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Garzón y el PSOE: entre el amor y la guerra sucia

Hace veinte años fue número 2 en las listas socialistas, ahora vuelve a la órbita de la formación tras muchos desencuentros

Hace veinte años fue número 2 en las listas socialistas, ahora vuelve a la órbita de la formación tras muchos desencuentros
Felipe González y Baltasar Garzón.

El PSOE ha celebrado este fin de semana su esperada Conferencia Política. Un cónclave diseñado por Alfredo Pérez Rubalcaba para regenerar el mensaje de un partido en horas bajas tras el histórico batacazo de las elecciones generales de 2011. Para redefinir su mensaje, el exministro Ramón Jáuregui lleva meses trabajando como coordinador del encuentro, en el que se pudo escuchar a independientes, además de a dirigentes y militantes.

Y entre esos últimos iba a estar uno que tiene su particular historia de amor/odio con la formación: el ínclito exjuez Baltasar Garzón, que al final, misteriosamente, se descolgó del encuentro. De su puño y letra han salido buena parte de los párrafos de una carta abierta de varios ex dirigentes de IU que sí asistieron a la Conferencia socialista. El texto, titulado "El objetivo es derrotar a la derecha" se muestra así de duro con las políticas del PP: "Los jóvenes, las mujeres, los mayores de cuarenta y cinco años, así como los jubilados y pensionistas, están sufriendo con crueldad la devastación del Gobierno de Mariano Rajoy".

Hace justo veinte años que tuvo lugar el anterior acercamiento, mucho más explícito, de Garzón al PSOE, con el que concurrió como número 2 por Madrid en las últimas elecciones generales ganadas por Felipe González. También eran tiempos difíciles para el partido, afectado aquel año 1993 por numerosos casos de corrupción, que acabarían por darle la puntilla electoral tres años después. Y qué mejor antídoto, debieron pensar en Ferraz, que atraer para su causa al joven magistrado que ya despuntaba mediáticamente por sus causas abiertas contra delitos como el narcotráfico.

El mismo que se paseaba ufano y cubierto de flashes por la calle Génova hasta alcanzar la puerta de la Audiencia Nacional y que hizo que, por primera vez en España, se acuñase el término "juez estrella". Quienes vivieron de cerca aquellos días dan buena cuenta de sus desmedidas aspiraciones políticas. El magistrado llegó al Partido Socialista de manos del entonces presidente de Castilla La Mancha, José Bono, junto con la ayuda de Ventura Pérez Mariño, jurista que también desembocó en las listas del PSOE, quien intercedió para que se produjera ese acercamiento.

Una comida determinante

Ese año tuvo lugar una comida en la localidad de Salobre (Albacete) organizada por José Bono. A ella asistieron Felipe González, Baltasar Garzón y Ventura Pérez Mariño junto con el entonces presidente castellano-manchego. En aquella época el exjuez estaba considerado un adalid contra la corrupción y, por esta razón, Pepe Bono le pidió a Felipe González que lo conociera personalmente. Y lo cierto es que la comida de Salobre dio sus frutos. En ella, Baltasar Garzón impresionó fuertemente a González, quien decidió ponerlo como su número dos por Madrid.

En aquella época el juez de la Audiencia Nacional en excedencia contaba a sus amigos que Felipe le había prometido hacerle ministro de Interior cuando ganara las elecciones y relanzar la partida del Ejecutivo que debía luchar contra la corrupción y las drogas.

Pero los socialistas ganaron, contra pronóstico, en las urnas y las promesas de González no se cumplieron. El nuevo ministro de Interior fue Antoni Asunción. Como premio de consolación, Garzón fue nombrado delegado del Plan Nacional contra las Drogas con rango de secretario de Estado, cargo en el que duró un año escaso antes de dar un portazo y volver a su despacho de la Audiencia Nacional.

La razón: con la fuga del ex director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, Asunción se ve obligado a dejar el ministerio, pero pese a su dimisión a Garzón se le escapa la cartera de Interior por segunda vez en menos de un año.

Robles, la elegida

Felipe González nombró entonces como ministro de Interior a quien ya era titular de Justicia, Juan Alberto Belloch, un jurista miembro de la asociación Jueces para la Democracia, viejo conocido de la magistratura y con quien Baltasar Garzón nunca mantuvo una buena relación. Esa elección, que convertía a Belloch en biministro, sentó muy mal al exjuez quien envió dos cartas al presidente del Gobierno reclamándole que cumpliera su promesa o, al menos, que lo convirtiera en número dos del Ministerio del Interior. Pero González jamás respondió a Garzón. Y los peores presagios para el exjuez se cumplieron.

Cuentan a Libertad Digital fuentes que vivieron en aquella época y en primera persona estos dimes y diretes que Belloch, entonces el superministro, dijo: "Éste es mi tiempo y no el de Garzón". Y de esta forma colocó a dos mujeres de su máxima confianza en dos carteras sensibles para la época. Belloch, siempre con el visto bueno de Felipe González, nombró a la actual vocal del Consejo General del Poder Judicial Margarita Robles, como secretaria de Estado de Interior y a la exvicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, como secretaria de Estado de Justicia.

Sin embargo, esos nombramientos sentaron aún peor a Garzón cuando supo de ellos a la par que el resto de los mortales. Belloch los anunció en una rueda de prensa para con posterioridad comunicárselos al exjuez estrella. Horas después Baltasar Garzón anunciaba que abandonaba la política para volver al Juzgado de Instrucción Número 5 de la Audiencia Nacional.

Fuentes cercanas al PSOE cuentan que jamás perdonó lo que Felipe González le hizo o permitió que Juan Alberto Belloch le hiciera. Diferente cantar es y ha sido la relación que siempre ha mantenido con el actual líder del partido, Alfredo Pérez Rubalcaba, con quien conserva a día de hoy una "muy buena relación" y con José Luis Rodríguez Zapatero, quien como presidente del Gobierno presentó uno de sus libros en términos enormemente elogiosos.

Los GAL

Tras su breve experiencia política, las dos siguientes décadas Garzón ejerce como magistrado de la Audiencia Nacional hasta que el TS lo expulsa en 2010 de la carrera judicial por prevaricación, una condena que tiene recurrida ante Estrasburgo y que le impide, además de ponerse la toga, ejercer cargo público alguno. En esos diecisiete años, su figura vuelve a ganar relevancia pública por sus actuaciones contra ETA y su entorno, en connivencia con los Gobiernos del PP y por su activismo posteriormente en contra de la guerra de Irak, durante al última legislatura de José María Aznar. Pero antes, y nada más abandonar el Gobierno de Felipe González y el grupo parlamentario socialista, se convierte en el juez que toma una decisión histórica: la reapertura del sumario de los GAL.

Su actuación, cuyos errores procesales enmendó el Tribunal Supremo dada la condición de aforados de muchos de los implicados, terminó con el encarcelamiento en 1998 de la cúpula de Interior socialista por crímenes de Estado, con el exministro José Barrionuevo y el exsecretario de Estado de Seguridad Rafael Vera a la cabeza. Ambos fueron acompañados a la puerta de la cárcel de Guadalajara por la plana mayor del PSOE, donde Felipe González les despidió con un fraternal abrazo. Sólo cinco años después de concurrir en el privilegiado segundo puesto de su lista electoral por Madrid, Garzón era la gran bestia negra del PSOE y, por extensión, de la izquierda mediática, que le dedicó furibundos ataques.

La reapertura del sumario de los GAL se produjo en noviembre de 1994, sólo unos meses después de que Garzón abandonase el barco socialista. Es decir, que en lo que va de una primavera a un otoño Garzón pasó de colaborar activamente con un Gobierno a, tras frustrarse su entrada en el Consejo de Ministros, desenterrar un sumario sobre crímenes de Estado cometidos bajo la responsabilidad de ese mismo Ejecutivo.

Adiós a la toga, ¿hola a la política?

El jueves 9 de febrero de 2012 Baltasar Garzón, que entonces contaba con 56 años, recibió el más duro varapalo de su vida. Siete magistrados del Tribunal Supremo lo condenaban por unanimidad a once años de inhabilitación por prevaricación. En un duro fallo, los jueces del Alto Tribunal, muchos de ellos de los considerados progresistas, lo acusaban de actuar como los jueces "de los regímenes totalitarios" y le recordaban que "la verdad no puede alcanzarse a cualquier precio". Y todo por las escuchas ilegales que había autorizado a los procesados por el caso Gürtel en prisión mientras hablaban con sus abogados, una conducta que, a juicio del TS, "causaría la destrucción del derecho de defensa". El PSOE, quince años después de lo sucedido con el GAL, arremetía contra una sentencia "desproporcionada e incomprensible".

Desde entonces mucho se ha especulado sobre la entrada del ya exjuez en política, en ocasiones vinculado a sectores críticos de IU que encabezaría Gaspar Llamazares. Ahora se acerca de nuevo al PSOE de Alfredo Pérez Rubalcaba, el mismo que, como portavoz del último Gobierno de Felipe González, tuvo que emplearse a fondo para defender a su partido de las embestidas judiciales de aquel juez estrella reintegrado a la Audiencia Nacional tras un fugaz paso por la política.

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