
A día de hoy, si hubiera que elegir un 'día internacional del fútbol' probablemente muchos aficionados marcarían el 25 de noviembre en sus calendarios… El motivo es que, igual que el 23 de abril quedó fijado como el día del libro por la muerte de Cervantes, Garcilaso y Shakespeare, el 25N se ha convertido en una fecha señalada por el adiós a dos figuras que marcaron la historia del balón: Diego Armando Maradona y George Best. Este martes se cumplen cinco años de la muerte del argentino, y veinte desde la despedida del norirlandés.
Las vidas de ambos estuvieron unidas por el fútbol y las adicciones… Recordemos que George Best murió a los 59 años, derrotado por la bebida, esa pasión que nunca logró doblegar. Por su parte, Maradona falleció en 2020 tras una vida marcada por los excesos y por un deterioro que se aceleró tras su positivo en el Mundial de Estados Unidos 1994. Aquel episodio destruyó a la selección argentina y cerró el círculo deportivo de "El Diego", del mismo modo que Best había apagado la brillantez que lo convirtió en campeón de Europa y Balón de Oro antes de ir perdiendo interés por el fútbol.
Dos vidas que avanzaron en paralelo
El destino quiso que Best y Maradona recorrieran caminos paralelos. De hecho, sin saberlo, la figura del norirlandés sirvió como advertencia e inspiración para un Maradona que se quedó a menudo con la parte excéntrica y adictiva de aquel talento incomparable. Cinco años después del paro cardíaco que detuvo para siempre el corazón del argentino, el mundo sigue sin aprender a vivir sin él.
En pleno 2025, Maradona continúa presente en murales, camisetas, balcones y grafitis. En Argentina, Nápoles, México o Barcelona, los lugares marcados por el '10', su imagen no ha envejecido, sino que se ha transformado en un mito. El astro argentino ya era una leyenda en vida pero se confirmó tras su fallecimiento… De hecho, el día de su muerte, miles de personas desfilaron por la Casa Rosada para despedirlo entre cánticos y lágrimas, mientras en Buenos Aires las calles se llenaron de banderas y canciones. Por su parte, en Nápoles, ciudad que lo vio convertirse en leyenda, las velas iluminaron balcones y plazas; en el estadio Azteca, las pantallas repitieron sus goles con la voz de Víctor Hugo Morales retumbando como una plegaria: "¡Barrilete cósmico, de qué planeta viniste!".
El legado del 10
Maradona fue mucho más que el mejor jugador de su tiempo. Nacido en Villa Fiorito, convirtió el fútbol en arte, rebeldía y altavoz. A ningún aficionado al fútbol se le borra de la memoria cómo en México 86 escribió un relato que aún define al deporte: "la mano de Dios" y "el gol del siglo" siguen siendo, cuarenta años después, símbolos de gloria y desafío. Su llegada a Nápoles profundizó su vínculo con los marginados: dio dos títulos a un sur pobre y humillado, y los napolitanos todavía lo veneran como un santo pagano. "Maradona es uno de los nuestros", dicen en altares improvisados donde su imagen convive con vírgenes y santos bajo la inscripción: "D10S vive".
Pero detrás del mito hubo un hombre vulnerable. Adicciones, enfermedades, disputas y reconciliaciones acompañaron una vida vivida con intensidad. Esa fragilidad no redujo su figura sino que la hizo más humana. A cinco años de su muerte, el número 10 sigue siendo un símbolo universal, mientras la justicia intenta resolver numerosos interrogantes.
La justicia y la disputa por su legado
La justicia argentina continúa investigando si su muerte estuvo marcada por negligencias médicas. Tanto que hasta ocho profesionales están acusados de "homicidio simple con dolo eventual", con un juicio previsto para 2026. A ello se suma la disputa por los derechos de marca entre dos frentes: por un lado, sus cinco hermanas, representadas por Matías Morla; por otro, sus cinco hijos, que reclaman una supuesta apropiación indebida.
No hay que olvidar que el juicio original fue anulado en mayo de este año tras detectarse que la jueza participaba en la grabación de un documental no autorizado. El nuevo proceso, previsto para marzo, llega con tensiones y presiones en un entorno dividido.
Han pasado cinco años en los que la memoria de Diego ha estado muy presente en Boca Juniors, Argentinos o Nápoles, aunque con pocos homenajes oficiales. Maradona descansa en el cementerio de Jardín de Bella Vista, donde su lápida debe retirarse y recolocarse por intentos de robo. Pueden llevarse la piedra, pero nadie arrancará al "Pelusa" de la memoria colectiva del fútbol.

