
Juan Marsé, Premio Cervantes del 2009, es, probablemente, el mejor narrador español vivo. En esta sección he ido recomendando sus últimas novelas: Rabos de lagartija, Canciones de amor en Lolita’s Club, Caligrafía de los sueños y Noticias felices en aviones de papel, del año pasado. Superados los 80 años, acaba de publicar otra novela, Esa puta tan distinguida, plenamente fiel a su mundo: la posguerra, su barrio barcelonés, los personajes que se buscan la vida, aquellos cines...
En enero de 1949, Carol, una prostituta, fue asesinada en la cabina de proyección por su amante, un operador cinematográfico, mientras en la pantalla se reponía Gilda. Años después, en 1982, le encargan a un novelista (trasunto del autor) que investigue aquella historia para escribir el guión de una película.
Antes de nada, aclaro el título. No se refiere a la prostituta asesinada – nada distinguida – sino a la verdadera protagonista de la novela: la memoria, con todas las trampas y los tesoros que nos ofrece. Cita Marsé a Herder: "El único paraíso del cual no podemos ser expulsados". Pero siempre dual: puta –distinguida, flor– venenosa. En todo caso, más interesante que la verdad y más compleja porque "recordar es interpretar". El lema del personaje escritor parece ser el mismo de Marsé: "La realidad sólo existe si somos capaces de soñarla".
En lo que recordamos, ¿dónde está la frontera entre lo real y lo inventado? Imposible saberlo. A Fermín, el operador, se le confunden los recuerdos porque ya es mayor (el alzheimer acecha) y porque le sometieron a un brutal tratamiento psiquiátrico. Pero éste es también es un fenómeno colectivo: todos creen recordar un estriptis de Rita Hayworth que nunca vieron...
La introducción del narrador, en el relato, no es la ahora habitual – y tediosa – moda de la metaficción. Marsé se ha inventado un personaje, que tiene, eso sí, bastantes coincidencias con él mismo: sus gustos en música (Charlie Parker, Glenn Gould, Cole Porter) y en cine.
A través de este narrador, Marsé ajusta cuenta con el nacionalismo: "La verdadera patria del escritor no es la lengua, es el lenguaje" (p. 11). Con los viejos progres, que se quedaron con el puño siempre en alto: "Se le había agarrotado al empeñarse en la misma denuncia politiquera que le dio tanta fama" (p. 17).
Ajuste de cuentas con el cine español
Este esquema le sirve también para su personal ajuste de cuentas con el cine español, por el que siempre se ha sentido tan mal tratado. Ése será, sin duda, el aspecto más citado de esta novela: "El sonido de nuestras películas es de una insolvencia técnica clamorosa. Y la dicción de los actores no ayuda. No vocalizan, y los diálogos no se entienden. ¿O es que los técnicos de sonido son muy malos?" (p. 106). A eso se unen la fatuidad, la ignorancia, la rastrera persecución de la más barata comercialidad...
Ciertos lectores se divertirán con los personajes de clave: el productor Moisés Vicente Vilches (Andrés Vicente Gómez); el director Héctor Roldán (Juan Antonio Bardem, con su Muerte de un ciclista; Edgardo Marganos (Eduardo Manzanos); el psiquiatra Tejero Cámara (Vallejo Nájera).
También gasta bromas sobre la política catalana actual. En el programa de un espectáculo de variedades, en el Salón Guinardó, aparecen "Rufián y Tardá, afamada pareja de payasos volatineros y saltimbanquis", y "Pilar Rajola, contorsionista verbal y cómica radiofónica" (p. 131).
A estas alturas de su vida, ¿por qué no se va a divertir Marsé, inventando personajes humorísticos? Aquí, una criada con enciclopédicos conocimientos cinematográficos; una abuela, incansable nadadora; un matrimonio que se pelea por todo, en la sala de espera del médico...
También juega con algunas bromas para iniciados. Por ejemplo, la referencia a Irasema Dilián, la actriz brasileño-polaca que rodó, en España, Un drama nuevo, con Juan de Orduña, y, en Italia, Maddalena, cero en conducta, con Vittorio de Sica. Y algo más rebuscado. El programa doble, con Gilda, incluye una película de relleno, española, Flor en la sombra: creo que es la que se menciona en uno de los diálogos de El Sur, de su admirado Erice.
Las burlas y las veras
Junto a las burlas, las veras. Ante todo, la indagación sobre la literatura: cuantos menos adjetivos, mejor: la necesidad de contar historias; la búsqueda de la verosimilitud, no de la realidad, que no suele ser creíble...
No falta la autocrítica: "La persistente y castradora decantación ideológica del cineasta Roldán me tenía sin cuidado, tanto más cuanto que, en su día, también yo la había asumido" (p. 25). Y se adelanta a los que se queden en la cáscara de esta novela: "Un melodrama bastante sudado, una desmañada epopeya sobre el desesperado espíritu de sacrificio de una mujer, un relato infectado de sentimentalidad y con ribetes porno" (p. 139).
Al fondo, lo que hay es una identificación del narrador con sus personajes: como Galdós, se compadece, sufre con ellos. Lo mismo que el lector, fiel a este mundo, ambiguo y fatalista; a este barrio, del que Marsé nos ha hecho vecinos.
Juan Marsé: Esa puta tan distinguida, Barcelona, ed. Lumen, abril 2016, 235 págs, 21’90 euros. ISBN: 978-84-264-0279-0-.