Lo que pretenden vendernos los detractores de la Monarquía no es una república como la francesa, sino un gemelo de las satrapías totalitarias que tienen repartidas por el mundo.
Anda ufano paseándose por la capital el triunfador de las elecciones gallegas esparciendo con retranca la buena nueva: si me imitáis en Madrid, acabaremos con los extremismos de Vox y Podemos.
Estamos en manos de un hatajo de sociópatas sin el menor sentido de la dignidad que son capaces hasta de prostituir un funeral de Estado y degradarlo a pantomima gubernamental.