Muchos lectores europeos seguimos con pasión las novelas del comisario Montalbano, escritas por Andrea Camilleri. También poseen gran interés sus otras obras. A esta línea pertenece el thriller político El caso Santamaria, que acaba de traducirse al español. Mi juicio se resume fácilmente: lo comencé y no me levanté de la silla hasta haberlo concluido. (No es algo que me suceda frecuentemente).
En un cálido verano romano, en la actualidad, Mauro prepara un informe técnico sobre la Banca Santamaria (en italiano, junto y sin acento), sospechosa de graves irregularidades. Su mujer y su hijo se han ido de vacaciones a la montaña. Él tiene 47 años, es un perfecto funcionario: serio, trabajador, honrado, racional. Pero la plácida regularidad de su vida cotidiana comienza a verse interrumpida por una serie de episodios insólitos: aparece una hermosa mujer, le sigue un motorista, surgen anónimos, le acusan de robar una cartera en el autobús... Parece evidente que la suma de todo esto no es fácil atribuirla a la casualidad. El horror comienza a rodearlo. Pero el relato no es kafkiano, simbólico, sino realista y las fuerzas que actúan apenas se esconden: la corrupción general envuelve a Bancos, políticos, prensa, burócratas, policías... Camilleri no deja resquicio a la esperanza.
Formalmente, se trata de una novela clasiquísima, escrita con sencillez, con finura psicológica, con inteligencia. Abundan los diálogos, el ritmo es creciente y atrapa al lector en una especie de marea hasta que es engullido por el gran agujero negro de la maldad. La podían haber firmado Guy de Maupassant o Georges Simenon. Funciona a la perfección, dentro de los límites que se ha impuesto. Daría lugar a una interesantísima película.
La anécdota es que Camilleri publicó esta novela hace un par de años, cuando cumplía 89 años. (Acaba de sacar otra en Italia, Noli me tangere, superados ya los 90). Conservarse, a esa edad, tan en buena forma produce sorpresa y envidia (y, quizá, nos hace concebir alguna ilusión).
Muchas veces se ha dicho que el auténtico realismo narrativo no consiste en contar hechos sucedidos realmente (que, a pesar de eso, pueden ser muy inverosímiles) sino en inventar sucesos que resulten creíbles. Absolutamente verosímil y creíble, en la sociedad actual, es el infierno que sufre el pobre Mauro Assante. La buena literatura sirve, entre otras cosas, para ayudarnos a abrir los ojos a la realidad. El acongojado lector sólo puede repetir la muletilla de Juncal: "Tomo nota".
Andrea Camilleri: El caso Santamaria, Barcelona, ed. Destino, col. Áncora y Delfín, febrero de 2016, 189 págs, 15 euros. ISBN: 978-84-233-5063-6.