
El fútbol es el deporte más practicado del planeta. Se calcula que alrededor de 265 millones de personas lo juegan de forma habitual, de las cuales 1,1 millones son futbolistas profesionales. La carrera de un jugador suele durar una media de 13 años, aunque muchos la prolongan si las lesiones lo permiten. Como todo aficionado y deportista sabe, el fútbol es un deporte de contacto y alta velocidad, donde el riesgo físico es constante. Las lesiones de rodilla, pie y tobillo son habituales, y entre ellas destacan los esguinces de tobillo y las fracturas de metatarsianos como las más frecuentes.
Ver a un futbolista lesionado es casi parte del paisaje del deporte. Además, según las estadísticas, el 17% de las lesiones que sufren los jugadores profesionales afectan a la rodilla, una de las articulaciones más castigadas. Pero no se trata solo de lesiones puntuales: el efecto acumulativo de microtraumatismos y la sobrecarga articular pueden derivar en daños crónicos. Uno de los más comunes es la artrosis de rodilla.
La artrosis es una enfermedad degenerativa e inflamatoria del aparato locomotor que provoca el desgaste progresivo del cartílago. En los deportistas de élite, la artrosis aparece con mayor frecuencia en caderas y rodillas. De hecho, el 29% de los futbolistas profesionales corren el riesgo de desarrollarla, frente al 3% de los jugadores no profesionales.
Un estudio publicado en Arthritis and Rheumatism refuerza esta relación: el 29% de los futbolistas, el 31% de los levantadores de peso y el 14% de los corredores presentan un riesgo elevado de padecer artrosis debido a la práctica intensa, las lesiones y el sobreuso de las articulaciones.
"Algunos se infiltran toda la semana para poder jugar"
Como se está conociendo cada vez más, muchos deportistas recurren a inyecciones de corticoides para aliviar el dolor y poder seguir compitiendo, aunque el abuso de estas terapias tiene consecuencias a largo plazo. Para Isabel Guillén, jefa de la Unidad de Cartílago de la Clínica CEMTRO, el origen del problema está en la presión competitiva: "¿Cuál es el problema en los deportistas? Que algunos se infiltran toda la semana para poder jugar porque si ellos no están hay 27 más detrás esperando a jugar y al final abusan de las infiltraciones. Porque tienen una lesión que hace que no estén bien para el partido, entonces, como no están bien y tienen que dar lo mejor de ellos, pues se infiltran cada minuto y medio. Entonces, al final, acaban con artrosis, pero te digo que acaban con artrosis por la lesión que han tenido y el tratamiento que han tenido, pero no solo por la infiltración". No obstante, no todos los deportistas corren el mismo riesgo.
Según la doctora Guillén, los futbolistas presentan una mayor probabilidad de sufrir artrosis "por el desgaste de la articulación y el sobreuso del cuerpo". En declaraciones a Libertad Digital, la especialista explica: "Los humanos no estamos hechos para el desgaste tan brutal que tienen ellos" y añade que dentro de los deportes de contacto "Tienen más artrosis los deportes de contacto como fútbol, baloncesto o rugby; luego estarían deportes tipo tenis con una alta exigencia, y los que tienen menos riesgo son los deportes de agua". En general, en cualquier deportista, las lesiones articulares pueden provocar dolor, inflamación y daños que, con el tiempo, derivan en artrosis de pie o tobillo, generando discapacidad o dolor crónico.
Aunque casi un 25% de los jugadores profesionales sufren alguna lesión en esas zonas durante su carrera, el uso de terapias de inyección sigue siendo polémico por sus efectos secundarios a largo plazo. "Los corticoides tienen peor fama de la que deberían", señala Guillén. Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que las infiltraciones permiten a los jugadores aliviar el dolor y regresar antes al terreno de juego, pero también pueden ocultar el daño articular real y acelerar el deterioro del cartílago con el paso del tiempo.
Uso frecuente de infiltraciones de corticoides
La propia doctora Guillén matiza que los cortisona no son dañinos por sí mismos, sino por su mal uso: "La cortisona puede afectar al cartílago articular, pero todo depende de la dosis y la frecuencia, o sea, dependiendo de las dosis que coloques y la frecuencia de las mismas afecta más o menos. Es decir, no significa que yo tomo un corticoide y siempre voy a tener artrosis, no".
Como asegura, la jefa de la Unidad de Cartílago de la Clínica CEMTRO, lo que es cada vez más evidente es que el uso frecuente de inyecciones también puede agravar el daño del cartílago, especialmente cuando se combina con las altas exigencias físicas como las del fútbol profesional. El último estudio sobre este tipo de daños se realizó en futbolistas retirados del Reino Unido entre agosto de 2020 y octubre de 2021.
Concretamente, se analizaron casos en los que un médico de cabecera diagnosticó artrosis de pie o tobillo o se realizó una cirugía tras la retirada. De los 424 futbolistas profesionales estudiados, el 73% de los jugadores con artrosis reportaron lesiones de pie o tobillo y el 75%, tratamiento con inyecciones de corticosteroides a lo largo de sus carreras.
Factor de riesgo
Si bien las inyecciones de corticosteroides se asocian con tasas más altas de osteoartritis, esto no significa necesariamente que aumenten la probabilidad de padecerla, ya que suelen administrarse después de lesiones, lo que podría haberlas vinculado con la artrosis. Según Guillén hay cosas a tener en cuenta en quienes padecen artrosis de mayores: "El deporte es fundamental, luego la forma física de la persona y la predisposición genética". Por ello, según explica la jefa de la Unidad de Cartílago de la Clínica CEMTRO, cuando un deportista acude a los profesionales con una lesión recurrente lo ideal es "jugar con los tipos de pinchazos como mezclar corticoides y ácido hialurónico".
En el último estudio publicado, los investigadores señalan que los jugadores de fútbol retirados con artrosis informaron de un mayor número de inyecciones en un solo tobillo durante una temporada, y muchos recibieron más de cuatro inyecciones por temporada, una cantidad superior a la recomendada por los médicos.

