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'La librera y el ladrón', la novela que destapa el turbio y rentable negocio del mercado negro de libros

Oliver Espinosa debuta en la literatura con una historia sobre el valor de los libros y la obsesión por conseguir ejemplares únicos.

Se dice que "no hay nada más valioso que un libro" pero esta afirmación, pervertida, nos conduce hasta un oscuro callejón frecuentado por personajes poco recomendables, capaces no solo de robar sino de mutilar —por dinero, por capricho o por poder— libros únicos. El amor por los libros se denomina bibliofilia, pero aquí, hablamos de bibliocleptomanía.

El mercado negro de libros, del que España no se salva, es tan turbio como rentable. Un anticuario británico fue condenado a ocho años de cárcel por robar un ejemplar de First Folio, la primera recopilación de obras teatrales de William Shakespeare, valorado en casi 18 millones de euros. William Jacques, apodado Tome Raider, robó libros de bibliotecas del Reino Unido por valor de más de un millón de libras. Blumberg actuaba en Estados Unidos. Sustrajo unos 23.600 títulos, valorados en 5,3 millones de dólares. La lista de grandes ladrones de libros es tan larga como asombrosa.

¿Qué lleva a alguien a robar un libro? "Hay quien roba porque quiere completar una colección, pero ese libro no está en el mercado. Otros no quieren pagar su precio. Otros, para revender. Hay quien roba por pura obsesión", nos explica Oliver Espinosa (Valencia, 1985), autor de La librera y el ladrón (Planeta), una historia que nos adentra en este turbio mercado.

"Hay grandes empresarios, personas con mucho dinero que podrías pensar que no tienen ninguna necesidad de meterse en un lío como ese y se meten, por afán de coleccionismo o amor a los libros. El tema de la obsesión por un libro es uno de los que trata esta novela. Hay muchos casos documentados de personas que se han pasado años robando para coleccionar. Tenían guardados los libros y no hacía nada con ellos".

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Oliver Espinosa

Abogado de profesión, Espinosa conoció este mercado a través de uno de sus casos. Al hablar con gente del mundillo, descubrió todos los precedentes que existían y se abrió paso ante él una realidad que quiso explorar en la ficción. La librera y el ladrón nos habla de la pasión por los libros, en su más amplio sentido. Pol, tras pasar la adolescencia en reformatorios, se convierte, por una carambola del destino, en ladrón de libros. Para sus negocios, contará con la complicidad de una librera, Laura. Ahogada por las deudas y acosada por los prestamistas, se ve obligada a vender la joya que heredó de su padre: una copia manuscrita del primer canto del Inferno de Dante, fechado en el siglo XV.

Esta novela resulta muy reveladora acerca del valor de los libros y cómo se cuantifica el precio de manuscritos, ediciones prínceps o libros firmados. Algunos de los títulos mencionados son reales y otros pertenecen al imaginario del autor. "El fantasear con un libro no significa que no exista, puede que simplemente no se haya encontrado", matiza el escritor.

Cómplices

"Es común –dice Espinosa– que sean personas del mundo del libro las que intervengan en este mercado negro. Conocen el valor de un libro, por su contenido, su historia, su estética, su firma… Es la contradicción de amar a un libro hasta el punto de hacer una fechoría así". Encontramos un ejemplo clamoroso en Nápoles. Marino Massimo De Caro era el director de la Biblioteca Girolamini, una de las más importantes del país, cuando se constató la desaparición de 1.500 libros, entre ellos, ediciones centenarias de Aristóteles, Descartes, Galileo y Maquiavelo, una edición única de la Enciclopedia de D´Alembert y Diderot o el original de La Divina Comedia. Se destapó una trama digna de la mejor novela de intriga en la que De Caro era el máximo responsable. Llegó a falsificar un título de Galileo que pasaron por alto varios expertos.

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Biblioteca Girolamini | Wikipedia

Libros mutilados

En manos de equivocadas, una joya de papel puede sufrir su expoliación, es decir, la mutilación de alguna de sus partes: "Hay libros que lo valioso, en cuanto a lo económico, son sus mapas o grabados. Hay libreros y anticuarios que te cuentan que no pueden vender el libro como tal, pero cortando los diez o veinte grabados que contienen y vendiéndolos por separado, se saca más dinero. Para los que se dedican a sustraer este tipo de artículos, es más fácil vender un mapa que un libro. Es una paradoja".

En España ocurrió un caso sonrojante. Desaparecieron de la Biblioteca Nacional dos mapamundis grabados e ilustrados que formaban parte de la edición incunable de 1482 de la obra de Ptolomeo Cosmografía. Otras hojas también fueron arrancadas de cuatro ejemplares de los siglos XVI y XVII. Le costó el puesto a la por entonces directora, Rosa Regás. La investigación concluyó que el culpable era un ciudadano español de origen uruguayo y residente en Argentina, de 60 años.

Delito de receptación

"Existe el delito de receptación", alerta el autor. "Evidentemente, hay mucho intermediario que se tapa los ojos. Si tu negocio es revender y te surge una oportunidad de negocio muy buena, haces una verificación rápida y miras para otro lado. Es un problema de moral".

Por suerte, existen controles: "Existe la Liga Internacional de Libreros Anticuarios, que opera en la mayoría de países occidentales y que lleva un registro sobre los libros. Los miembros, se supone, antes de hacer una compra, verifican si está en el listado de libros robados o desaparecidos. También colaboran con las autoridades. Hay otros países, como Arabia Saudí o Rusia, que no tienen controles. Si hay libros que son difíciles de disfrazar, no se mueven en el mercado de occidente porque es bastante transparente".

Oliver Espinosa. La librera y el ladrón. Planeta, 2020. 336 páginas. 19.90 euros.

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