es un destacado dirigente socialista que encaja a la perfección con la Ley del Heroísmo Socialista, esa que establece que la intensidad de su lucha [la del PSOE] contra Franco es directamente proporcional al tiempo transcurrido desde la muerte del dictador. Fue promulgada por el periodista Jorge Bustos tras la exhumación, por el Gobierno de Pedro Sánchez, de sus restos del Valle de los Caídos. Había sido sepultado hacía 44 años.

"¿Cómo podríamos reconciliarnos los que nos habíamos estado matando los unos a los otros, si no borrábamos ese pasado de una vez para siempre?", se preguntaba el diputado comunista Marcelino Camacho. Era el 14 de octubre de 1977 y en el Congreso se discutía la proposición de Ley de Amnistía. "Nosotros, precisamente, los comunistas, hemos enterrado nuestros muertos y nuestros rencores", continuaba Camacho.

Félix Bolaños dirigió el espectáculo. Desenterró un muerto. Exacerbó el odio y el rencor. Enfrentar a la sociedad española. La estrategia viene de lejos. Algunos de ustedes recordarán el vídeo del dóberman que el PSOE difundió en la campaña electoral de 1996. La imagen en blanco y negro de un perro agresivo se fundía con el rostro de Aznar. Felipe González perdió la elecciones.

A partir de 2004 Zapatero comienza a diseñar las leyes ideológicas. El armazón de la polarización social. Pedro Sánchez amplía la zanja que busca separar en bandos irreconciliables, de nuevo, a los españoles. Zapatero, Sánchez, eso es el PSOE. Los socialistas bienintencionados buscan consuelo en los años del felipismo; se parecen a aquellos bolcheviques que renegaban de Stalin, pero no del Partido Comunista. Personajes como Sánchez y su corte de sectarios no son anecdóticos. Excrecencias de una ideología degradada. "Una señal más de que la socialdemocracia, y no sólo en España, se está agotando; o peor aún, se está transformando en otra realidad en la que ya muchos no nos reconocemos", en palabras de Alfonso Guerra.

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Escribía Julio Camba que la Benemérita era una de las pocas cosas que funcionaban bien en España. "La Guardia Civil era exacta, era honrada y era insobornable. Yo he jugado muchas veces al tute con el cabo de la Guardia Civil en los cafés de pueblo, y era en vano que le dejase al hombre cantar siempre las cuarenta, porque si en época de veda se me ocurría salir al campo con una escopeta, nadie me libraba de pagar la multa correspondiente… No, no había en toda España una organización comparable. Era, técnicamente, de lo mejor que había. La República la tomó con la Guardia Civil, y primero intentó sustituirla por el Cuerpo de Guardias de Asalto. Luego, al ver que no podía sustituirla, quiso modificar su reglamento. Después se conformaba ya con modificarle el uniforme…". (Julio Camba, Haciendo de Republica, 1934).

El pasado 5 de marzo hizo un año desde que Félix Bolaños, ya investido por su ‘Sanchidad’ como titular del Ministerio del Tiempo, cumpliese uno de esos sueños húmedos que tiene todo buen socialista ‘realmente existente’: tocarle las narices a la Guardia Civil. En este caso, modificando su Reglamento. Quiso poner su firma sectaria en un tibio ajuste de cuentas, con una de las Instituciones más apreciadas por la sociedad española. Era la primera vez que un ministro de segunda división firmaba un decreto de esa importancia. Los anteriores estaban rubricados por el presidente del Gobierno de turno.

En esta ocasión, ningún colega le reconvino. Ya no hay un Miguel Maura en el Consejo de Ministros: "Mis compañeros, incluido el presidente, me pedían que disolviera el Cuerpo o, al menos, que lo modificase en tal forma que diésemos la sensación de que lo habíamos disuelto… tras largas horas de estudio y reflexión me negué categóricamente no solo a disolverlo, sino a alterar una sola coma de las ordenanzas. Me negué, incluso, a la sustitución del tradicional tricornio charolado por otra prenda diferente, como ya, en última instancia me pedían". (Miguel Maura, primer Ministro de la Gobernación de la II República, Así cayó Alfonso XIII: de una dictadura a otra, 1962).

Justifica el señor Bolaños el nuevo Reglamento porque se "trata de fortalecer la confianza de la ciudadanía en la Guardia Civil, donde el nivel ético y moral de sus profesionales es un pilar fundamental sobre el que erigir una institución solvente".

"Fortalecer la confianza de la ciudadanía". El Barómetro de abril de 2015 del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) fue el último que preguntó por el grado de confianza de los españoles en sus instituciones. El primer lugar lo ocupó la Guardia Civil, la institución más valorada con un 6,02 sobre 10; los partidos políticos el 2,23. El CIS de Tezanos no ha vuelto a repetir la pregunta ¿Por qué, señor Bolaños?

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En octubre de 2020 el CIS publicó el Estudio 3298 sobre los Efectos y consecuencias del coronavirus. Se interrogó a los encuestados si "a lo largo de esta crisis del COVID, su opinión sobre algunas instituciones y grupos de profesionales había empeorado o mejorado". Los resultados reflejan la solidez del prestigio de la Guardia Civil. Pese a que tuvo que emplearse en hacer cumplir unas ordenes ingratas para los ciudadanos —el encierro que llamaron confinamiento y que posteriormente sería declarado inconstitucional por el Tribunal Constitucional— la valoración de estos fue concluyente: la Benemérita había mejorado para el 54,2% de los encuestados; el Ejercito para un 52%. Por el contrario, el 59,9% tenía una peor opinión del Gobierno que antes de la pandemia.

El Gobierno si tiene un problema de confianza.

"El honor es mi divisa" es el lema de la Benemérita. Así redactó el Duque de Ahumada el artículo 1 de la Cartilla: "El honor ha de ser la principal divisa del Guardia Civil; debe por consiguiente conservarlo sin mancha. Una vez perdido no se recobra jamás". Y así queda en la versión de Bolaños: "El honor ha de ser la principal divisa de los hombres y mujeres de la Guardia Civil, verdadera seña de identidad y guía para cumplir con exactitud sus deberes y obligaciones." En el trastorno se escabulló: "Una vez perdido no se recobra jamás". Parece razonable que la pérdida del honor no sea una preocupación para el plumilla y su Gobierno.

El Guardia Civil "debe ser prudente sin debilidad, firme sin violencia y político sin bajeza" (artículo 5). Regidos por un código de conducta que busca la integridad moral de sus miembros, no debe resultar fácil comprender la bajeza de algunos políticos.

El 26 de junio de 1852 el cabo 2º Ignacio Sampelayo envió una carta a la redacción de la revista El Guía del Guardia Civil. Reflexionaba sobre su servicio en un Instituto que daba sus primeros pasos: "Hoy visto un uniforme que me da honor y consideración; tengo la carrera abierta de nuevo para ascender y mi porvenir está asegurado y descansa en mi conducta; soy súbdito de una Reina que vela por todos; estoy a las órdenes de un General que nunca elogiaremos bastante; mis Jefes me enseñan la senda del honor; no estoy solo, aislado y a merced de los contratiempos; por el contrario, pertenezco a una gran familia, cual es la Guardia Civil y nada tengo que temer". Que así sea mi cabo, por muchos años.

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