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Rosa Belmonte

Los inconsolables

Los malos y los tontos ganan. Ante a la que hay que convencer que si les ofende cualquier mierda, a mí plín y no pasa nada. Estoy de acuerdo con Bret Easton Ellis.

Los malos y los tontos ganan. Ante a la que hay que convencer que si les ofende cualquier mierda, a mí plín y no pasa nada. Estoy de acuerdo con Bret Easton Ellis.
American Psycho | Cordon Press

Nunca he leído una novela de Bret Easton Ellis. Como la cabra del chiste comiendo celuloide, prefiero la película. Pero al leer entrevistas de promoción de su primer libro de no ficción me lo compré. Por ejemplo, decía que estaba leyendo las memorias del director de Manhattan y que no podía entender un mundo en el que el editor, por unos pocos millenials blandengues contrariados y Ronan Farrow, decida no publicar las memorias de Woody Allen. Y sobre Trump, asegura que no va a dejar que sacuda su vida o le haga infeliz. Su novio millenial se enfada y grita. "Le digo que se busquen un buen candidato y se buscan a Biden".

Blanco (Literatura Random House) es fruto del consejo de su agente. De que llevara su podcast al papel. De que escribiera sobre cultura o política y cómo la gente reacciona frente a ambas. También son memorias. Su infancia, el cine que veía, la libertad de los niños de los 70, las novelas que ha escrito, la Generación X, los millenials, la generación gallina (casi lo mismo), la corrección política, la cultura woke (la de los ofendiditos) o "la izquierda fascista desatada tras el triunfo de Trump". Ocho ensayos contra el totalitarismo de la estupidez.

El libro empieza con una cita de Janet Malcolm de esa maravilla que es El periodista y el asesino: "La sociedad media entre los extremos de, por un lado, la moralidad intolerablemente estricta y, por otro lado, la permisividad peligrosamente anárquica mediante un acuerdo tácito según el cual se nos concede margen para forzar las normas de la moralidad más estricta, siempre y cuando lo hagamos de forma discreta y silenciosa. La hipocresía es el lubricante que permite que la sociedad siga funcionando de forma agradable". Y, bueno, ya voy con Bret, que Moonlight se considerara una obra maestra (o peor, una película muy necesaria) no impide ver que no es más que "el forzado intento progresista de un artista heterosexual por presentar una visión particular de lo que significa ser gay". Y dice el gay Bret Easton Ellis que la descripción visual del deseo no es obra de una sensibilidad gay. El leer esto me acordé de Dolor y gloria. De la escena en la que el niño se excita con la visión del joven que ha ido a trabajar a su casa-cueva. Ahí sí hay una sensibilidad gay.

Claro que Easton Ellis es un hombre blanco privilegiado, pero eso no le quita perspicacia para ver el percal. Recuerda en el libro que en verano de 2016 la Universidad de Chicago mandó una carta a los nuevos alumnos avisando de que no se permitirían las "advertencias de contenido inapropiado" ni los espacios seguros. Que no se lanzarían campañas contra microagresiones y que los conferenciantes invitados podrían hablar sin que se les boicoteara porque una fracción del alumnado se sintiera victimizada. Advertencias de cajón en un mundo loquísimo. Eso me llevó a cuando el Reed College, universidad de artes liberales (sea esto lo que sea) de Portland, Oregón, invitó a Kimberly Pierce, la directora de Boys Don’t Cry, considerada la primera película que hacía un retrato adecuado de una persona transexual. Los protestantes pusieron sus carteles: "Fuck this cis white". Que le den a esa blanca cisgénero (atención al delito: alguien que se identifica con su sexo de nacimiento). Peirce intentó hablar pero la callaron y acusaron de haberse aprovechado de la violencia contra los trans. Además, había puesto de protagonista a Hillary Swank, que no es trans. Ya saben.

Hay otra cita importante en el libro, la crítica de Lee Siegel sobre Eyes Wide Shut: "A lo largo de la última década se ha hablado mucho, verdades y mentiras, sobre la empatía hacia el ‘otro’, hacia los que son distintos a nosotros. Pero nadie se ha detenido a pensar sobre la otredad de la obra de arte (… ) Y para que el arte te pille por sorpresa, tienes que rendirte al poder de otro mundo, el mundo del arte, y al poder de otra persona, el artista. Sin embargo, en nuestra sociedad (…) todo nos anima a no abandonar nuestros intereses ni por un momento, nos asegura que las única formas de expresión cultural en las que podemos confiar son las que nos aportan una gratificación instantánea, información útil o un reflejo de nosotros mismos. De modo que nos inunda la clase de arte que menosprecia la atención, que nos habla de cotidianidades y concuerda con nuestra personalidad".

Da miedo pensar que la sociedad que Blanco describe (y de la que se ríe) es la misma que la nuestra. La del fascismo pueril donde los puntos de vista contrarios se consideran inmorales, machistas, racistas, tránsfobos o lo que toque en cualquier momento. Donde hay que pelear la libertad de expresión. Habla el autor de la pataleta constante de los inconsolables (parecen peores que los deplorables de Hillary Clinton). "La política identitaria de cualquier tipo tal vez sea la peor idea de nuestra cultura y, desde luego, una idea que alienta la expansión de la derecha alternativa…". Se parece todo demasiado a nuestras tabarras.

Lo malo es que leo esto y me pasa lo que reprocha la crítica de Eyes Wide Shut, que estoy de acuerdo con Bret Easton Ellis. De una manera muy primaria y vulgar. Y lo peor, que mire donde mire (Estados Unidos o España) veo que los malos y los tontos ganan. No me refiero necesariamente a las elecciones. Son esos a los que no puedes convencer de que el que ellos no encuentren algo divertido no quiere decir que un cómico no pueda decirlo. Que si a ellos les ofende cualquier mierda, a mí plin y no pasa nada. Puede que Patrick Bateman describiera los delirios de una época pero ahora tenemos otros. Y ni una sierra mecánica acaba con ellos.

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