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Luis Alberto de Cuenca, el letrista de la Orquesta Mondragón

Reino de Cordelia publica Canciones Completas, una recopilación de todas las letras compuestas por Luis Alberto de Cuenca.

Como suele suceder, por muy grandiosas y románticas que puedan parecer en la mente de los fans ciertas colaboraciones, para los artistas, la mayoría de las veces, no son otra cosa que "un simple pasar el tiempo entre amigos, disfrutando de la vida y llenando las tardes con cosas divertidas que hacer". Al menos así describió Luis Alberto de Cuenca, por ejemplo, su relación con Javier Gurruchaga y con la Orquesta Mondragón, a quienes compuso la letra de varias de sus canciones más conocidas durante la década de los 80. "Entonces las canciones las concebí como un contrapunto lúdico de mi obra. Nunca pensé que iban a suscitar tanto interés, ni tantos estudios sesudos y maravillosos como los que han suscitado".

Aludía de esa manera cariñosa a Carlos Iglesias Díez, sentado a su vera durante la presentación de Canciones Completas (Reino de Cordelia), y principal responsable de la edición crítica de la obra que acaba de salir publicada. "Se trata de una recopilación completa, a diferencia de la que sacó Visor hace unos años, de todas las letras de canciones que ha compuesto Luis Alberto durante su trayectoria; pero con la peculiaridad de que todas esas composiciones vienen acompañadas de comparaciones con algunos de los poemas que escribió y publicó al mismo tiempo, de manera simultánea", explicó Iglesias. "Se establece así un juego de intertextualidades y semejanzas, a modo de espejos, que son muy interesantes y que ayudan a comprender mejor los grandes temas de la obra de Luis Alberto".

La historia de esta no tan conocida colaboración arrancó como suelen hacer los mejores acontecimientos de la vida: de manera totalmente casual e inesperada. "A Gurruchaga le conocía de la mili un amigo mío. Y de hecho fue él quien le avisó de que podía presentarle a un poeta que podía ayudarle con sus próximos proyectos musicales", explicó De Cuenca. "Javier venía de la escena underground, pero al parecer quería cambiar su estilo para atraer más a todos los públicos, y no sólo a mayores con reparos. En ese sentido nuestro amigo pensó que yo podía serle útil".

Así comenzó una amistad duradera y fructífera, repleta de música y juerga, que llegó y se asentó naturalmente. Uno de esos capítulos vitales que repasados desde la distancia se presentan como totalmente necesarios. Como si hubiese estado escrito que aquello tenía que pasar como pasó. "Los años de la Movida los viví con mucha alegría. El erudito acababa de sacar la oposición y gozaba de mucho tiempo. Fueron años muy libres", comentó nostálgico el poeta. "Pero también fueron años tristes, porque se me fueron muchos amigos por culpa de la droga". Aquel era un tiempo en el que la falta de pretensiones convivía perfectamente con la ausencia de temores. La libertad y la democracia acababan de llegar. "Realmente no existían razones para refrenar toda la energía que se había ido acumulando durante la dictadura… Y las drogas entonces, para los jóvenes, no representaban una amenaza seria".

Pese a todo, también fueron años de gozosa juventud y de satisfactorias sorpresas. "Recuerdo cuando de pronto fuimos un día a la Sociedad de Autores y nos dieron a tocateja 200.000 pesetas… Nosotros no habíamos visto tanto billete junto en nuestra vida, claro. Y salíamos entonces a desayunar de forma opípara, y a gastarnos nuestras ganancias. Gracias a las canciones tuvimos juerga gratis durante años". Era de suponer, como no tardó en confirmar el propio De Cuenca, que "se ganaba mucho más dinero con los derechos de las canciones que con los de los libros". "De hecho yo el único dinero que he hecho con mis poemas ha venido de premios, exclusivamente", subrayó.

Poemas y canciones

En el plano literario, De Cuenca no paró de restar importancia a sus letras durante toda la presentación. "Yo nunca había tenido un gran interés por la música", explicó. "Tampoco un gran desinterés… En mi obra siempre han sido más influyentes otras disciplinas como la pintura, el cine o el cómic". Sin embargo, la semejanza en los temas y en las estructuras entre sus canciones y sus poemas son evidentes.

"Carlos ha sacado comparaciones muy interesantes y llamativas de las que yo no era consciente", dijo entonces. "Lo que pasa es que en las canciones siempre hubo mucho menos esfuerzo retórico que en los poemas. Mis tardes con Javier consistían en intercambiar una secuencia musical por una escrita… Pero la escrita podía ser esa o cualquier otra. En los poemas eso no sucede así. Un verso encaja en el poema y sólo puede ser ese, sin una coma de más o de menos". La principal diferencia, entonces, quedó resumida en que "la letra de la canción va siempre subordinada a la melodía, pero en el poema surge de otra manera. Digamos que en la canciones la música viene de fuera del texto, y en los poemas de dentro".

Preguntado entonces sobre si aquellos años musicales influyeron de alguna manera en su obra, De Cuenca fue claro: "A nivel humano me influyó muchísimo, eso está claro. Pero a nivel artístico no creo que demasiado. Lo que más ha influido a mi poesía, que por aquel entonces estaba redirigiéndose hacia la 'Línea clara', fueron los palatinos helenísticos, los latinos y los provenzales, pero despojados de todo culteranismo. Fue ese momento en que abrí la ventana de mi despacho y noté la brisa que sacudía las calles y a las personas, y me di cuenta de que la vida estaba fuera de los libros. Ahí arrancó mi nueva poesía, que dejó de ser anárquica y centrada en la cultura, para tener estructuras más cerradas y vitalistas".

En cuanto al estilo, "el utilizar el humor para hacer pasar para todos los públicos temas que no lo son es algo que he hecho siempre en mi poesía. No es algo que aportasen las letras de las canciones. De hecho en cierto sentido, ese ha sido mi mayor esfuerzo de siempre por ir en contra de la corrección política, sin caer tampoco en el belicismo estéril".

Esa fue la poesía que enamoró a José María Sanz Beltrán, alias Loquillo, con quien comparte una "amistad imperecedera" desde que un día acudió a su despacho para pedirle musicalizar su obra. Así surgió Su nombre era el de todas las mujeres, el último disco con letras de Luis Alberto de Cuenca. "Aunque puede que el año que viene el Loco saque otra canción mía… Habrá que incluirla entonces en esta recopilación", concluyó el poeta.

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