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Adrià Pérez Martí

'Dalloway', una de las grandes novelas de Virginia Woolf

Noventa y un años desde su publicación, sigue siendo un libro complejo e innovador, una de las grandes novelas de Virginia Woolf.

La Señora Dalloway es una de las grandes novelas de Virginia Woolf y de la literatura universal. Noventa y un años desde su publicación, sigue siendo un libro complejo e innovador. La recompensa de destinar un trozo de nuestra vida a su lectura no es sólo disfrutar de su lectura, sino adentrarnos en la compleja mente de quien la escribió, y de su particular visión de la vida… y la muerte. Y aunque parezca que la historia vaya saltando de pensamiento en pensamiento y no haya apenas trama, la novela premia la capacidad de comprensión del lector dándole la oportunidad de extraer una rica variedad de temas.

Entonces, ¿qué utilidad puede extraerse y qué temas podemos encontrar y llevarnos después de su lectura? Una visión de la subjetividad extrema de la realidad, los pensamientos que se viven en un amor imposible y un amor leal, distintas variantes de la soledad, el ensalzamiento (casi zen) de la vida a través de los detalles, de lo cotidiano y de lo aparentemente superficial como respuesta, precisamente, a las limitación de la vida que nos toca vivir, o la prepotencia intelectual y física y su poder destructivo en una personalidad débil. Y, finalmente, el lector podrá aproximarse al espinoso tema de la locura y el suicidio, un camino que, desgraciadamente, recorrió también la autora.

La vida como un proceso subjetivo

La innovadora técnica narrativa empleada por Virginia Woolf en esta novela nos muestra una realidad a través de los pensamientos de cada personaje. No se muestra organizada por alguien que describa sistemática y coherentemente el entorno. El lector puede asomarse a una pequeña muestra de la realidad vista como un proceso, la vida no como una sucesión ordenada y lógicamente, sino moldeada y conformada por la suma de todos los pensamientos que ocupan la mente de las personas que existen.

El libro resalta la importancia de los pensamientos aparentemente más intrascendentes, pues estos también ocupan una buena parte de nuestro tiempo y, mezclándose con recuerdos, instintos, pulsiones o sensaciones, pueden llegar a guiar a la parte más racional de nuestra mente y, por ende, el rumbo de nuestra vida.

Por tanto, no es sólo una sucesión de conciencias en movimiento, sino ser algo más conscientes, y sentir, a través de la lectura de la obra, que la realidad es un proceso, dinámico, descentralizado y muy complejo. Y lo es, en parte, porque nuestra personalidad también es proceso, cambiante (por ejemplo cuando Peter Walsh reflexiona sobre su identidad y cómo ha cambiado alcanzada la madurez), que puede llegar a ser compleja en el sentido de albergar diferentes partes, diferentes identidades. Igualmente, el libro nos muestra que debemos descubrir la personalidad de quienes nos rodean en un proceso, para apreciar sus características, formulando inconscientemente prejuicios que, si no son modificados, nos confunden. El claro ejemplo es la tarea que debe hacer el propio lector para descifrar la personalidad de Clarissa Dalloway, a la que no se termina de conocer, podría decirse, ni siquiera finalizada la novela.

El amor imposible

¿Qué se piensa y qué supone vivir enganchado sentimentalmente a quien se amó y continua amándose, con el que es imposible estar? Si el lector no lo ha vivido, puede aproximarse a ello a través de Peter Walsh y Clarissa Dalloway, entre los que hay amor, especialmente por parte de él, pero de manera desequilibrada. Sus personalidades, incompatibles para la convivencia, propiciaron la ruptura. Desde entonces, Clarissa guardará cierta pena y angustia, y también soledad aun estando casada con un (aburrido) político. ¿Habría podido vivir con una persona como Peter? (La vida como búsqueda de la propia identidad, un recuerdo nostálgico del pasado, que nos moldea ahora.) No, porque la visión del matrimonio para la escritora inglesa no es sólo el amor, sino el difícil equilibrio entre compartirlo todo y meterse en todo lo del otro, cosa "intolerable", y la tolerancia hacia la independencia del otro, pues de lo contrario se corre el peligro de abandonarse a uno mismo. Es esta independencia lo que motivó la ruptura, pero también trajo la angustia y el recuerdo.

Clarissa y Septimus: un modo de vivir y de morir

Decimos que los libros contienen microcosmos para el lector. En este caso, sólo los dos personajes centrales, Septimus Smith y Clarissa Dalloway lo son en sí mismos. La locura, la depresión: ¿qué es el tormento interno, la angustia, el aislamiento propio, la vaciedad interior...? Conceptos y estados mentales a los que el lector podrá asomarse con la figura de Septimus Smith, un veterano de la I Guerra Mundial que ha degenerado en la locura, devastado por lo que sufrió allí, especialmente la pérdida de su amigo Evans -en realidad, la locura de Septimus es la propia locura de Woolf que ella describió (voces, angustia…).

Lo interesante es que Septimus y Clarissa están conectados por tener problemas parecidos a los que aplican, sin embargo, soluciones diametralmente opuestas. Esta conexión entronca con la concepción de la personalidad de la propia autora (según su diario y su marido), que las concebía como una suma de varios "yo" o varias identidades, motivo por el que, se sabe, dividió al personaje principal en estos dos.

En ese contraste y paralelismo entre Clarissa y Septimus, ella es una dama de la alta sociedad atrapada en su imperfecta, y en parte desagradable, situación vital. Ante esto opta, no por grandes proyectos, sino por centrarse en organizar una fiesta ese día de junio, salir al parque, comprar unas flores, sentir la calidez del sol, ver el trajín de la calle, de las personas, en ser feliz por el mero hecho de vivir y amar los detalles, aunque sean aparentemente superficiales. Y más que centrarse, llega a concentrarse en retener los instantes de la vida, por ejemplo, cuando va a vestirse en su habitación: "[...] se sumió en el mismísimo corazón del momento, lo dejó clavado, allí, el momento de esa mañana de junio [...]". Todo lo contrario que Septimus, que no opta por esa sensibilidad para imponerse a sus problemas. De hecho, no siente, ni siquiera la muerte de su amigo Evans en la guerra. Clarissa llega a sentir la muerte de Septimus, a quien ni siquiera conocía. Es decir, los dos tienen en común ciertos estados mentales, pero optan por aplicar diferentes visiones, mostrándonos que la capacidad de sentir limitada puede ser un recurso para enfrentarse a la vida, pero también es peligroso en grado extremo: deshumaniza, aísla del exterior, del mundo, y ensimisma a la persona en la vaciedad, como al desdichado Septimus, y como a más de un profesional o político.

La soledad es algo que comparten ambos personajes, pero de maneras distintas. Septimus está solo en la depresión, en sus embarrados pensamientos y su aislamiento. La soledad de Clarisa es una insatisfacción vital, con un marido correcto pero aburrido y ausente, incapaz de expresarle el afecto que necesita. Pero mientras Clarissa apuesta por abrirse al exterior y comunicarse aunque sea en una fiesta charlando brevemente con los invitados, Septimus opta por un camino tortuoso y depresivo, que no le deja más que la muerte como única escapatoria. Y es que, siendo tan opuestos, ambas personas tienen cierta visión en común: la propia Clarissa entiende (¿también Woolf?) el suicidio de Septimus porque lo ve como un escape, una manera de preservar la propia integridad, de comunicar al resto que no se puede ser como se desea, aunque ella sí elija comunicarse, con el mundo, en una fiesta. Septimus encuentra el abrazo en la muerte lo mismo que Clarissa encuentra el abrazo, o la recarga de sus reservas espirituales, en una fiesta, en lo que le rodea.

La estúpida prepotencia y fatal arrogancia

El libro trata el espinoso y complejo asunto de las enfermedades mentales. Los tratamientos médicos en ocasiones se mueven por modas (sobre todo en éste ámbito), y ante las dificultades de Septimus para comunicarse y su aislamiento depresivo, él y su mujer obtienen una receta invasiva. La novela muestra la prepotencia intelectual y física de unos profesionales (lo de menos es que sean médicos) de espaldas a la persona con quien tratan (al paciente), que no lo consideran, y que tratan de romper, por la fuerza de la arrogancia y la violencia física, el único nexo de unión de Septimus con la vida, que es la escasa comunicación de éste con su leal mujer. Es un claro ejemplo de los dañinos efectos de la incomprensión al que sufre y cómo sufre, el dolor, y la estupidez cruel sobre una personalidad quebrada.

Es también la ejemplificación en lo concreto e individual de esa característica más general de la fatal arrogancia denunciada por el gran pensador Friedrich Hayek. Un poder destructivo, una autoridad invasiva (por la fuerza, el status, etc.) sobre una personalidad vulnerable, psíquica o físicamente, que aplica lo mismo que están causando aquello que pretende sanar, provocando consecuencias impensadas y unos resultados, desastrosos: el alejamiento social de Septimus, su locura y su trágico final. Es esta intervención, ese intento de intrusión en la mente de Septimus, su mundo y la comunicación con su mujer, lo que termina empujándole, como mecanismo de protección, de preservación de la identidad existencial, hacia el suicidio. Una reacción apiadada y comprendida por la propia Clarissa, que sin conocer apenas al médico, intuye su perversión: "oscuramente malvado", ocupado de "violar el alma, exactamente", de manera que "hacen intolerable la vida, los hombres así.".

En definitiva, una novela de la que extraer innumerables temas con los que enriquecer y vivir más intensamente nuestra vida.

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