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'Ya sabes que volveré': una reserva moral inconmensurable

Mercedes Monmany analiza la obra de tres escritoras judías asesinadas en distintos momentos y con distintas edades, en Auschwitz. 

Lo primero que se encuentra el visitante del Museo del Holocausto Yad Vashem, en Jerusalén, es una proyección que, bajo el título El mundo que fue, muestra escenas de la vida en las comunidades judías, antes de la furia que las borró del mapa europeo. Las imágenes recrean una atmósfera que sobrevive al tiempo: fiestas, ceremonias, calles y ventanas llenas de gente, miradas que sonríen en blanco y negro. Imágenes fuera del tiempo, como los nombres de cada una de las víctimas en el desfile sobrecogedor de la Sala de los Nombres, o como los rótulos grabados en las piedras del Valle de las Comunidades.

Eternizar la memoria y devolver la vida a través de la palabra es también el propósito central del libro de Mercedes Monmany Ya sabes que volve(Galaxia Gutenberg, 2017). La autora, ensayista y crítica literaria, analiza la obra de tres escritoras judías asesinadas en distintos momentos y con distintas edades, en Auschwitz: Etty Hillesum, holandesa, muerta a los 29 años; Gertrud Kolmar, muerta a los 48 años; e Irène Nemirovsky, que murió a los 39. La primera es conocida por un Diario y por su correspondencia. Gertrud Kolmar fue una destacada poeta alemana, berlinesa, prima del filósofo Walter Benjamin. La tercera, Irène Némirovsky, de origen ruso, fue una novelista famosa y admirada en la Francia de los años treinta; su popularidad se ha visto acrecentada en los últimos años gracias al fortuito hallazgo de la última obra que escribió, Suite francesa, poco antes de su deportación definitiva. En sus diarios, cartas u obras de ficción, estas tres autoras fueron anotando sus experiencias como mujeres y creadoras progresivamente acorraladas, deportadas luego, presas en distintos campos, hasta el dramático final. Se trata, por tanto, de una literatura que tiene como base la experiencia y el sufrimiento del Holocausto.

En el extenso prólogo del libro, y antes de los capítulos dedicados a cada una de estas autoras, Mercedes Monmany realiza un muy documentado estudio de la escritura testimonial hecha por hombres y mujeres judíos, en condiciones atroces. Imre Kertész le confería a esta escritura una entidad cultural propia, como recuerda Monmany: "Una cultura, unas obras y unos autores que ya para siempre se tendrían que estudiar de forma aislada e independiente, al tiempo que formaban parte indesligable de la cultura europea 'como experiencia negativa, generada en suelo europeo y en el corazón de la civilización occidental'".

Cualidades morales extraordinarias

El elemento común de esta escritura de la memoria lo constituyen unas cualidades morales extraordinarias. En primer lugar, la íntima obligación del testimonio. Monmany alude a lo que se ha llamado "retórica de lo indecible" para definir la dificultad de comunicar una experiencia que la razón no puede aceptar. La escritura del Holocausto por parte de las víctimas se sobrepuso a esa imposibilidad, o bien en los momentos del padecimiento, o tiempo después si se sobrevivió. La altura moral del empeño radica también en el vitalismo, en el afán de no sucumbir y en el rechazo del odio que se encuentra en la mayoría de testimonios.

La escritura sirvió también como refugio interior y como un reducto de humanización que los autores contrapusieron al precepto conceptual del exterminio: despojar a la víctima de su condición humana. En palabras de Robert Antelme, citado por Monmany: "No podemos convertirnos ni en bestia ni en árbol, no podemos, y los SS no consiguen que lo logremos […]; seguimos siendo hombres, moriremos siendo hombres. La distancia que nos separa de otra especie sigue intacta".

Y además del testimonio, está la literatura. En la segunda parte del libro, Monmany analiza la constelación de ideas, vida, símbolos y lenguaje de las autoras Hillesum, Kolmar y Némirovsky. Es el mejor homenaje a su obra, desde la profunda comprensión de los mecanismos de su escritura. Esta densidad literaria anula en parte la melancolía del "genocidio literario", concepto que Monmany expone en las primeras páginas del libro, un genocidio "que se llevaría consigo a los mejores genios futuros de la escritura y el pensamiento". Contra la sombría resonancia de los tiempos verbales, "Podía haber sido…", "Qué hubiera sucedido si…", que a veces acompaña al recuerdo, está la idea recurrente de la vuelta a través de la palabra escrita, que discurre en paralelo a la esperanza de los deportados: "Ya sabes que volveré".

Desde que Adorno pronunciara su célebre frase "No se puede escribir poesía después de Auschwitz", muchos pensadores y escritores han respondido a ella. Son respuestas que conciernen a la ética, a la Historia, a la Filosofía y a los límites de la escritura. Mercedes Monmany recorre esas respuestas como en un eco referencial de su propia obra, para encontrar en el homenaje, la memoria y la escritura lo que Kertész llamó una "reserva moral inconmensurable".

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