
Pedro Sánchez ha encontrado en Carles Puigdemont a un aliado con el que comparte muchas de sus características: imprevisible, temerario, volátil y con un cierto punto de sadismo para hacer sufrir al aliado pero también al rival. Si no lo sabía, lo descubrió este miércoles en una jornada parlamentaria de infarto y, como todo lo que fue el procés, no exenta de surrealismo.
En el Gobierno confiaban en una abstención final de Junts, que les permitiría salvar dos de los tres decretos, pero la confirmación de su sentido del voto no llegaba pese a que las cesiones de Sánchez eran más que notables. Estaba dispuesto a entregarles la política migratoria, publicar las balanzas fiscales o una reforma de la ley de sociedades de capitales. Todo por salvar dos decretos. El ministro de Presidencia y Justicia, Félix Bolaños, no soltaba su teléfono durante toda la sesión.
Estaba en estrecho contacto con la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, con Pedro Sánchez y con el secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, siempre en segundo plano. "Estuvimos negociando toda la mañana", confirman en el Gobierno donde evitan comentar la ristra de cesiones a Junts.
Junts juega a la confusión
A las 15:00 finalizaba el plazo para votar de manera telemática. Un error, debido a la saturación de la red, hizo que se ampliase hasta las 15:30. El tiempo pasaba pero los diputados de Junts no votaban. Pocos minutos antes de la cuatro de la tarde, uno de ellos se cruzaba con varios los periodistas y les aseveraba que habían votado "no". La orden separatista era clara: no desvelar el sentido del voto hasta que se conociese el resultado final.
La noticia no tardaba en llegar dentro del hemiciclo. Bolaños y María Jesús Montero abandonaban azorados el pleno y ,con cara de evidente malestar, se dirigieron hacia un despacho de las plantas superiores del Senado. Hasta las seis de la tarde no se aclaró el sentido del voto separatista: una ausencia que equivaldría, a efectos prácticos, a una abstención. Ministros y altos cargos confirman que conocieron la decisión de Junts cuando la presidenta del Congreso, Francina Armengol, anunció el resultado.
"Lo supimos en el momento justo", sentencian algunos ministros. Otros son más explícitos: "cuando lo dijo la presidenta". Una tensión que, durante casi dos horas, desesperó al Gobierno. Durante esos 120 minutos de silencio y confusión, algunos altos cargos del PSOE pedían a Junts que saliese a dar explicaciones públicos de lo que parecía un "no". Pedro Sánchez, recluido en Moncloa, no llegó al Senado, donde se celebraba el pleno del Congreso, hasta que se aclaró el caos y el Gobierno era consciente de haber salvado dos de los tres decretos.
Díaz, derrotada
La que salió peor parada fue la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, que presentaba un decreto para ampliar el subsidio de desempleo. En el sector socialista no ocultan que fue derrotada y deslizan que no hizo los deberes al no negociar con los socios. Tampoco con Podemos, a los que no llamó pese a que habían amenazado con votar en contra.
Las enemistades larvadas entre Díaz y Belarra volvieron a cristalizar, esta vez en una votación parlamentaria. La vicepresidenta no quiso descolgar el teléfono y llamar a la que, hasta hace unos meses, era su compañera de partido. La venganza se sirvió en frío y, una vez más, con Junts rechazando votar.



