
Seguramente muchos de los lectores de Libertad Digital, singularmente los entusiastas de la ciencia ficción, recuerden la Primera Directiva de la Flota Estelar: "Como el derecho de cada ser a vivir en concordancia con su evolución cultural es considerado sagrado, el personal de la Flota Estelar no interferirá en el normal desarrollo de la vida y cultura alienígena".
Ahora, si les parece, viajemos al año 1518. La tripulación del Enterprise ejecuta la maniobra y el motor de curvatura acelera hasta alcanzar una propulsión superlumínica. El capitán Kirk, junto al primer oficial Spock y el doctor McCoy, son teletransportados al cerro Zacatenco, próximo a la Calzada hacia Tepeyacac. A resguardo, observan lo que sucede en una fastuosa ciudad que parece flotar sobre el lago Texcoco. Recuerdan las palabras del conquistador español y cronista de Indias, Bernal Díaz del Castillo: "Y desde que vimos tantas ciudades y villas pobladas en el agua… y aquella calzada quedamos admirados y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadiz" [Amadís de Gaula].
Nuestros viajeros en el tiempo reparan en una exaltada multitud. Su agitación va en aumento. Gentes que van y vienen por la azotea de una gran pirámide truncada, coronada por dos adoratorios. Es el Templo Mayor de Tenochtitlan, la ciudad-estado con más poder político y militar de la Triple Alianza. El altépetl de los mexicas.
El festival del desuello de hombres.
Es el 22 de marzo, los últimos días del Tlacaxipehualiztli; el festival del desuello de hombres, celebrado en la segunda veintena del calendario solar azteca. Pese a que el capitán Kirk, conocedor de los textos de Fray Bernardino de Sahagún, les había puesto sobre aviso de lo que verían, el siempre hierático Spock no pudo reprimir un gesto de horror.
"Después de haberles sacado el corazón, y después de haber echado la sangre en una jícara, la cual recibía el señor del mismo muerto, echaban el cuerpo a rodar por las gradas abajo del cu [adoratorio] e iba a parar en una placeta, abajo; de allí le tomaban unos viejos que llamaban quaquacuiltin y le llevaban a su calpul [casa comunal] donde le despedazaban y le repartían para comer;… allí le dividían y enviaban a Motecuzoma un muslo para que comiese, y lo demás lo repartían por los otros principales o parientes; íbanlo a comer a la casa del que cautivó al muerto, cocían la carne con maíz y se daba a cada uno un pedazo en una escudilla o cajete con su caldo y su maíz cocido, y llamaban a aquella comida tlacatlaolli [maíz de hombre]", un guiso de granos de maíz con carne humana considerado el antecesor del pozole.

Los tres miembros de la tripulación del Enterprise enmudecieron y regresaron a la nave. Pocos años después unos centenares de españoles y decenas de miles de indígenas, dirigidos por Hernán Cortes, llegaron a Tenochtitlan. Desconocían la Primera Directiva y tras un largo y cruento asedio conquistaron la capital del imperio mexica. Lo había anunciado la "nieta de los genios de la laguna". Era su destino. Después vendrían los woke, los marxistas de la posverdad y los cantamañanas de lo políticamente correcto, pero esa es otra historia.
La protectora de los reyes aztecas.
"La divina mujer le dijo al rey haciéndolo levantar: Ahuizotl, vengo en nombre del genio que protege la raza de los reyes aztecas; sé que hoy se han sacrificado en el templo de Huilzilopochtli, quince mil prisioneros; ¿todavía quieres más sangre? Vengo a avisarte que, si prosigues arrancando corazones de los pechos humanos, pronto vendrán a ser ciertas las palabras del viejo Quetzalcoatl, el de la barba de plata, que dejó dicho que habían de llegar por el Omecatl, [Oriente] por donde Tonatiuh aparece con sus túnicas de oro, los hijos vengadores de las crueldades de tu funesto dios: acuérdate, oh rey de mis palabras".
Es posible que el actual presidente de la República Mexicana no haya leído la Biblioteca del Niño Mexicano. De haberlo hecho, templaría su diatribas contra España. Actuaría con la prudencia del que está al cabo de las leyendas patrias. Participaría del secreto, anunciado por la "nieta de los genios de la laguna que desde una chinampa solitaria protegió a los reyes aztecas cuando lo merecían". Intuiría que fue el destino quien guio a los conquistadores. Reconocería que debe a los españoles la existencia de su pueblo, su cultura, además de la suya propia.
Puede que resulte friqui situar a los protagonistas de Star Trek en la tesitura de intervenir o no enfrentados al horror de "la sociedad más monstruosa que los tiempos recuerdan —en palabras del filósofo Antonio Escohotado— con mucha diferencia, mucho peor que la espartana: la azteca". O usar como citas de autoridad las leyendas de La montaña de cráneos, de Heriberto Frías. Ironía, ficción… quizá sea la mejor manera de amortizar a los nuevos bomberos de Fahrenheit 451. A los que rocían con napalm el pensamiento libre. Si llevamos a sus últimas consecuencias la revisión de la historia y la petición de disculpas, a los españoles de Cortés les podrían condenar por no haber promovido iniciativas transversales para impulsar la resiliencia de los sacrificados, respetando la convivencia de culturas y favoreciendo la biodiversidad en un entorno sostenible. Algo así. Alguna ONG habría sacado unos cuartos con el proyecto.
Canibalismo. El 19 de febrero de 1977, The New York Times publicaba la reseña de un estudio del doctor Michael Harner. Este profesor de antropología en la New School for Social Research de Nueva York, afirmaba que "los aztecas sacrificaron seres humanos en sus pirámides sagradas no solo por razones religiosas, sino porque tenían que comer personas para obtener las proteínas necesarias en su dieta". Y sostenía Harner que en el siglo XV, justo antes de que los conquistadores españoles llegaran a México, los aztecas tenían "la cultura más caníbal conocida en la actual antropología".
Con el tiempo y las excavaciones en el Templo Mayor, a la hipótesis de Harner se le unieron otras no menos lisérgicas. El arqueólogo Gabino López Arenas, del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH), afirma que "para los mexicas, las víctimas humanas eran la encarnación de los dioses a los que representaban, y al comer su carne, practicaban una especie de comunión con la divinidad. Absorbían la fuerza divina que albergaba el cuerpo de los sacrificados". ¿Se imaginan ustedes a los Reyes Católicos, después de conquistar Granada, celebrando un banquete de acción de gracias con las pantorrillas de unos cientos de moros sacrificados?
Por su parte, Carlos Javier González, también del INAH, revela que el secreto está en el maíz: "para los mexicas había una equivalencia simbólica entre las mejores mazorcas que se seleccionaban para sembrar y ofrendarlas a Xipe Tótec, y la elección de los guerreros que serían sacrificados en honor a esta deidad. Se trataba de los ejemplares de semilla más fuertes, sanos, aptos; al igual que las víctimas escogidas, con ellos se buscaba la regeneración de la vida y, en este caso, también del maíz".
Complemento de la dieta, comunión con la divinidad, mazorcas… Van a cumplirse 57 años de la publicación de Las enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda y por lo que parece, el consumo de daturas, psilocybe y peyote entre el personal técnico de INAH y algunos intelectuales norteamericanos sigue muy extendido.
El repertorio de sacrificios humanos tenía su punto artístico. Pellejos. En el mismo mes de Tlacaxipehualiztli eran sacrificados numerosos enemigos cautivos a Xipe Tótec. Un grupo de guerreros se embutía en la piel desollada de las víctimas. Durante el Tozoztontli [pequeña vigilia] se desprendían de las pieles humanas que habían llevado durante 20 días. "Por lo que toca a la piel de los desollados, que algunos indígenas llevaban sobre sí hasta la siguiente fiesta, al llegar ésta la abandonaba y el sujeto se aseaba en vías de purificación", describe el antropólogo Fernando Anaya Monroy en La antropofagia entre los antiguos mexicanos.
Y niños sacrificados. Para aplacar las fuerzas destructoras de los dioses y congratularse con ellos, durante ciertas épocas del año se les hacían sacrificios de infantes de distintas edades, desde los niños de teta hasta los de ocho años. El propósito del sacrificio infantil era la petición de lluvia a las deidades acuáticas.

"En las fiestas de Atlcahualo, la primera veintena del año mexica, se sacrificaban niños en honor de los dioses del agua o de la lluvia, y después de muertos los cocían y comían… Las ofrendas humanas eran entregadas a los sacerdotes para que llevaran a cabo la occisión ritual [muerte violenta], y así aportaran la energía vital de los seres humanos a los dioses: la de los guerreros cautivos sería destinada al Sol y la de los esclavos a los dioses del agua y de los mantenimientos".
Son citas de cronistas de Indias, pero también de historiadores y antropólogos ingleses, americanos y mexicanos sobre las evidencias de sacrificios y canibalismo. Describen un festival gore.
Cada veintena tenía su sacrificio, su banquete ritual, su desollamiento. Algunos elegidos para abrirles el pecho con un puñal de obsidiana tenían el privilegio de ser engordados. "Y diré como hallamos en este pueblo de Tascala casas de madera hechas de redes y llenas de indios e indias que tenían dentro encarcelados y a cebo hasta que estuviesen gordos para comer y sacrificar. Las cuales cárceles les quebramos y deshicimos, para que se fuesen los presos que en ellas estaban, y los tristes indios no osaban ir a cabo ninguno, sino estarse allí con nosotros" relata Bernal Díaz del Castillo en la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.
El citado Michael Harner y la historiadora Caroline Dodds utilizan para sus estimaciones sobre la magnitud del holocausto los datos de Sherburne Cook y Woodrow Borah, que a mediados del siglo pasado fijaron la población del centro de México en 25 millones. Borah, una autoridad en la demografía de la época de la Conquista, estimó el número de personas sacrificadas durante el siglo XV en 250.000 por año, equivalente al uno por ciento de la población total. El historiador W. H. Prescott gasta prosopopeya para envolver en celofán el sadismo: "Jamás se han visto tocarse y confundirse tan íntimamente los extremos de la barbarie más brutal y del más culto refinamiento".
Continuará… pero no olviden: España es culpable.
