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Sandra Aza: "La Inquisición condenaba a la hoguera, pero los tribunales civiles además a degüello y a la horca"

Abogada de pleitos, debuta en la literatura con Libero de sangre, un thriller histórico en el Madrid del Siglo de Oro.

Abogada de pleitos, debuta en la literatura con Libero de sangre, un thriller histórico en el Madrid del Siglo de Oro.
Sandra Aza, autora de 'Libelo de sangre' | Javier Ocaña
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Libelo de sangre (Planeta) es un libro en el que, desde las primeras páginas, se presagia el tormento que envolverá a cada uno de los personajes. Sin embargo, se disfruta porque cómo no deleitarse con el Madrid del Siglo de Oro. Sandra Aza debuta en la literatura con este thriller histórico que comienza en el invierno de 1621, el último año del reinado de Felipe III, cuando el esplendor del imperio está dando paso a la decadencia del XVII.

Un inoportuno cambio de identidades, la obsesión por la venganza y un testamento que no conviene que salga a la luz son las tres patas de una silla que aguanta estoica a base de buenos secundarios y la ambientación del Madrid de Lope, Góngora y Quevedo. Aza busca la congoja del lector sin recetas fáciles, con personajes bien definidos y una trama interesante que gira en torno al proceso inquisitorial, un interés que le nace de su profesión de abogada de pleitos. "Siempre me ha fascinado el Tribunal de la Santa Inquisición y quería saber qué había de verdad y qué de mentira sobre todo lo que nos habían contado sobre los procedimientos. Ni nos han contado toda la verdad ni es verdad todo lo que se nos ha contado", cuenta la escritora a Libertad Digital. "Decidí recrear un procedimiento inquisitorial tal cual se sucedía, sin entrar en disquisiciones valorativas ni en prejuicios", añade.

El protagonista, un joven de 13 años, se pone como objetivo en la vida restituir el honor de sus padres y hallar justicia tras un libelo de sangre, una falsa acusación que recaía sobre los judios y que les imputaba la realización de rituales con cristianos. Solían surgir en los mentideros de la Villa, "la antigua fábrica de fake news".

"Quien quisiera gestar un chisme únicamente debía plantarse en las gradas, lanzar un barrunto al aire y esperar que medrase a certeza, lo cual, tarde o temprano, ocurría".

"El protagonista, por amor a sus padres, es capaz de todo", adelanta la autora. Dos pícaros le enseñan a sobrevivir a ese Madrid oscuro, sucio y peligroso y "le brindan una amistad de verdad, esa que lo da todo sin pedir nada a cambio".

Libelo de sangre

Hacer frente a una acusación de este tipo suponía dárselas de bruces con la ley. La Santa Inquisición no era "más temida que otros tribunales". "La pena capital estaba legalizada y se sabía que te podían condenar a muerte. En la jurisdicción civil también se ejecutaba con hoguera, como en la Inquisición, pero además tenían el degüello y la horca. El tormento, la cuestión de la tortura, también estaba en la jurisdicción civil. Era un medio probatorio", explica.

En este sentido, y como ya es bien sabido, España no fue más cruel que el resto del continente. De hecho, "hubo Inquisición en toda Europa, pero en contra de todo lo que se ha dicho, la española era muy legalista, estaba estrictamente reglamentada y según ley, algo que no ocurría en el resto de países". Según Aza, "todos los procesos inquisitoriales de España eran transcritos y, por eso, se ha podido saber que no hubo más de diez mil muertos en más de tres siglos y medio. No se sabe el número del resto. En París, solo en la Noche de San Bartolomé, hubo tres mil muertes. Es momento de quitarse el sambenito que lleva España".

Sandra Aza muestra distintas caras de la Iglesia, la de las religiosas que tratan de encaminar a las almas perdidas a base de palos y la de las que se dejaban el alma con los huérfanos. Aparecen tres clérigos de la Ronda del pan y el huevo, una compañía que toma su nombre de las viandas que repartía a los más necesitados: "Era una institución tan entrañable que tenía que estar en la novela. Quería contar cómo recogían a los bebés, cómo funcionaban los tornos y qué hacían las monjas entonces. Había niños abandonados en el río, en las fuentes…por eso muchos se llamaban De la Fuente o De la Puerta, haciendo referencia al sitio donde fueron recogidos. La Ronda del pan y el huevo estaba muy involucrada con la Inclusa. Las monjas no daban a basto y daban a los niños para la crianza externa. Venían a por ellos de Guadalajara o Toledo, y decían que habían más incluseros que oriundos allí".

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Sandra Aza, autora de 'Libelo de sangre' - Javier Ocaña

La novela está embellecida por palabras, dichos y frases hechas de la época, con referencias continuas al por qué de la nomenclatura de calles o plazas. "Demuestra la riqueza del castellano", defiende Aza, un idioma plagado de "bellísimas expresiones en desuso". Este ha sido su particular homenaje a este maravilloso Madrid del Siglo de Oro en el que "hasta se puede insultar de forma muy elegante". "Era un Madrid vibrante, efervescente, muy duro de vivir pero fascinante. Estaban todos los grandes. Los mentideros eran paritorios de coplillas. Hasta para pedir limosna te hacían una poesía", cuenta.

Libelo de sangre alcanza las 800 páginas, toda una osadía para un novela de debut. "Me he dejado la piel y la vista. Empecé con dos dioptrías y he acabado con cinco", bromea. Aza ya está dando los primeros pasos para la que será su segunda novela.

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