
En un Madrid dispar, luminoso, de tertulias, cafés, teatros y cabaret, la miseria y el hambre empujaba a muchos a levantarse en armas contra Isabel II. La sangre corría en la capital mientras que en una Cuba incluso más próspera que la metrópoli- gracias al cultivo de la caña de azúcar y tabaco-, otros tantos clamaban por la abolición de la esclavitud. En este violento siglo XIX se ambienta El infierno (Planeta), el nuevo thriller histórico de Carmen Mola, una novela cargada de personajes idealistas y de diablos con apariencia humana. Paseamos por La Habana con Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, los tres escritores que se esconden (o se escondían hasta 2021) bajo el seudónimo de Carmen Mola, para conocer más detalles.
"A Carmen Mola le gusta la exploración de la violencia y los años 60 del siglo XIX fueron muy violentos. También lo fue la esclavitud en La Habana. España tiene el oprobio de ser el último país europeo en abolir la esclavitud. A nuestros personajes los metemos directamente ahí", nos adelanta Antonio Mercero. "Cuando buscas una historia, buscas ambientarla en un momento conflictivo. Eso es lo que maneja las historias. Si todo va bien, las cosas no funcionan en la ficción. Para que exista literatura tiene que existir conflicto", opina Jorge Díaz.
Dicen que Agustín es el que mejor mata, Antonio le pone corazón a los personajes y la ambientación histórica la aporta Jorge. El infierno sale al mercado con una tirada inicial de 400.000 ejemplares. Uno de sus protagonistas es un joven estudiante de Medicina de nombre Mauro, un "personaje que se mueve en un momento en el que en España hay revoluciones cada semana". "Prim hace como unas cuarenta revoluciones y el grito de guerra en España es 'Prim o libertad'. La gente está muy harta de Isabel II, de todos los escándalos financieros de la época. El ferrocarril no está funcionando cuando se ha invertido mucho dinero ahí, hay una crisis financiera terrible, cosechas muy malas, y la gente tiene que salir. Mauro es un personaje de su época y el siglo XIX es un siglo sanguinario. Es un idealista pero en el fondo piensa que la revolución hay que imponerla prácticamente a tiros", adelanta Díaz.
Durante la conocida como sargentada, Mauro se ve envuelto, junto a una bailarina llamada Leonor, en un homicidio involuntario. Huyen a una Cuba esplendorosa, de carruajes y casas señoriales, y de ingenios basados en la esclavitud. El modus operandi era bastante parecido al usado por las mafias que trafican con personas en la actualidad. "Los ingleses y los americanos estaban impidiendo que llegasen naves con esclavos desde África a Europa y se empezó a buscar otro tipo de esclavos. Se traían chinos bajo el régimen de colono asalariado, venían con un contrato pero al llegar a Cuba se les hacía pagar la deuda del viaje y la manutención. Los tenían años y años trabajando en los ingenios sin ser libres nunca", explica Jorge Díaz.
La novela contiene una reflexión sobre la igualdad. "También es violencia la capacidad de determinadas personas de creerse por encima de otras. Eso pasaba en Cuba con los esclavos y también en España, como reflejamos en la novela, con los señoritos y los campesinos. Esas dinámicas de poder tienen ese paralelismo. Hay unas clases dirigentes que tienen dinero y que obtienen sus riquezas gracias al sufrimiento de una clase que nace pobre", apunta Agustín Martínez.
Esclavos asturianos y gallegos
Aprovechando el desconecto de labriegos españoles y ante el sueño de una Cuba prometedora, el armador español Feijoo de Sotomayor, natural de Orense, embarca a españoles para paliar la carestía de mano de obra negra en los ingenios. "Descubrimos este hecho a través de una novela titulada Azucre. Se habían conseguido esclavos en el norte de España. Se traían gallegos y asturianos, con la excusa de que eran más trabajadores y eficaces que los negros. La violencia se ejerció contra ellos igual que con los negros", revela Díaz.
"Cuando se descubrió que había españoles tratados como esclavos, hubo un gran escándalo. Se hizo público y se les dio carta de libertad, pero se pasó pagina. La reina vivía en su burbuja", nos cuenta Martínez. "Feijoo de Sotomayor tuvo permiso del Gobierno porque tanto en Galicia como en Cuba se tomó como una buena idea que éstos viajasen, luego se descubre el engaño", apunta Díaz.
Los Carmen Mola consideran que el capítulo de la esclavitud en Cuba está poco tratado en la literatura, un asunto que no se puede juzgar con los ojos del siglo XXI pero sí se puede poner sobre la mesa. "España debe estar arrepentida de esa parte de nuestra historia aunque no tenemos que pedir perdón ni nada. Había muchas fortunas españolas que están basadas en el negocio de la esclavitud. La reina Isabel II tenía intereses en el mercado de esclavos cubanos, tenía un socio llamado Zuloeta, un terrateniente criollo. Parte de los beneficios le llegaban a ella", insiste Jorge Díaz. "En España, en 1812, muchos de los diputados que iban a las cortes a aprobar la Constitución iban con sus esclavos", añade el autor.
"No sé si hay que pedir perdón o buscar una reflexión. Sí que creo que no hay que escurrir el bulto a la hora de hablar de construir historias de ficción o sentir que es un tema tabú. La historia de España es muy rica en un montón de cosas y nosotros ahora estamos contando la esclavitud en Cuba. Hablamos de ella sin prejuicios pero no hacemos tesis en las novelas ni insinuamos que España tenga que pedir perdón. No creo que sea el cometido de un escritor", opina Antonio Mercero.
Hoy en día, en estas plantaciones azucareras aún se recuerda ese pasado esclavista. Incluso quedan restos de donde comían, dormían, eran castigados o pasaban sus momentos de descanso.
Violencia "carmenmola"
Esa es la "violencia institucional" pero la novela rebosa "violencia carmenmola". Un asesino en serie despiadado campea por la isla. Es ficción pero sus métodos están basados en hechos reales. Concretamente, en el inconcebible trato que una hacendada americana dispensaba a sus trabajadores en una plantación de algodón en Nueva Orleans: le abría la tapa del cráneo a sus esclavos por aburrimiento.
"La violencia es uno de los motores de las historias. ¿Por qué les interesa a la gente ese desorden de la normalidad? El hombre tiende al bien y no siempre es así, hay una trasgresión brutal de la norma platónica o el sentido común. Nos gusta consumir esas historias desde la comodidad del sofá sin que nos salpique la sangre", comenta Mercero. "Como escritores, estamos haciendo de la violencia nuestro principal punto de exploración".
La Cuba de hoy
La Habana esplendorosa de finales del siglo XIX se ha diluido por un régimen que aboca a sus ciudadanos a la miseria. No faltan grafitis de El Che y Castro mientras que los vistosos colores de antaño agonizan en fachadas desconchadas. Durante nuestro paseo por la ciudad, nos cruzamos con cubanos que presumen de raíces, de ser el resultados de esa mezcla de españoles, chinos, negros e indígenas. En los bares suena son cubano con canciones que nos son del todo conocidas. "Creo que estamos muy cercanos, Cuba es la colonia española que más cercana se ha sentido a España, también culturalmente. Quizás por ser la última. 'La Habana es Cádiz con más negritos, Cádiz es la Habana con más salero', que cantaba Carlos Cano", dice Jorge Díaz.
Frente a la catedral nos requieren señoras que leen las cartas, como las que aparecen en la novela, muy en boga en el siglo XIX. El folclore cubano que rodea la ciudad se funde en las páginas de El infierno con las tradiciones gallegas y africanas. Carmen Mola se recrea en la violencia, pero ambienta sus historias con espiritismo, música, teatro, historias reales y una trama bien urdida, de esas que parece imposible descifrar hasta que encaja cada pieza en su recta final.

