Gustave Flaubert (1821 – 1880) es uno de los grandes novelistas realistas franceses de la segunda mitad del siglo XIX y uno de los grandes narradores de todos los tiempos.
Se acaban de publicar en España dos libros nuevos sobre Flaubert muy interesantes. Por un lado, El hilo del collar: correspondencia (Alianza), que reúne primera vez en español una selección de la enorme correspondencia de Flaubert con amigos, colegas, amantes y otras relaciones.
Se conservan 4.500 cartas, aunque escribió muchas más, y son extraordinarias. Habla de la pasión por escribir, de sus amores, de amigos... Resulta muy interesante para apasionados de Flaubert y estudiosos.
Por otro lado, Flaubert y el viaje a Oriente. La fuente de todos los sueños (Fórcola), de Fernando Peña. Es muy interesante porque en octubre de 1849, cuando apenas tenía veintiocho años, Gustave Flaubert inició el viaje de sus sueños y durante dos años, y acompañado de su amigo el escritor, viajero y fotógrafo Maxime Du Camp, tuvo la oportunidad de conocer Egipto, Tierra Santa, Constantinopla, la Grecia clásica y finalmente a Italia, en un periplo que duró dos años, hasta junio de 1851.
A lo largo del viaje, Flaubert mantuvo una actividad literaria constante, plasmada tanto en su numerosa correspondencia, que mantuvo con su madre, su hermano Achille, su tío Parain, el doctor Jules Cloquet o su amigo Louis Bouilhet, como en sus notas de viaje y en numerosos cuadernos.
Pero lo recomendable es, sin duda, leer al propio Flaubert. Recomendamos tres obras maestras.
En primer lugar, Madame Bovary que tradujo Consuelo Berges, (Alianza Editorial, Libro de Bolsillo). Como La Regenta o Ana Karenina, cuenta la historia de una mujer insatisfecha. Le hicieron un proceso por inmoral porque le atribuían a Flaubert lo que piensa Madame Bovary, es decir, el estilo indirecto libre.
En segundo lugar, Bouvard et Pécuchet (Planeta), una obra póstuma en la que muestra su obsesión por la "bêtise", la estupidez universal.
En tercer lugar, Diccionario de lugares comunes (Edaf), con traducción y prólogo de Pedro Provencio. Fue publicado en 1911 y resulta clave para entender toda su obra. Denuncia de tópicos, la rutina mental en todos los ámbitos. Es también una crítica social del burgués satisfecho, del ignorante.