El mítico 1-O del independentismo catalán va difuminándose sin pena ni gloria. El referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017, del que este martes se cumplen siete años, ha pasado de ser considerada la gran victoria del independentismo frente al Estado a convertirse en una fecha más del calendario. La división entre los partidos separatistas y su declive electoral pesan más que el recuerdo de una jornada insurreccional en la que la Generalidad golpista provocó un pulso que no supo sostener en el tiempo.
Junts presume del valor de sus votos en el Congreso de los Diputados para sostener la legislatura de Pedro Sánchez mientras que ERC ha sido clave para la investidura de Salvador Illa. Tanto los posconvergentes como los republicanos resultan claves para los socialistas, pero afrontan circunstancias muy complicadas. ERC se prepara para un congreso extraordinario totalmente cainita mientras que Junts acaba de sufrir una sonora derrota judicial en Europa al negar el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) la validez de las actas como parlamentarios europeos de Carles Puigdemont y Toni Comín.
ERC hace tiempo que pasó página del "Procés" y del 1-O, cuyo supuesto "mandato" es uno de los mantras de Junts. Sin embargo, la efeméride ha cogido polvo hasta para el partido de Puigdemont, que se limitó a una discreta celebración este pasado sábado en Arenys de Mar. En un centro social de la localidad barcelonesa se dieron cita presencial el secretario general de Junts, Jordi Turull, el presidente del parlamento regional, Josep Rull, la exconsejera de Gobernación del Govern golpista Meritxell Borràs y el último exconsejero de Interior de aquel ejecutivo de Puigdemont, Joaquim Forn. Lluís Puig y Toni Comín intervinieron por videoconferencia. Todos reivindicaron el 1-O. Cero autocrítica y un llamamiento de Forn (titular de Interior desde el 14 de julio hasta el 27 de octubre de 2017) a terminar el trabajo. Puigdemont, por su parte, dijo en otro foro del mismo evento que con la ley de amnistía no basta para pagar la factura de la respuesta policial del 1-O. Nada nuevo.
El referéndum ilegal ha envejecido mal. No galvaniza a las bases del independentismo como en los primeros aniversarios. Las discrepancias entre ERC y Junts, las profundas enemistades personales entre los grandes personajes del golpe de octubre del 17 y las diferentes estrategias han hecho mucha mella en el crédito de los partidos y de las entidades que lideraron aquel choque con el Estado. La saturación propagandística ha acabado por provocar un enorme hastío y una desafección evidente. El independentismo ya no llena las calles, como quedó de manifiesto el pasado 11 de septiembre.
Las mismas caras de siempre
Permanecen los mismos personajes, las mismas caras de hace siete años. Oriol Junqueras y Carles Puigdemont se niegan a ceder el testigo. El primero se enfrenta a un cónclave de partido muy complicado. La cita será el 30 de noviembre. Junqueras pretende perpetuarse en la presidencia de ERC frente al sector que empujado por Marta Rovira y Pere Aragonès exige una renovación de la cúpula desde septiembre de 2011. Rovira y Aragonès predican con el ejemplo, pero Junqueras cree que tiene derecho a optar a la presidencia de la Generalidad, para lo que necesita mantenerse al frente del partido.
Más fácil lo tendrá Carles Puigdemont. El congreso también extraordinario de Junts está previsto para el 27 de octubre, fecha en la que el parlamento catalán aprobó la declaración de independencia que activó el artículo 155 de la Constitución. La intención es que Laura Borràs, condenada por corrupción, se aparte y ceda la presidencia a Puigdemont, que carecía hasta el presente de cargo orgánico alguno por voluntad propia, ya que pretendía ser el presidente de todos los independentistas a través del "Consell de la República".
El "milagro" del 8 de agosto
Hay un sector del partido que enreda a favor de un cierto pragmatismo y se identifica a Jaume Giró, el exdirectivo bancario, como el cabecilla de ese grupo, pero no parece previsible que vayan a poner en apuros al líder indiscutible de Junts, Puigdemont, el hombre que basa ahora todo su crédito político en el "milagro" de aparecer y desaparecer en Barcelona el pasado 8 de agosto, fecha de la investidura de Salvador Illa.
En cuanto a las relaciones entre ambos partidos, discurren mal, como siempre. En Madrid se enfrentan a cara de perro Gabriel Rufián y la nueva sensación separatista, Míriam Nogueras, que ejerce de azote implacable. En Cataluña, Junts acusa a ERC de haber puesto al frente de la Generalidad a un "españolista". Entre tanto, Salvador Illa, el supuesto españolista, pesca de aquí y de allá y ficha a gente de ERC y también del entorno de Junts, como es el caso de David Bonvehí, expresidente del PDeCAT presente en las apariciones marianas de Puigdemont en la localidad francesa de Elna durante la última campaña autonómica. Ahora ejerce de flamante director general de Economía Social de la Generalidad.