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Ciudadanos, un remanso de paz para Rivera

En el partido naranja no hay una Esperanza Aguirre, una Susana Díaz o un Iñigo Errejón. Por no haber, no hay un claro número dos.

En el partido naranja no hay una Esperanza Aguirre, una Susana Díaz o un Iñigo Errejón. Por no haber, no hay un claro número dos.
Albert Rivera, junto a Matías Alonso, Juan Carlos Girauta e Inés Arrimadas, el pasado lunes, en la Ejecutiva de C's. | EFE

El próximo 9 de julio, Albert Rivera cumplirá diez años como presidente de Ciudadanos. No hay que explicar lo mucho que han cambiado él y su partido desde ese alumbramiento hace una década, entonces como formación de ámbito catalán que ese mismo 2006 lograría el hito de entrar con tres escaños en el Parlament. Rivera ha revalidado su liderazgo en dos ocasiones: la primera en 2007 -fecha excepcional del II Congreso del partido, convocado un año después del cónclave fundacional- donde salvó el que a la postre ha sido el match point más importante de su carrera, imponiéndose a una candidatura alternativa.

La segunda en un Congreso de trámite en 2011, cuando acababa de superar lo que él mismo definiría en una entrevista con Libertad Digital como la "UCI política". Para entonces, su liderazgo era ya, como lo es hoy, indiscutido e indiscutible, aunque la magnitud de la nave que pilota haya cambiado exponencialmente: de tres exiguos representantes en un parlamento regional y un puñado de concejales a convertirse, tras las pasadas elecciones generales del 20-D, en la cuarta fuerza política de España y protagonista, con permiso de Podemos, de una fragmentación histórica de nuestro sistema político.

Que nadie discuta al líder y que no haya corrientes internas críticas es, hoy por hoy, lo que hace de Ciudadanos un partido absolutamente singular. Centrista es sinónimo de riverista, al contrario de lo que ocurre en otras aceras: popular no es sinónimo de marianista, socialista no es sinónimo de sanchista y ni siquiera, a la vista de la crisis abierta en el partido de los círculos, se puede afirmar ya que podemita sea sinónimo de pablista.

En Ciudadanos no hay una Esperanza Aguirre, una Susana Díaz o un Iñigo Errejón. Por no haber, no hay un claro número dos, figura que sobre el papel tiene Matías Alonso, secretario general y diputado por Tarragona en el Parlament pero que en la práctica ejerce el vicesecretario general José Manuel Villegas, sempiterna mano derecha de Rivera desde 2006, aunque con un protagonismo muy compartido con los pesos pesados del grupo parlamentario del Congreso: Juan Carlos Girauta y Miguel Gutierrez. Girauta, portavoz parlamentario, se refería en una entrevista reciente con Libertad Digital al liderazgo de Rivera: "Tiene 36 años y por lo tanto le queda mucho tiempo. Resulta que es un líder y no vamos a pedir perdón por tener al único líder político de España, estamos muy contentos".

Hoy por hoy, sólo hay un liderazgo emergente que alguna vez podría, y conviene enfatizar mucho el condicional, poner en entredicho la presidencia de Rivera. Se trata del de Inés Arrimadas, convertida tras una fulgurante carrera en líder de la oposición en Cataluña, algo que ni el más optimista fundador de Ciudadanos podía imaginar hace una década. Su figura crece en consideración tanto para los dirigentes naranja como para los militantes y simpatizantes, como se evidenció en la campaña de las generales en diciembre, donde fue aclamada y no sólo en Cataluña.

El Congreso

Como la convocatoria del Congreso o Asamblea General (así la definen los estatutos del partido) se tiene que producir de manera ordinaria cada cuatro años, habría que convocarlo este mismo 2016. Sin embargo, los estatutos prohíben hacerlo en los cuatro meses anteriores o dos posteriores a una convocatoria electoral. Por ello, si se repitiesen las generales en junio y Galicia y el País Vasco, como parece previsible, son llamados a las urnas en otoño, el Congreso de los centristas podría posponerse hasta final de año o, incluso, principio de 2017. Sin embargo, y según ha podido confirmar Libertad Digital de fuentes de la Ejecutiva del partido, el cónclave será en junio si no se repiten las generales y en septiembre si finalmente hay elecciones del 26 de junio.

Rivera iniciará después del cónclave su tercera etapa como líder de Ciudadanos. Descontada su continuidad, la gran incógnita es saber quién saldrá reforzado y quién debilitado en la nueva Ejecutiva, ampliada en 2015 con los principales dirigentes territoriales, caso del madrileño Ignacio Aguado o el andaluz Juan Marín, o con Luis Garicano, el hombre que coordina el equipo económico.

Para Aguado o Marín, como para el resto de líderes regionales, la presencia en la Ejecutiva es la única forma de ejercer influencia en las decisiones del partido, pues Ciudadanos ha abogado por un modelo sin baronías, cuya filosofía explicaba así Girauta: "Justamente por el lugar en el que nacimos, hemos tenido muy claro que no queríamos un partido con barones. Nuestra propia existencia responde a una anomalía del sistema, que es la de partidos nacionales que tenían discursos distintos dependiendo del lugar en el que los pronunciaban, porque tenían castas locales que reproducían el caciquismo decimonónico. Decidimos que a Ciudadanos eso no le iba a suceder".

Dada la inédita coyuntura política que vive España, hay dos opciones: que el Congreso se celebre en junio con un nuevo Gobierno, fruto de un acuerdo del que podría haber participado Ciudadanos, o que tenga lugar en septiembre en una situación parecida a la de los primeros meses de 2016, con un Gobierno en funciones del PP y a la espera de un acuerdo que facilite el relevo en el poder. En ese caso, el de la repetición electoral en junio, Rivera habrá tenido que definir la estrategia para una empresa nada fácil, como es la de concurrir a unas elecciones estrechamente ligado a uno de tus rivales, el PSOE, con el que a día de hoy se sigue ejerciendo una unidad de acción en base al acuerdo programático firmado el pasado mes de febrero.

Como prueba de lo que ha cambiado la situación, es casi irónico recordar el que fue el gran latiguillo de la campaña del líder centrista, ese "salvar al soldado Sánchez" que, inspirado en la célebre película bélica, repitieron sin cesar durante dos semanas los dirigentes de Ciudadanos. Un aserto que hoy parece volver como un boomerang, pues si un aliado tiene el secretario general del PSOE fuera de su partido, ése es Rivera, quien ha evitado mostrase crítico con su figura cuando más en entredicho ha estado, sin ir más lejos tras desvelar esta semana 8 TV que el líder socialista se había reunido en secreto con el consejero de economía catalán y líder de ERC, Oriol Junqueras. La comunicación entre Sánchez y Rivera es muy fluida, prácticamente diaria como confiesa una persona muy próxima a Rivera, después de superar los recelos iniciales.

Los centristas, además, no parecen tener miedo a que su alianza con el PSOE les pueda penalizar electoralmente. En declaraciones a El País, Girauta afirma que ni siquiera sería necesario "proceder a un reposicionamiento" porque: "Quien cree que somos identificables con el PSOE, seguramente no nos ha votado. Por otra parte, si ese supuesto grupo existe, que vuelvan a votar al PP, a ver qué les parece".

Ciudadanos tiene muy claro que su estrategia es afianzar el centro, y eso permite, como evidencian los casos de Andalucía y Madrid, apuntalar mayorías bien socialistas o bien populares. El propio Girauta, en otra entrevista que publica este domingo La Razón afirma en retrospectiva: "Rajoy perdió la iniciativa cuando le dijo que no al Rey. Si hubiera asumido el reto, a lo mejor hubiéramos alcanzado Ciudadanos y PP un acuerdo con 163 diputados". Una declaración que deja la puerta abierta al entendimiento con los populares, con los que según recientes encuestas podrían alcanzar la mayoría absoluta en caso de repetición electoral.

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