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Premier League

El milagro del Leicester City, el cuento de hadas de Claudio Ranieri

Las claves de un campeón histórico que hace creer que los humildes también puede ganar. Una historia maravillosa con final feliz.

Las claves de un campeón histórico que hace creer que los humildes también puede ganar. Una historia maravillosa con final feliz.
Ranieri, de apagafuegos a héroe eterno | EFE

"It´s a fairy tale!". Esa es la frase más escuchada en los partidos de esta temporada del Leicester City Football Club en la Premier League. El campeón de la que para muchos es ya por mérito propio la mejor liga del mundo, superando a la española, es el protagonista de un cuento de hadas y de la mayor machada del fútbol moderno. Así lo merece la lucha contra la historia de un equipo con presupuesto modesto, que se estima que ha pagado unos 60 millones de libras en salarios este año, lejísimos de los casi 250 que pagó el Chelsea el curso pasado, en el que el equipo de Mourinho salió campeón.

Un club que se se ha convertido en referente para aquellos románticos que añoran un fútbol de sorpresas, ése al que España se acostumbró en los 90, pero que ya casi ha olvidado. Ése que el sistema de reparto económico de la todopoderosa liga inglesa fomenta, muy lejos de lo que ocurre en la Liga.

Y sin embargo, ¿Es realmente lo del Leicester City un cuento, o es el producto de un trabajo hecho extraordinariamente? Seguramente, una mezcla de ambos, pues qué sería del deporte sin historias de pequeños que superan los límites establecidos. Pero estos `zorros´ de Ranieri son un equipo extremadamente competitivo.

Fundado en 1884 con el nombre de Leicester Fosse, debido a que sus estatutos se firmaron en el cobertizo del jardín de una casa cualquiera en la céntrica calle Fosse Road, hasta 1919 no comenzó a usar su actual denominación. Siempre fue el Leicester City un club de la clase media inglesa, de esos que alternan años en la máxima categoría (48), la segunda (62), y sólo de forma circunstancial aparecen por las cloacas de los inventores del balompié. En su caso, fue en la 2008/09, cuando pasaron apenas una temporada en el tercer nivel, la League One.

Sí, clase media como definición perfecta, lejos del barro, pero también de los laureles.Y es que en más de ciento treinta años de vida, los `foxes´ nunca han levantado un título en las dos grandes competiciones de las islas. Ni la liga, en la que fueron subcampeones en la 1928-29, ni la FA Cup, reposan en sus vitrinas. En el torneo del ko, eso sí, cuatro son sus subcampeonatos, por más que el último de ellos diste de 1969. Tres Copas de la Liga (1964, 1997 y 2000), y una Charity Shield, equivalente a la Supercopa española, que ganó en 1971 ante el Liverpool aprovechando la renuncia de un Arsenal bicampeón la temporada previa, son todo su balance histórico.

Un palmarés engalanado para siempre con su primera Premier League. La primera Premier del club más representativo de una ciudad de apenas 300.000 habitantes situada justo en el centro de Inglaterra, y cuyas mayores alegrías deportivas siempre llegaron desde el balón ovalado del rugby. Un título que será sin duda recordado durante muchos años, pues supone la rúbrica de una gesta de un equipo con el que nadie contaba para codearse con algunos de los grandes millonarios del fútbol europeo, que ha derretido a media Europa y que ha hecho que, muchos, por no pocos motivos, se reconcilien con el fútbol.

De colista a campeón en un año

Y es que el éxito del Leicester es el que todos querríamos tener en nuestra vida. Llegando desde atrás, desahuciado, olvidado por todos, y batiendo a los más poderosos, los intocables.

Una hermosa historia que arranca el sábado 21 de marzo de 2015, cuando un triplete goleador de Harry Kane daba tres puntos al Tottenham y hundía más al Leicester tras el triunfo de los `Lilywhites´ (4-3) en White Hart Lane en la jornada 29 de la Premier, tras la que el Leicester quedaba relegado a un descorazonador último puesto a nueve partidos del cierre de temporada, a siete puntos de la permanencia, que marcaba el Sunderland.

Sumaban sólo diecinueve puntos tras veintinueve fechas. Y sin embargo, a partir de ahí, con un gesto de valentía, quizá a la desesperada, del entrenador Nigel Pearson, pasando de un 4-4-2 a un más agresivo 3-5-2, con la irrupción del argelino Riyad Mahrez en los esquemas, todo comenzó a carburar. Siete victorias, veintidós puntos de veintisiete posibles, y el equipo terminaba decimocuarto, con un espectacular sprint final, cuando ya nadie pensaba que aquello fuera posible.

En su año de regreso a la élite del fútbol en las islas, tras una década fuera de ella, habían salvado los muebles sobre la bocina, pero con enorme orgullo y mérito. Así que se imponía la continuidad en un proyecto modesto dentro de la derrochadora Premier League, pero pujante a nivel europeo, toda vez que hoy cualquier equipo de la clase media-baja inglesa tiene más recursos para salir al mercado que la inmensa mayoria de los clubes del resto del continente, merced a una competición atractiva, que genera muchísimo dinero, y que lo reparte de forma bastante equitativa, lejos de lo que ocurre, sin ir más lejos, en España.

Sin embargo, el verano no sería tranquilo para los `foxes´. Durante una gira asiática por Tailandia, un escándalo sexual removió los cimientos de la entidad. El portero Adam Smith, el delantero Tom Hopper y el defensa James Pearson, hijo del entrenador, aparecieron desnudos y profiriendo insultos racistas contra varias prostitutas del país asiático. Más allá de lo reprochable del acto para un deportista profesional, se daba una circunstancia que terminaría de agitar el verano del Leicester.

El presidente del club es el multimillonario tailandés Vichai Raksriaksorn y el equipo es propiedad de la firma tailandesa King Power Internacional, con sede en Bangkok. Un tsunami que terminó con el entrenador destituido y la llegada de Claudio Ranieri al banquillo. Nadie imaginaba entonces que el destino iba a agradecer tanto una situación, a priori, tan perjudicial. Junto al veterano entrenador italiano, se incorporarían al equipo cuatro piezas fundamentales en lo que está siendo el milagro deportivo del año: el defensa alemán Robert Huth (Stoke City), el también zaguero austriaco Christian Fuchs (Schalke 04), el centrocampista francés N'Golo Kanté (Caen) y el delantero japonés Shinji Okazaki (Mainz 05). El más caro, el asiático (11 millones de euros), seguido del galo (9).

Efectivamente, cifras inasumibles hoy para equipos de la zona baja en la Liga española, pero que no dejan de ser fichajes a priori de medio pelo para los grandes dinosaurios de la cuna del fútbol. Tras su decimocuarta posición en el pasado campeonato, el Leicester logró unos ingresos de 104 millones de libras, 72 de ellos procedentes del reparto de la propia liga, obteniendo unos beneficios de 26 millones de libras, más de 32 en euros, según la web especializada bloomberg.com. Una cifra imposible hoy en la liga española para los clubes más humildes.

El milagro Ranieri: pizzas y fe en una idea

Mucho se ha escrito ya sobre la temporada del Leicester de Ranieri, un equipo del que, con el paso de los años, habrá literatura y hasta filmografía, a buen seguro. Ha tenido suerte con las lesiones, que apenas le tocaron su columna vertebral. Su once tipo lo forman el danés Kasper Schmeichel (hijo del ex portero del Manchester United), una férrea defensa, la segunda menos goleada de la liga con 31 goles, sólo superada por el Tottenham con 25, con Danny Simpson, Wes Morgan, Robert Huth y Christian Fuchs, por delante Danny Drinkwater y N´Golo Kanté en un doble pivote de impresionante trabajo, con Marc Albrighton y Riyad Mahrez en las alas, y Okazaki y Vardy en la delantera.

No busquen muchas novedades en un once que se mueve poco o nada, y en el que el argentino Leo Ulloa, ex del Almería, es el suplente más activo. Un delantero tanque, puro de área, especialista de juego aéreo. El perfecto complemento para dos balas como son sus dos atacantes titulares.

Ranieri (I) y Vardy (D), dos de las piezas claves del milagro

Pero, junto al hombre milagro del banquillo, y dentro de un bloque con una química atroz, alentada por sus admirables resultados, y seguramente por la pizza a la que Ranieri les invita cada vez que dejan su portería a cero, tres son los futbolistas que están impresionando a media Europa esta temporada con su rendimiento: Jamie Vardy, Riyad Mahrez y N´Golo Kanté.

Vardy es el máximo goleador del equipo, con 22 goles de todos los colores. Con una espectacular historia de jugador hecho a sí mismo tras de sí, deambulaba hace apenas un lustro por la quinta división inglesa, mientras que ahora es el gran candidato a titular de la selección inglesa en la Eurocopa, en pugna con Harry Kane. Sus dos goles a Sunderland en la jornada 33, que rubricaron un paso más hacia el asombroso final, demostraron lo letal que es con espacios, pero Vardy ha marcado este año tantos de cualquier forma, como el sensacional taconazo en la victoria de su selección en Alemania.

El socio más habitual de Vardy es el africano Mahrez, ese futbolista genial y un tanto díscolo que marca las diferencias en un equipo campeón. Capaz de no aparecer durante noventa minutos pero ganar el duelo en una acción inverosímil sacada de la nada, o de dominar un partido de cabo a rabo. Con 17 goles y 11 asistencias en lo que va de temporada, es posiblemente el futbolista del año en la Premier League.

Tras su extraordinario rendimiento, con 25 años se le ha empezado a ligar, como no podía ser de otra forma, a los grandes del continente de cara al próximo año. Cabe recordar llegados a este punto que el argelino costó a su actual equipo poco más de medio millón de euros en enero de 2014, cuando los `zorros´ todavía eran equipo de la segunda división inglesa. Más aún, el fichaje de Vardy le salió al Leicester por un millón de libras, así que, en una cuenta rápida, se concluye rápidamente que la pareja de moda del fútbol europeo le costó a Leicester City dos millones de dólares. Asusta pensar la plusvalía que podría obtener el club hoy si vendiera a ambos.

Mahrez, el talento innato al servicio de Ranieri

La tercera pieza básica en el líder inglés es Kanté. Un centrocampista menudo pero de inacabable recorrido. Corre, corre, y sigue corriendo, para recuperar y luego jugar con criterio, pues es un buen pelotero, y tras ello empezar a correr de nuevo. Ranieri ha admitido que en los entrenamientos le pide que no corra tanto. Su esfuerzo sobre el césped en cada partido es abrumador, siendo ese jugador que querría cada entrenador en su equipo. El currante imprescindible para que las cosas salgan, para que los de arriba luzcan como lo están haciendo. Al igual que Mahrez, el futbolista de origen malí cuenta con sólo 25 años. Apunten su nombre, pues este verano lo van a ver en muchas quinielas de fichajes. Y mientras, él seguirá corriendo y trabajando.

N´Golo Kante, rodeado por jugadores del Sunderland

Y junto a sus tres estrellas, las que lucen y la que brega sin parar, Ranieri ha encontrado la cuadratura del círculo para multiplicar el rendimiento de su equipo, formado por una pléyade de jugadores a los que no había mirado hasta ahora en ningún caso el público en general, ni los gestores de clubes más potentes.

Schmeichel aporta la fiabilidad necesaria en el arco, Huth o Morgan son centrales exuberantes físicamente, que no cometen errores al no intentar sobreexponerse, y que aportan además el plus de sumar algún gol que ya ha sido decisivo, Drinkwater no corre tanto como Kanté porque eso es imposible, pero tampoco para de hacerlo y juega igualmente con gran criterio, y arriba Okazaki incordia al rival al nivel de Vardy y técnicamente es incluso superior al inglés, aunque no esté tan enrachado como su compañero.

Y a todo ello se suma la famosa química, esa que da un extra en el rendimiento, y que Ranieri ha conseguido empapar a los suyos, que creen en la idea que se les transmite como si les fuera la vida en ello. Ni la mejor pócima del druida Panorámix en la aldea de Astérix habría mezclado mejor que este equipo que está subvirtiendo el orden teóricamente establecido en su país.

Con siete puntos de ventaja a cinco fechas de la conclusión, el triunfo ante el Sunderland tuvo música de campeón. El propio entrenador acabó llorando sobre el césped mientras los aficionados, en plena fantasía, cantaban una cantinela que se está haciendo frecuente en los estadios ingleses: We are Leicester City and we are going to win the league! (¡Somos el Leicester City y vamos a ganar la liga!).

Y según se acercaba ese hecho, más simpatía generaba el equipo milagro del Viejo Continente, tan necesitado hoy de alegrías sentimentales entre tanto revolcón emocional y en su seguridad. Muchos defienden que no es justo calificar de cuento de hadas lo que ha logrando este equipo, que sencillamente hay que considerarlo como el gran plantel que es.

Cuanto menos, lo que han consiguiendo es que muchos vuelvan a abrazarse al fútbol. Y eso no tiene precio. Un cuento, desde luego, pero un relato sustentado por un sistema en el que los no tan grandes también pueden soñar. Quizá alguien se aplique el cuento algún día en nuestro país. Ojalá.

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