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Stig Tofting: fútbol, dolor y cárcel

Fue internacional danés en los años 90, aunque su historia de muertes y castigos va mucho más allá de los terrenos de juego.

Fue internacional danés en los años 90, aunque su historia de muertes y castigos va mucho más allá de los terrenos de juego.
Tofting, con la camiseta de Dinamarca. | EFE

Stig Tofting (Aarhus, 14 de agosto de 1969) fue un centrocampista defensivo que destacó especialmente en el Aarhus, el Duisburgo y el Hamburgo y, sobre todo, en la selección de Dinamarca, donde jugó durante una década. Su dureza y su entrega en cada partido, rayando en ocasiones la violencia, fueron su mayor virtud.

Una dureza que ya adquirió pronto, concretamente a los 13 años, con una historia de las que marcan de por vida. Nada que ver con el niño brasileño de turno que aprendía a jugar en las favelas, o con el que jugaba descalzo de pequeño porque no tenía para unas botas. Una de las que de verdad hielan la sangre.

Tofting acababa de regresar de la escuela, cuando encontró en casa un baño de sangre. Sus padres estaban muertos, en el suelo. Su padre había disparado a su madre, y después se había suicidado. La noticia fue escondida durante muchos años, hasta que en junio de 2002 –en pleno Mundial de Japón y Corea– la difundió el periódico sensacionalista Se og Hoer, muy criticado por ello.

Refugio en el fútbol

Aunque nunca se le borraría esa imagen de su cabeza, Tofting halló refugio en su abuela, y en el Aarhus, donde recaló en las categorías inferiores con la firme promesa de convertirse en futbolista. En realidad, como reconocería años más tarde, el fútbol nunca terminó de gustarle, pero era lo que mejor sabía hacer, y la única opción que veía de ingresar dinero sin caer en la delincuencia.

Y lo cierto es que tardó poco en conseguirlo. A los 19 años debutaba con el primer equipo, consolidándose como titular en la temporada siguiente. Incluso ganó una Copa en 1992, y al año siguiente era llamado por la selección nacional danesa por primera vez.

1993 debía ser, pues, el año de su consagración. Máxime cuando se confirmaba su contratación por el Hamburgo alemán, que le permitía dar un salto muy importante en su carrera. Cualitativa y económicamente. Pero entonces el destino le volvió a jugar una mala pasada: después de ser titular en los tres primeros encuentros en la Bundesliga, sufría una lesión en el menisco que lo mantendría alejado de los terrenos de juego durante varios meses.

Fue entonces cuando se constató un hecho que en realidad estaba presente desde hacía un tiempo: Tofting tenía un problema con el alcohol. Sus altercados en diferentes bares y pubs, ya fuera en Alemania o Dinamarca, fueron una constante. Eso, unido a que en 1993 aún estaban limitadas las plazas para futbolistas extranjeros, hizo que no volviera a jugar en el Hamburgo.

Continúa la doble vida

Así que regresa al Aarhus, donde poco a poco volverá a sentirse futbolista. No abandona, sin embargo, ni los bares ni la calle, pasando a formar parte de los Ángeles del infierno, un grupo de moteros radicales con una llamativa imagen, casi gótica, y una piel repleta de tatuajes. En el equipo de su ciudad, no obstante, es amado por su entrega en cada partido, en cada balón, lo que le permite seguir contando para la selección danesa. Cuatro temporadas más jugará en Dinamarca.

En 1997 regresa a la Bundesliga, al Duisburgo. Pero no lo hace por la puerta grande. Unos meses atrás había fichado por el Odense, el gran rival del Aarhus. Un mes después de su llegada se peleaba con su entrenador, Roald Pulsen –se dice que incluso llegaron a las manos–, y fue expulsado del equipo.

Así que en enero se cierra su contratación por el Duisburgo. Y es ahí donde probablemente muestra su mejor nivel. En un equipo recién ascendido, que se caracteriza por su lucha y entrega y su alto rendimiento físico, Tofting encuentra su lugar ideal. De inmediato es titular, y lleva al equipo hasta la final de la Copa, donde caerá con el Bayern de Munich.

Pero de poco le sirvió estar ofreciendo su mejor versión, pues poco después protagonizará uno de sus escándalos más sonados. Una pelea en un bar con un joven de 24 años terminó con éste herido con varios cortes de una botella de cristal, y con Tofting con la primera amenaza de acabar entre rejas. La fianza le salvó de ello. No era la primera vez. Ni sería la última.

No le irían mejor las cosas durante ese año en los terrenos de juego. Con el Duisburgo instalado en la zona baja de la tabla, su rendimiento disminuye considerablemente, y en diciembre es cedido al Aarhus. De nuevo, regreso a casa. De nuevo, regreso a los bares.

Al finalizar la temporada, en un movimiento extraño, el Hamburgo vuelve a hacerse con Tofting, quien se convierte en titular en un equipo que juega la Champions. Así era su vida. Plena de altibajos. Una auténtica montaña rusa. Capaz de ser suplente en el colista y al año siguiente ser titular en un equipo de Champions. Capaz de estar ofreciendo su mejor juego, a la vez que es penado con prisión.

Una montaña rusa que también viviría en el Hamburgo. Después de un año en el que lo juega todo, el conjunto alemán cambia de entrenador, y pasa a apenas contar con algunos minutos. Así que busca otra salida. En este caso en el fútbol inglés. En el Bolton Wanderers. Aunque se ganó el apoyo de la hinchada británica, siempre tan dada a este tipo de futbolistas, y el apodo de cortador de césped –se sobreentiende por qué–, apenas duró hasta diciembre.

Una vez más, tocaba hacer las maletas. Así se marchaba casi siempre Tofting de todos los equipos. Peleado con el entrenador, o con los compañeros, o con los aficionados. O con todos ellos.

El escándalo con la selección

Paralelamente a estas idas y venidas, Stig Tofting vive su mejor momento con la selección de Dinamarca. Se convierte en un fijo para Bo Johansson, primero, y Morten Olsen, después, quien decide formar un doble pivote durísimo en el centro del campo con Tofting y Gravesen.

En el Mundial de Corea y Japón Dinamarca estaba llamada a ser una de las selecciones revelación, con jugadores de gran talento ofensivo como Gronkjaer, Tomasson, Jorgensen o Rommedhal. Pero no pudieron pasar de los octavos de final, donde se vieron ampliamente superados por Inglaterra.

El clima generado durante la concentración al conocerse la noticia del trágico suceso en casa de Tofting en su infancia, y su posterior respuesta, muy molesto, no ayudaron. Tampoco el incidente durante un entrenamiento con Gronkjaer. A Tofting y Gravesen no se les ocurrió otra broma que lanzarle cubitos de hielo al joven talento danés. Con uno de ellos le alcanzaron un ojo, lo que provoca la reacción de Gronkjaer, enfadado. El resultado, lo pueden imaginar: Gronkjaer termina golpeado y lesionado por Tofting y Gravesen.

Pero lo peor aún estaba por llegar. De regreso a Copenhague, el equipo se va de cena a uno de los restaurantes más conocidos de la ciudad. En un momento dado, no se sabe muy bien por qué, la cosa se tuerce, y Tofting termina propinando una paliza al propietario del local y al chef. Poco después se conocerá su sanción: cuatro meses de cárcel. Ello motivará también su expulsión del Bolton, a pesar de que hasta entonces había sido titular indiscutible.

Un nuevo mazazo

Tofting regresa entonces a Dinamarca. Dice que ya está cansado de su propia conducta, y que merece cumplir su sanción. Pero hay otro motivo para regresar: un hijo a punto de nacer. Quizá ambos sucesos tan seguidos supongan el punto de inflexión. Es lo que él cree y desea. Sin embargo, la vida le tenía preparado otro duro revés. A los 23 días de nacer, el bebé muere por una meningitis.

Para Tofting es un severo mazazo. Y vuelve al alcohol y a los conflictos. También al fútbol, cómo no en el Aarhus, su Aarhus. Aquel que siempre le acoge cuando sale rebotado, ya sea de la Bundesliga, de la Premier League, de la Liga china… o de la vida, simplemente.

Pero allí también seguirá protagonizando escándalos, como cuando se peleó con algunos compañeros de equipo en la cena de Navidad. No quedó más remedio que expulsarle del equipo. En 2006, con 37 años y tras un breve periplo en el Randers, colgó las botas.

Fueron los últimos coletazos de Stig Tofting. Para algunos, un rebelde que sobrepasaba los límites. Para otros, una víctima de una vida demasiado cruel. Los habrá que lo recuerden por sus polémicos sucesos fuera de los terrenos de juego. Los habrá que añoren su entrega y sacrificio, en un estilo de fútbol que ya parece demasiado lejano. Una vida que no puede dejar indiferente a nadie. Empezando por él mismo. Una vida que hoy trata de rehacer ayudando en los banquillos del fútbol amateur danés.

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