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Manuel Alejandro, 93 años: sus grandes canciones de amor inspiradas en su segunda esposa, como "Yo soy aquél"

El maestro jerezano publica sus memorias, donde recuerda sus inicios duros en Madrid, su amistad con Raphael y su vida entre España y América.

El maestro jerezano publica sus memorias, donde recuerda sus inicios duros en Madrid, su amistad con Raphael y su vida entre España y América.
El compositor Manuel Alejandro. | Jesús Hellín / Europa Press

Manuel Alejandro se decidió, al fin, a escribir sus memorias. Las del compositor de música popular más importante de España, al que todavía se le niega el premio "Príncipe de Asturias". ¿Era mejor concedérselo, años atrás, a Bob Dylan, que encima no se presentó a recogerlo?

Este maestro jerezano de noventa y tres años ha desarrollado su carrera entre España e Hispanoamérica. Centenares de canciones han surgido de su inmenso talento para artistas como Raphael, Rocío Jurado, Marisol, Plácido Domingo, Luis Miguel, Alejandro Sanz… Se resiste a jubilarse. Ha tenido una vida intensa: fracasó en su primer matrimonio, luego conoció al gran amor de su vida, la destinataria de muchísimas de sus canciones sentimentales, que murió en 2021 dejándolo completamente desolado.

Un "escribidor de canciones"

Estas memorias parten de su autodefinición como "escribidor de canciones", expresión que repite a lo largo de las cuatrocientas páginas del libro. No se atreve a llamarse compositor o letrista. Le da pudor. ¿Por qué? Él se preparó, pensando en su padre, gran músico, ingresando en el Conservatorio, llegando a concertista de piano, pero de música clásica, no la popular que cultiva. ¿Qué ocurrió? Una desafortunada caída practicando deporte dio al traste con ese deseo, al fracturarse uno de sus brazos, el derecho, de tal manera que eso le impedía ejecutar como él soñaba el pentagrama de los grandes maestros. No puede estirarlo desde aquel accidente.

Cuando Manuel compuso su primera canción fue pensando en una chica de la que se había enamorado, la primera vez en su vida. Ella se llamaba Conchita, pero no le hizo ningún caso, hizo sufrir al joven autor, quien luego se enteraría que había preferido ennoviarse con otro, hasta casarse.

Desde Jerez viajó a Madrid en 1953, donde se radicó ya toda su vida salvo algunas temporadas en Lisboa y México. Para ganarse la vida sin depender de su familia recurrió a trabajos muy ajenos a sus pretensiones profesionales: entró en una cuadrilla obrera de limpieza de las gradas del estadio Chamartín, cuando aún no se llamaba Santiago Bernabéu.

En Radio Madrid se encargó una temporada de "hacer ruido" como fondo de las novelas, imitando el chirriar de las puertas, el sonido del viento, el de una tormenta, el trotar de los caballos… Se hizo con una vieja acordeón y se puso a tocarla en uno de los bancos de la plaza de Isabel II, la de Ópera, para mendigar unas monedas que le permitieran comerse un bocadillo de calamares. Y así, poco a poco, fue tirando, como se dice coloquialmente, hasta que halló la oportunidad de tocar el piano en un club de alterne, concurrido por chulos, chaperos, putas, delincuentes… que se llamaba "Picnic", sito en la calle de la Ballesta, número 18 muy conocido entre quienes se servían de busconas.

Transcurrían los años finales de los 50: él vivía malamente en una pensión a espaldas de la Gran Vía. Dio en conocer a una guapa mujer llamada Elena Gómez Estrada. Pude saludarla circunstancialmente ya años después de estar separada de Manuel Alejandro, exhibía un gran atractivo. Pero entre ambos, a poco de casarse, no existió la química necesaria y los tres hijos que tuvieron tampoco hicieron posible que continuaran juntos, a causa como dice él en su libro "del creciente desamor y desentendimiento".

El Festival de Benidorm nacido en 1959, a imitación del de San Remo en Italia proporcionó a Manuel Alejandro un premio, el cuarto de ese año, con su pieza Alguna vez, que defendieron en doble interpretación José Guardiola y Monna Bell. Triunfó allí Raphael, al que Manuel trataría a mitad de los años 60, y que sería el cantante que estrenó la mayor parte de las creaciones del autor jerezano, al menos en el periodo comprendido en esa época hasta al menos quince años más tarde. Escribíamos algunos diciendo que "Manuel Alejandro era el compositor de cámara de Raphael".

Purificación, su gran amor

En ese tiempo en el que todavía no había compuesto ese material para Raphael, Manuel Alejandro encontró un puesto de trabajo en la más importante editorial española de música, donde tenía que adaptar letra y música de canciones extranjeras al español. Lo importante para él no sería percibir ya un sueldo más acorde con sus necesidades más primarias: es que en aquella editorial conoció la que iba a ser para siempre la mujer de su vida.

De nombre Purificación Casas Romero, a quien él puso de sobrenombre Ana Magdalena, recordando que así se llamaba la segunda esposa de Juan Sebastian Bach, apellidada Wilcke. Hay en la discografía de Manuel Alejandro buen número de canciones que aparecen firmadas por ella o al alimón. Lo cierto es que no era compositora pero imaginamos que al estar registrada en la Sociedad de Autores era por diversificar las ganancias del matrimonio, con vistas al Fisco.

Con Purificación, desde que ya separado de su mujer Manuel inició la convivencia, tuvo serios problemas: no podían casarse, el divorcio tardaría alrededor de quince años en aprobarse en España tras la Transición. La familia del compositor le reprobó esa relación. No pudiendo contraer matrimonio con ella resolvieron marcharse unas temporadas a Estoril, Portugal. Allí se establecieron y Manuel pudo ganarse la vida modestamente tocando el piano en algunas salas. También vivieron un tiempo en México. Hasta que no llegó el momento, en la segunda mitad del decenio de los 70, Manuel y Purificación tuvieron que aceptar el término de amantes.

Por cierto que Manuel Alejandro no es sino también un sobrenombre del autor jerezano, cuya identidad es la de Manuel Álvarez-Beigbeder y Pérez del Ángel. Y aunque su padre se llamaba Germán, no quiso firmar sus composiciones con ese doble apellido paterno y eligió el de Alejandro en sustitución del Álvarez.

Manuel Alejandro dedicaría, a poco de conocer a Purificación, la mayor parte de su repertorio, aunque no la citara expresamente. Pero era ella la destinataria de esas letras que luego cantaba, por ejemplo, Raphael en Yo soy aquel y Hablemos del amor, con las que el de Linares acudió al Festival de Eurovisión en un par de ocasiones, quedando clasificado en ambas en sexta posición. "Yo soy aquel, que por quererte ya no vive / el que te espera, el que te sueña …". O bien la de la segunda melodía: "Hablemos del amor / una vez más / que es toda la verdad / de nuestra vida / paremos un momento / las horas y los días…". A Raphael lo conoció en la academia del maestro Manuel Gordillo, situada en la madrileña plaza de Santo Domingo, donde componía coplas andaluzas y adiestraba al joven de Linares.

Manuel siempre fue un lector de poesía romántica. Y sus letras responden a esa línea, con expresiones cortas, directas al corazón. Para la música se inspiraba muchas veces en los clásicos, como Schumann, al que recurrió en una de sus sinfonías para el estribillo de "Cuando tú no estás", que estrenó Raphael, cómo no.

Si bien este último fue quien más cantó a Manuel Alejandro, otros muchos intérpretes le deben también haber conseguido éxitos brillantes gracias a sus creaciones, como Julio Iglesias (A veces llegan cartas, Niña, Que no se rompa la noche, Lo mejor de tu vida…) con quien antes de prepararle un álbum se reunía en su mansión de Miami y pasaba semanas a su lado, escuchándole contar vivencias que al compositor servían para escribir letras inspiradas en ellas. Estando cerca de la piscina de su chalé el bolígrafo con el que iba garabateando unas ideas cayó al fondo. Apesadumbrado, se lo contó a su anfitrión, quien localizó a unos buzos, quienes rastrearon por el agua la búsqueda de ese objeto hasta hallarlo, con la alegría consiguiente del invitado de Julio.

Para Rocío Jurado escribió Como yo te amo, Señora, Ese hombre, Madre, Lo siento, mi amor, Se nos rompió el amor… Manuel Alejandro estaba, por ejemplo, al tanto de la crisis de la chipionera en su matrimonio con Pedro Carrasco. De ese modo pudo crear una de esas historias con música.

Y así, con ese método, fue entregando canciones a otras figuras de la canción: Nino Bravo, Marisol, Plácido Domingo, José Luis Rodríguez "El Puma", Jeanette, Isabel Pantoja, Luis Miguel, Alejandro Sanz, del que es su padrino artístico…

Su libro de memorias tiene muchas páginas con reflexiones seudofilosóficas y teológicas. Rehúye los chismes. Y se detiene en su manera de crear canciones, con un patrón parecido, en ocasiones con acentos aflamencados que le vienen desde el barrio jerezano de Santiago donde vivió, cuna de tantos artistas gitanos. Y otras, con sabor a copla moderna.

Sólo tiene una aflicción: no haber podido destacar como cantante. Lo hizo en un lejano Festival de Benidorm, cuando presentó Manuela. Grabó un par de discos. Pero Dios no le había llamado por el camino de la interpretación, sino por el de compositor. El más grande en su género.

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