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Los Lakers, favoritos pese a todo

Alguien dijo, tras la última final, que los Lakers eran el campeón más criticado de la historia (seguramente era cierto). Y si el año pasado supo a poco el récord de 65-17 en la regular season, es fácil imaginar lo que habrá dicho la prensa americana de la cifra de esta temporada (57-25).

Es verdad que el equipo de Phil Jackson casi no ha dado señales de su verdadero talento en los últimos seis meses (lo que dura la temporada NBA). Pero tampoco es menos cierto que a los playoffs de 2009 llegaron con sensaciones similares, y los ganaron. ¿Cómo lo consiguieron? Es una pregunta que tanto en Denver como en Orlando, sus rivales en las finales de conferencia y de la NBA respectivamente, todavía deben estar haciéndose. Porque, en estas dos eliminatorias, los Lakers jugaron peor que sus rivales… y acabaron venciendo. ¿Serán capaces de repetirlo de nuevo?


En contra: Casi todo pinta oscuro para los de púrpura y oro. No destacan en casi ninguna de las estadísticas más relevantes de la liga (ni en puntos por partido, ni en porcentajes de tiro, ni en puntos encajados, ni en casi nada, salvo en el rebote, donde son segundos) y tampoco tienen un juego fluido; los días del showtime quedan muy lejos del Staples Center. Muchos dicen que todo será diferente en los playoffs, pero la historia demuestra que no es fácil cambiar las (malas) dinámicas creadas a lo largo de una temporada, ni siquiera aunque se tenga tanto talento como la plantilla de L.A.

Además, sus últimos meses han sido muy preocupantes: de noviembre a enero acumularon un récord de 37-11; de febrero al final de la temporada regular, de 20-14.

Y tampoco sus jugadores parecen en la mejor forma: Kobe Bryant lleva tiempo con molestias físicas (en los tres primeros meses de competición promedió 28 puntos; en los dos últimos, apenas 25); Andrew Bynum se ha tirado las últimas cuatro semanas de temporada regular de baja por lesión; Derek Fisher es, posiblemente, el base titular de la liga en peores condiciones físicas (ni es rápido, ni demasiado alto, ni ya puede defender como antes); y Ron Artest todavía tiene que demostrar en Los Ángeles lo que todos pensaban cuando llegó, que es mejor jugador que Ariza (al que sustituyó).
 

A favor: Pocos datos objetivos permiten a los seguidores lakers ser optimistas. Sin embargo, casi todos lo son. ¿La razón? El deporte casi nunca es una cuestión de matemáticas.

Tener a los dos jugadores con el carácter ganador más desarrollado de la liga (con permiso de Manu Ginóbili, Tim Duncan y Paul Pierce) seguramente ayude a despejar el horizonte de los aficionados del Staples. Pau Gasol y Bryant no son sólo dos talentos puros (éste último sigue siendo el mejor jugador del mundo, por mucho que se empeñe el señor James), sino que además saben qué hay que hacer en cada instante delicado, están acostumbrados a ganar y sienten que tienen derecho a hacerlo. Por eso (y porque gente como Fisher también se maneja en la misma longitud de onda) dejaron en la cuneta a los Magic y a los Nuggets en 2009; y por lo mismo, muchos piensan que volverán a hacerlo este año con quien se les ponga por delante.

Ver a Phil Jackson con cara adormilada también será bueno para tranquilizar los biorritmos de Jack Nicholson y sus compañeros de localidad. El mejor entrenador de la historia ya no tiene dedos para llevar más anillos (consiguió el décimo el año pasado), pero le sobra ambición, talento, tranquilidad y experiencia (justo lo que parece faltarle a Mike Brown, por citar sólo al entrenador de los Cavaliers de LeBron) para superar también ese problema.

Por último, en el lado de la balanza laker está el mejor sexteto de la liga. Aun admitiendo lo mal que está Fisher (y eso es algo que en playoff hay que poner siempre en cuarentena), el grupo formado por Bryant, Artest, Gasol, Bynum y Odom, no tiene equivalente en ninguno de sus rivales, ni siquiera en Cleveland (LeBron, Mo Williams, Anthony Parker, Antawn Jamison, Shaquille O'Neal y Anderson Varejao). Y en los momentos decisivos, el talento y el conocimiento del juego suelen ser más determinantes que un gran récord en temporada regular.
 

Veredicto: Quizá sean las ganas de ver a un español con dos anillos (y, quién sabe si con el MVP de la final, viendo su último mes no sería nada extraño), pero desde este lado del Atlántico seguimos confiando en los Lakers, pese a todo. Eso sí, cualquiera que haya visto sus últimos partidos sabe que lo mismo ganan la liga que caen a las primeras de cambio contra Oklahoma.

A estas alturas no parece que nadie en el Oeste pueda discutir su hegemonía si ellos se acercan a su nivel, algo que no siempre hacen. En una hipotética final, tendrían factor cancha en contra tanto ante Cleveland como ante Orlando; y también se enfrentarían a LeBron James o Dwight Howard, dos portentos físicos con ganas de comerse el mundo. De si pesa más esta ambición o aquella experiencia dependerá, seguramente, el resultado de la temporada 2010 en la mejor liga de baloncesto del mundo.

 

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