
La vida y el deporte han cambiado mucho, demasiado diría alguno, en los últimos años… Nada que hablar de la introducción de la tecnología que nos rodea hoy en día. Por ello, a nadie se le escapa que hace cincuenta años, el fútbol era un deporte más terrenal, apasionado y rudimentario. Los estadios eran templos de cemento, los balones pesaban más que las piernas cansadas y los jugadores eran héroes de barrio antes que celebridades globales.
Por supuesto, tampoco existían los contratos millonarios, ni los algoritmos, ni los flashes en cada entrenamiento. Sin embargo, aquel fútbol, más simple y directo, contenía la misma emoción que hoy sigue paralizando al mundo cada fin de semana. Como todo, al son de la sociedad, el deporte y el fútbol en concreto, han ido evolucionando… A veces para bien y a veces para no tan bien.
No hace tanto, en los años setenta, el fútbol europeo todavía conservaba un alma local. De hecho, la mayoría de las plantillas estaban formadas por jugadores nacionales, y los traspasos internacionales eran excepcionales. Las tácticas eran sencillas, el juego físico dominaba y los entrenadores se apoyaban más en la intuición que en los análisis estadísticos. Uno de los primeros cambios clave para que el fútbol sea más como el que conocemos actualmente llegó en 1995 con la Ley Bosman.
Esta ley permitió a los jugadores de la Unión Europea fichar libremente una vez terminara su contrato. 1995 fue el inicio de una nueva era ya que las ligas nacionales se convirtieron en escaparates globales, los clubes abrieron sus fronteras y el fútbol pasó a ser un mercado internacional. Pero además, con este pequeño cambio, las televisiones, primero analógicas y luego digitales, se transformaron en el motor económico del deporte.
Desde entonces, los estadios dejaron de ser lugares austeros para convertirse en centros de ocio, tecnología y espectáculo. El fútbol se trasladó a las pantallas, a las redes sociales y, finalmente, al bolsillo: el móvil es hoy el estadio más grande del planeta.
Del héroe de barrio al icono mediático
El cambio no solo se notó en los clubes, sino también en los jugadores. Jugadores que han tenido que irse adaptando al avance de las novedades y la tecnología unida al deporte… Por ejemplo, el ex guardameta Peter Shilton, símbolo del fútbol británico de los años 70 y 80, lo resumía con nostalgia: "el dinero está en otra liga hoy en día, pero nosotros teníamos más libertad". No hay que olvidar que, entre otras cosas, en su época no existían las sustituciones tácticas, y lesionarse significaba dejar al equipo con diez. De hecho, la primera sustitución por lesión se permitió en Inglaterra en 1965, y la FIFA no reguló oficialmente los dos cambios por partido hasta el Mundial de México 1970.
Pero no solo eso sino que, con el paso de las décadas, el fútbol se profesionalizó. La preparación física, la nutrición y la medicina deportiva llevaron a los jugadores a otro nivel. Con el paso del tiempo, entrenadores y clubes comenzaron a trabajar con científicos del deporte, psicólogos y analistas de datos. Tal ha sido el cambio en los últimos años que hoy en día puede verse que las sesiones de entrenamiento incluyen drones, software de inteligencia artificial y big data para estudiar rendimientos y prevenir lesiones en los jugadores. Pero no es milagroso tampoco…
Esa evolución también se refleja en la mentalidad. Un jugador más actual como es el delantero francés Thierry Henry lo explicó con claridad: "si mi juego no hubiese cambiado, significaría que no he aprendido nada". Esto se traduce en que el futbolista contemporáneo es consciente, adaptable y formado en una cultura de mejora constante.
Pero no solo cambiaron los jugadores o la forma del juego sino que, en paralelo, los grandes clubes se convirtieron en multinacionales del entretenimiento, tanto que actualmente los ingresos por marketing, derechos de televisión y redes sociales superan los cientos de millones de euros. El futbolista ya no es solo deportista: es una marca global. Mientras tanto, los equipos pequeños luchan por sobrevivir en un ecosistema cada vez más desigual.
La emoción que no cambia
A pesar de todo, el fútbol conserva su esencia y los aficionados siguen siendo fans que se emocionan y gritan de alegría y lloran con su equipo... La tecnología puede revisar un gol, pero no puede medir la emoción de una remontada. Las redes pueden multiplicar los seguidores, pero no reemplazan el grito en la grada. Lo resumió Franz Beckenbauer, con la serenidad de quien lo ha visto todo y fue sumamente sincero "sin duda, hoy es un mundo diferente para los jugadores. Pero todo depende de la persona".
En medio de pantallas, estadísticas y patrocinios, el juego sigue siendo un lenguaje universal. Pelé, Cruyff, Maradona o Messi representan épocas distintas, pero la misma pasión. De los estadios de cemento a los templos de luz LED, del barro al big data, el fútbol ha cambiado de ritmo, de rostro y de escenario. Pero cuando la pelota rueda, sigue latiendo el mismo corazón: el de millones de aficionados que, medio siglo después, siguen creyendo que nada se compara con un gol en el último minuto.

