El defensa del Real Madrid Álvaro Arbeloa y el centrocampista del Barcelona Sergio Busquets demostraron anoche la verdadera naturaleza del compromiso con la selección. Arbeloa fue el protagonista del penalti, una jugada muy protestada por los broncos jugadores chilenos y en la que nuestro futbolista demostró por qué el fútbol es un juego para listos.
Sin embargo, su mejor acción de la noche se produjo minutos después, cuando un futbolista rival más dotado para organizar raves que para el deporte se encaró con Iniesta tras dos monumentales recortes del manchego. Arbeloa se lanzó en defensa del compañero como si el agredido fuera su hermano pequeño y no una figura de su máximo rival en la Liga.
Al interponerse entre Iniesta y el jugador chileno, el defensa español atrajo sobre sí a medio equipo contrario, cuya actitud durante todo el partido rebasó incluso lo tolerable en el patio de un reformatorio. El acoso de la jauría espoleó al barcelonista Busquets, que irrumpió en el centro de la reyerta y en auxilio de Arbeloa como el primo del refresco de Ciudad Badia (Badia del Vallés en el mapa). Y cuando el centrocampista se vio en apuros por ahí apareció Sergio Ramos, dispuesto a repartir donde hiciera falta con tal de defender a sus amigos. Tuvo para todos.
Poca broma. Al advertir que los españoles actuaban como una piña y que los lujos y lisonjas de la Liga española no alteraban su comportamiento, los chilenos mostraron su lado más pacifista, epílogo de una actuación bochornosa, con la excepción de Bravo (Real Sociedad), Alexis (Barcelona) y algún otro; de corte delictivo y con más patadas y pisotones que pases.
De este modo, el amistoso contra Chile en Suiza (que ya son ganas) ha servido para unir al conjunto de Del Bosque, una galería de jugadores irrepetible, comprometida con lo que representan cuando se enfundan la elástica nacional y que anoche demostraron a las claras que la selección está por encima de las polémicas de los clásicos y los piques de vestuario.