
Hace 89 años comenzó la guerra civil y desde entonces la figura de Francisco Franco se convirtió en la más importante para los españoles. De manera sorprendente, su fallecimiento, el 20 de noviembre de 1975, y el desmantelamiento de su régimen no han supuesto su olvido. En los últimos años, debido a la memoria histórica convertida en ley por los socialistas, Franco se ha vuelto omnipresente en los medios de comunicación, los debates y los libros de texto. A pesar de que las izquierdas y los separatistas tratan de borrar su recuerdo, aún quedan muchas obras suyas. A continuación, ofrecemos una selección de éstas.
La monarquía
Sin duda, la mayor reliquia del franquismo. Franco era monárquico y se empeñó en restaurar la monarquía, actitud comprensible a la luz de la experiencia de las dos repúblicas y del sectarismo de las izquierdas.

Los Borbones apoyaron a Franco y al bando nacional. Alfonso XII hizo gestiones a su favor en Italia y donó dinero, el infante Juan de Borbón trató de alistarse dos veces y once personas que llevaban el apellido Borbón murieron o fueron asesinados en la guerra. Franco acordó con el infante Juan que el primogénito de éste, Juan Carlos, nacido en Roma en 1938, estudiara en España desde 1948. El caudillo animó a Juan Carlos y a su esposa, la princesa griega Sofía, que se instalaran a vivir en España en 1963 y les cedió el palacio de La Zarzuela. En 1969, Franco usó su prerrogativa de proponer un sucesor a las Cortes y optó por Juan Carlos, quien recibió el título de príncipe de España.
A la muerte del general, Juan Carlos fue proclamado rey. El franquismo pretendía una monarquía con poderes, que definía como "tradicional, social y representativa"; pero Juan Carlos y sus consejeros prefirieron que la corona se despojase de sus amplias facultades y diese paso a un régimen democrático estilo belga o sueco.
Aunque los monárquicos lo han olvidado, empezando por la propia dinastía, si en España hay monarquía es por deseo de Franco. La izquierda nunca perdonará a la corona su pecado original de provenir del franquismo, por mucho que los Borbones traten de agradarla.
El adelanto de la hora
El cambio de hora para aprovechar la luz en los meses de verano comenzó con motivo de la Primera Guerra Mundial. España tuvo que adaptarse a él para seguir a sus vecinos, sobre todo Francia, y consistió en adelantar una hora respecto a la habitual (GMT+1). En la guerra civil se restauró; fue el gobierno del socialista Negrín el que en 1938 adelantó a GMT+2. En marzo de 1940, siguiendo al Gobierno de París, ya en guerra con Alemania, el régimen franquista impuso GMT+1, que en los años de la ocupación de Francia pasó a ser GMT+2 en verano. En 1949, se suprimió el horario de verano, aunque se mantuvo GMT+1 para todo el año.
Sin embargo, la crisis petrolífera de 1973 llevó a que España lo volviera a aplicar el 13 de abril de 1974; Francia recurrió a este mecanismo de ahorro energético en 1976 y Portugal en 1977. Ahora, las fechas del cambio de hora los decide la Unión Europea, aunque España sigue en la Hora Central Europea (CET).
La bandera rojigualda
En Portugal, el triunfo republicano convirtió en oficial la enseña de su partido; y en Alemania ocurrió otro tanto cuando los nacionalsocialistas impusieron su estandarte como bandera nacional. España no fue una excepción en esta guerra de símbolos y el Gobierno Provisional sustituyó a la rojigualda, motejada de monárquica, con la tricolor mediante un decreto dictado el 27 de abril de 1931.
En las primeras semanas, los militares sublevados también ondearon la tricolor, pues no se planteaba el cambio de régimen, sino el derrocamiento del Frente Popular. Sin embargo, los carlistas recuperaron la bandera rojigualda en un movimiento que comenzó en Pamplona y se extendió por la España rebelde.
La Junta de Defensa Nacional, presidida por el general Miguel Cabanellas y a la que se había incorporado Franco como vocal el 3 de agosto, dictó un decreto que restauraba "la tradicional bandera bicolor: roja y gualda" a partir del 30 de agosto.
Medidas laborales
Uno de los pilares del régimen fue su aspecto social. Con el franquismo nació el Estado de Bienestar español. La primera de las leyes fundamentales fue el Fuero de Trabajo, promulgado en marzo de 1938. A medida que se superaba el retroceso económico por las dos guerras, la española y la mundial, se aplicaron varias medidas de protección de los trabajadores. Para paliar la depreciación de los salarios por la inflación, se introdujeron las pagas extraordinarias del 18 de julio y de Navidad.
En 1947 se estableció que "el día laborable inmediatamente anterior al 18 de julio, fiesta de la Exaltación del Trabajo" se repartiera "una gratificación equivalente a la retribución de una semana". Servía también para conmemorar el alzamiento nacional de 1936.
El que hoy se denomina Salario Mínimo Interprofesional se aplicó por primera vez el 1 de enero de 1963. El Estatuto de los Trabajadores, aprobado en 1980, fija la revisión anual del SMI y la consulta previa a los sindicatos y patronales más representativas.
Las vacaciones pagadas aparecieron en 1918 para funcionarios, militares y maestros. El franquismo las extendió de manera efectiva a toda la población, aunque los trabajadores autónomos están excluidas de ellas bajo todos los regímenes.
La ONCE
El 13 de diciembre de 1938, día en que la Iglesia celebra la fiesta Santa Lucía de Siracusa, patrona de los ciegos y abogada para los problemas de la vista, el general Franco firmó un decreto en Burgos, publicado en el BOE el 16, en el que se fundaba la Organización Nacional de Ciegos. El proyecto había sido propuesto por el ministro del Interior, Ramón Serrano Suñer, y aprobado por el Consejo de Ministros.
La manera de dar un empleo a los invidentes y de obtener fondos para su educación consistió en un sorteo, el primero de éstos se celebró el 8 de mayo de 1939, que era de ámbito provincial. El primer sorteo de ámbito nacional tardó mucho en llegar, el 2 de enero de 1984, después de las primeras elecciones democráticas entre los miembros de la ONCE, celebradas en 1982. En 1952, se añadió la palabra Españoles al nombre oficial.
'Spain is different'

Los poderes públicos españoles empezaron a promocionar el turismo extranjero a principios del siglo XX. La dictadura de Primo de Rivera constituyó para ello el Patronato Nacional de Turismo. En los años 50, el régimen franquista apostó por su desarrollo, con campañas como Spain is different, y lo convirtió en el petróleo español. En 1960, el número de turistas en todo el país superó los seis millones; y en 1973, los 24 millones. Desde entonces, el peso de esta industria en la economía nacional no ha parado de crecer y en la actualidad el sector turístico es el que más aporta al PIB nacional, por encima de un 12%. Este año, se calcula que podemos recibir cien millones de turistas.
Una de las empresas más características del desarrollo turístico es Paradores, cuyo primer edificio, con otro nombre, se construyó en 1928 en Gredos. Aparte de ofrecer instalaciones nuevas, también recuperó castillos, palacios y conventos abandonados. En los años 60 recibió un gran impulso. De los 92 paradores, 61 se abrieron al público entre 1940 y 1976; sólo en 1966 el número fue de 15.
La energía nuclear
El régimen franquista había empezado a interesarse por la energía nuclear después de 1945, en su búsqueda de energías propias para alimentar el crecimiento económico. En 1948 constituyó la Junta de Investigaciones Atómicas. Entre 1968 y 1970 se inauguraron tres reactores nucleares: José Cabrera (Guadalajara), Vandellós I (Tarragona) y Santa María de Garoña (Burgos). De ellos, el primero y el tercero, ya se han clausurado y están en desmantelamiento.
Después del 'crack' petrolífero de 1973, el Gobierno de Carlos Arias Navarro elaboró el Plan Energético Nacional de 1975, en que se programaba la construcción de una veintena de reactores nucleares. Entonces, España era la séptima potencia nuclear del mundo y un sector del régimen franquista, encabezado por el general Muñoz Grandes, había tratado de desarrollar armamento nuclear, hasta que Franco lo detuvo por razones aún desconocidas.
En la transición, los Gobiernos de UCD redujeron los planes de construcción de reactores nucleares a una docena. El primer Gobierno de Felipe González (PSOE) ordenó una moratoria de la construcción de cinco centrales, que afectó, en primer lugar, a Lemóniz, que sufrió varios atentados de ETA, y a Valdecaballeros (Badajoz), que estaban casi acabadas. Se permitió la conclusión de Trillo I y Vandellós II, que entraron en funcionamiento en 1988. Entre 1983 y 1985 comenzaron a operar los reactores de Almaraz I y II (Cáceres), Ascó I y II (Tarragona) y Cofrentes (Valencia).
Los socialistas sustituyeron la energía que iban a generar las centrales españolas con el gas natural importado de Argelia e incluyeron en el recibo de la luz un recargo para indemnizar a las empresas eléctricas. Ahora el PSOE quiere desmantelar todos los reactores y reemplazar la energía que generan por placas solares y aerogeneradores.
La RENFE
El ferrocarril en Europa y América lo gestionaron empresas privadas desde su nacimiento en el siglo XIX, aunque muchas de ellas contaron con el apoyo de sus respectivos Estados. Después de la Segunda Guerra Mundial, las diversas compañías fueron nacionalizadas en muchos países. España se adelantó unos pocos años.

El 24 de enero de 1941, el Gobierno franquista aprobó la Ley de Bases de Ordenación Ferroviaria y de los Transportes por Carretera por la que todas las empresas de ancho ibérico se integraron en una sola empresa estatal. Ésta recibió el nombre de Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles (RENFE). Las nacionalizadas fueron la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España y la Compañía del Ferrocarril de Madrid a Zaragoza y Alicante (ambas fundadas en los años 50 del siglo XIX) y la Compañía Nacional de los Ferrocarriles del Oeste.
Los ferrocarriles de vía estrecha no se incluyeron en la RENFE y algunos sobrevivieron unos años más como empresas privadas.
En 2004, el gobierno socialista de Zapatero disolvió la RENFE y estableció Adif, para gestionar las infraestructuras, y Renfe Operadora, para gestionar los trenes.
Pedro Fernández Barbadillo es autor del libro Eternamente Franco (10ª edición), editado por Homo Legens.
