
Hace falta ser un inmenso genio del humor como Enrique Jardiel Poncela para relatar de forma desternillante una situación tan dramática como su propia detención en agosto de 1936 en la checa que, en el desaparecido palacio de Medinaceli, en la plaza de Colón, tenía "La Motorizada", la unidad paramilitar del PSOE que había participado en el asesinato de José Calvo Sotelo un mes antes.
Según el autor de Eloísa está debajo de un almendro, aquella situación se debía al hecho de ser culpable de "cuatro pecados de leso marxismo": "Usar a diario cuello planchado", haberse ganado la vida siempre honradamente con el fruto de su trabajo, ser propietario de un coche, "adquirido página a página y pagado letra a letra", y haber tratado siempre "afectuosamente, de igual a igual y con toda cordialidad y adhesión", a los obreros con los que, por motivo de su profesión, alternó o convivió.
Salvada la peligrosa situación con inmensa suerte, no como les sucedió a miles de hombres, incluso mujeres y niños, en el Madrid frentepopulista, el comediógrafo sufrió en las fechas siguientes la continua irrupción en su casa de agentes de la policía "roja" para someterle a interrogatorios en los que "nunca me preguntaban la flor que prefería".
Traigo a colación la genialidad de Jardiel Poncela para dejar claro, por contraste, la poca o ninguna gracia que tuvo el mal chiste del ministro Ángel Víctor Torres, anunciando esta semana la sectaria etiquetación de la Real Casa de Correos como "lugar de memoria democrática" desde la azotea de una checa criminal creada por su propio partido, el PSOE, en la Guerra Civil.
Las imágenes de Torres con la Puerta del Sol al fondo, grabadas para extender la enésima cortina de humo sobre la corrupción que anega a la familia de Sánchez, a su Gobierno y a su partido, se captaron en lo alto del Ministerio de Hacienda, en la calle de Alcalá.
En el piso superior de ese edificio, antigua sede borbónica de Aduanas, bajo los pies del ministro Torres, se instalaron a principios de noviembre de 1936, durante la batalla de Madrid, los llamados Servicios Especiales del Ministerio de la Guerra, incorporados a la sección de información del Estado Mayor del Ejército de Centro republicano.
La Real Casa de Correos, que fue sede de la extinta Dirección General de Seguridad franquista, ya es Lugar de Memoria.
Hoy, con la publicación en el @boegob, cumplimos con la ley y con el reconocimiento a las víctimas. A todas las personas que, por defender la libertad, fueron… pic.twitter.com/YUVHhuIm2e
— Ángel Víctor Torres Pérez (@avtorresp) October 22, 2025
Desde su creación en septiembre de 1936, Servicios Especiales fueron un instrumento más del Gobierno del socialista Largo Caballero para mantener la brutal represión contra los considerados desafectos. Y no sólo, pues también fueron un sistema de terror aplicado en las propias filas militares republicanas.
De hecho, fueron el antecedente del siniestro SIM, al que Julius Ruiz ha dedicado un escalofriante estudio, La guerra sucia. Su misión era perseguir en el Ejército Popular a espías, derrotistas, prófugos, desertores o simplemente personas opuestas política o ideológicamente al mando o los comisarios políticos.
Nada de todo esto ha motivado al Gobierno de Sánchez a declarar "lugar de memoria democrática" esta magnífica edificación de los Borbones, como ha hecho con la del reloj de la Puerta del Sol. Quizás convenga bautizar al Ministerio de Hacienda "lugar de amnesia selectiva" o "lugar de desmemoria totalitaria" por la cancelación de las violaciones a los derechos humanos de la checa que allí se estableció.
El primer responsable de Servicios Especiales fue otro militante socialista, Fernando Arias Parga, profesor de derecho constitucional. Del perfil de los agentes a sus órdenes es terrible muestra Luis Bonilla Echevarría, un preso común de la cárcel Modelo, militante de la CNT. Antiguo oficial de Correos, fue expedientado por malversación cuando era director de la oficina postal de Azpeitia (Guipúzcoa). Durante la guerra, en una de sus "razzias" por los pueblos de los alrededores de Madrid, Bonilla y sus secuaces detuvieron en septiembre de 1936 a diez vecinos de la localidad toledana de Los Navalucillos.
A los detenidos les exigieron grandes sumas de dinero como condición para ponerlos en libertad, aunque después volvieron a detenerlos para matarlos. Por estos hechos, Bonilla fue ejecutado por los propios republicanos en junio de 1938 en uno de los escasos procesos contra los que denominaron "incontrolados", aunque trabajaran a sueldo del Gobierno frentepopulista.
A Fernando Arias le sustituyó Manuel Salgado Moreira, también de la CNT, que se hizo con el control de Servicios Especiales cuando aquel huyó a Valencia con el Gobierno de Largo Caballero ante la proximidad de las tropas de Franco a la capital, el 6 de noviembre de 1936.
A las órdenes de Salgado actuó el gánster anarquista Felipe Sandoval, alias "Doctor Muñiz", antiguo preso de la Modelo, que había liderado el cruento asalto a esta cárcel en la noche del 22 de agosto de 1936. Líder de la checa del Cinema Europa, en la calle Bravo Murillo, la lista de asesinatos de Sandoval es incontable, empezando por varios funcionarios de las prisiones por las que pasó.
En Servicios Especiales estuvo otro conocido chequista, Ángel Pedrero, mano derecha del tipógrafo socialista Agapito García Atadell, que dirigió otra de las cincuenta checas del PSOE en la capital: la del palacio de los condes de Rincón en la calle "de la S", en lo que es actualmente el puente de Juan Bravo. Al grupo de García Atadell se le adjudican más de ochocientos crímenes.
En su palacio incautado, García Atadell recibía invitados enfundado en un batín de seda y servido por dos mujeres con cofia y delantal. Entre sus visitas figuraban ministros y diputados del PSOE, que no podían ser ajenos al infortunio de los allí detenidos, "paseados" de noche en su mayor parte en los Altos del Hipódromo. Allí eran asesinadas también las víctimas de otra vecina checa socialista, la de Marqués de Riscal, cuyo jefe, Alberto Vázquez, despachaba con el ministro de Gobernación, Ángel Galarza, su camarada en el PSOE, en el edificio de la Puerta del Sol.
Cuando García Atadell huye de Madrid ante la cercanía de las fuerzas de Franco para embarcarse con destino a La Habana con el fruto de los robos a las víctimas de su checa, Pedrero asume el liderazgo del grupo criminal para luego pasar con varios de sus hombres a engrosar las filas de Servicios Especiales.
Con Manuel Salgado como responsable de las dependencias sobre las que se retrató ufano el ministro de "memoria democrática" de Sánchez, Servicios Especiales estuvieron implicados en gravísimas acciones criminales, de las que despuntan dos singularmente.
La primera fue la creación de la falsa Embajada de Siam en un hotel requisado por la CNT en la calle Juan Bravo 12. Se trataba de atraer a personas de derechas que buscaban refugio diplomático para huir del terror "rojo", a las que sus supuestos salvadores exigían grandes sumas de dinero para darles protección en la falsa legación.
Los principales actores de este engaño fueron el cenetista Antonio Verardini Díaz-Ferreti, amigo y confidente de Salgado, que llegó a comandante en la 14.ª División mandada por Cipriano Mera, y Alfonso López de Letona, que trabajaba en el Servicio Especial y servía de anzuelo para los incautos perseguidos. Y es que López de Letona había sido afiliado a Renovación Española, el partido de Calvo Sotelo, y chófer y escolta de su líder, Antonio Goicoechea.
El general Miaja tuvo conocimiento de la falsa embajada y ordenó cerrarla, pero el 8 de diciembre milicias de la CNT se anticiparon a su orden, posiblemente por una filtración de Servicios Especiales, que compartían sede en Aduanas con el cuartel general del héroe popular de la defensa de Madrid. Con el fin de que no se cumpliera la orden de Miaja, los cenetistas detuvieron en el hotelito de Juan Bravo 12 a las personas que se creían seguras bajo el supuesto pabellón de Siam y las asesinaron.
Servicios Especiales se encargaron también del asesinato del barón Jacques de Borchgrave, un hombre de negocios con credenciales diplomáticas belgas, cuyo cadáver fue encontrado el 22 de diciembre de 1936 en las cercanías del cementerio de Fuencarral.
Salgado había ordenado su vigilancia ante la sospecha de que pudiera ser un espía de los "nacionales" y facilitara la deserción de los voluntarios belgas de las Brigadas Internacionales. El grupo que le controlaba lo siguió en una visita que hizo al frente para interesarse por estos voluntarios, y decidió secuestrarlo para luego finalmente asesinarlo.
Salgado fue sustituido en junio de 1937 por el policía David Vázquez Valdovinos, también socialista. Una de las primeras misiones de Vázquez Valdovinos en su cargo fue acompañar al general José Miaja a la Oficina de Control de Nóminas de la Dirección General de Seguridad, en Alcalá 82, donde se custodiaban los ficheros de militantes y simpatizantes de los partidos u organizaciones de derechas. Estos ficheros eran puestos a disposición de los miembros de las checas para que eligieran a sus víctimas.
Allí, el presidente de la Junta de Defensa de Madrid ordenó que se le entregaran "para recuerdo" la ficha del general Vicente Rojo y la suya propia que allí se conservaban, y en las que figuraban como militantes de la derechista Unión Militar Española (UME) antes de la contienda.
Los funcionarios que fueron testigos de la entrega de ambas fichas a Miaja firmaron ese mismo día un acta, que se conserva en el archivo de Salamanca, en prevención de que alguien pudiera pedirles responsabilidades por la desaparición de esos significativos documentos de los archivos utilizados para la represión contra los derechistas.
La Oficina de Control de Nóminas, junto con la checa de Bellas Artes, después denominada de Fomento, más los "consejillos de investigación" de las comisarías y las Milicias de Vigilancia de Retaguardia, responsables de escoltar las sacas de presos de las cárceles madrileñas para después asesinarlos en Paracuellos del Jarama y Soto de Aldovea, fueron instrumentos creados en las circunstancias bélicas de 1936 por el Ministerio de Gobernación, con sede en la Real Casa de Correos, para coordinar y hacer más efectiva la "limpieza" de retaguardia. Lo de la represión "incontrolada" en el Madrid frentepopulista es una versión insostenible.
La imagen del ministro Torres, denunciando las violaciones a los derechos humanos allí padecidas por los opositores a la dictadura franquista, pero posando para ello sobre la azotea de una checa criminal que sirvió a las órdenes del Gobierno presidido por otro socialista, es una despiadada burla, quiero pensar que involuntaria.
Pero no es sólo una burla para los miles que sufrieron el terror de aquel sangriento otoño madrileño de 1936, sino para todas las víctimas de crueles atropellos a la vida, la libertad y la dignidad. Por la sencilla razón de que olvidar a unas víctimas es olvidarlas a todas.
Pedro Corral es autor de Vecinos de sangre y ¡Detengan Paracuellos!, sobre la Guerra Civil en Madrid.
