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Un independentismo descabezado colapsa en una Diada fragmentada en cinco manifestaciones

Òmnium exige a los partidos que "dejen de vender humo" en medio de la división y desorientación del separatismo.

Òmnium exige a los partidos que "dejen de vender humo" en medio de la división y desorientación del separatismo.
La manifestación por la Diada de Arran, la organización juvenil vinculada a la CUP. | EFE/Marta Pérez

Primera Diada con los partidos estrictamente independentistas fuera del gobierno de la Generalidad. Desde 2010 no se daba una circunstancia igual. Aquel año fue el último de José Montilla como presidente de la Generalidad. Calentaba motores el Procés que un par de años después convertiría al independentismo en el movimiento hegemónico en las calles. Casi tres lustros después, el separatismo ya no inunda las calles de manifestantes. De los cientos de miles se ha pasado a unos pocos miles. Cada vez menos movilizados y de peor humor. De la revolución de las sonrisas a la de los reproches. El independentismo ha tocado fondo.

El desconcierto separatista se ha traducido en cinco manifestaciones, una por cada capital de provincia y la quinta por las llamadas "Tierras del Ebro" en la ciudad de Tortosa. Ninguna se ha caracterizado ni por la afluencia ni por el fervor militante. En Barcelona la pancarta de la cabecera atribuía las dificultades para acceder a una vivienda digna a la pertenencia de Cataluña a España. Ese es el nivel de creatividad actual del independentismo. Las listas de espera de la sanidad catalana también son culpa del Estado, según los organizadores de la Diada separatista en Gerona. Y los males de la agricultura –en Lérida–, la sequía –Tortosa– o la falta de infraestructuras –Tarragona–. La desorientación es manifiesta, así como la desconfianza entre los diferentes actores del movimiento, entidades y partidos.

Se apela a la unidad del independentismo mientras se ahonda en las heridas internas. ERC aparece como el gran enemigo, los botiflers (traidores) por haber entregado la Generalidad al PSC, partido que el separatismo considera "españolista". En la formación republicana no se dan por aludidos mientras junqueristas y roviristas se acusan de organizar campañas de falsa bandera. Ya hay cuatro candidaturas. Todas abogan por la renovación. Incluida la de Junqueras. Y todas están compuestas por los "sospechosos habituales".

En Junts también preparan un congreso que se aventura mucho más plácido. Se trata de apear de la presidencia del partido a Laura Borràs en favor de Carles Puigdemont. Cuentan con el favor de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) de Lluís Llach y disponen del Consejo de la República. También los Comités de Defensa de la República apoyan al prófugo. Òmnium se mantiene en una cierta equidistancia entre Junts y ERC. También la Asociación de Municipios por la Independencia es neutral. Son todas las entidades que han convocado esta última Diada, la primera conjunta en muchos años. Una "exhibición de unidad" que ha sido, según Llach, la gran novedad de este 2024 en el que Salvador Illa se dispone a "desmenuzar la nación", al decir del cantante.

Críticas a los partidos

También se habla de renovación de liderazgos. Xavier Antich, presidente de Òmnium, enmienda la plana a los partidos. Pide que "dejen de vender humo" y que se planteen cambios en los liderazgos. El consejo cae en saco roto. Oriol Junqueras quiere repetir como presidente de ERC y Carles Puigdemont no está dispuesto a dar un paso a un lado tal como prometió si no alcanzaba la presidencia de la Generalidad. La CUP también está en crisis. Y por si fuera poco irrumpe en la escena independentista el partido ultra de Sílvia Orriols, la Aliança Catalana, que amenaza la hegemonía de Junts en la Cataluña interior.

"Les hemos facilitado mayorías parlamentarias que han desperdiciado en discusiones cainitas. La pelea permanente nos han llevado hasta aquí, con la Generalidad en manos de un gobierno españolista, que hace pocos días se arrodillaba delante de Felipe VI", abundó Antich en su intervención al término de la manifestación de Barcelona. La no aplicación de la amnistía en el caso de los acusados de terrorismo de los Comités de Defensa de la República (CDR) o de los condenados y acusados por malversación, como en el caso de Puigdemont, también formó parte del argumentario de los discursos más inflamados.

En las camisetas de esta edición de la Diada, el eslogan "Hagamos más corto el camino" hacia la independencia. En los carteles, críticas a ERC por haber hecho presidente a Illa. "Quien avala el 155 no puede ser nuestro presidente", reza una de las pancartas más celebradas. Gritos de "Independencia" y sensación de fracaso. La Diada ha dejado de ser la gran fiesta independentista del fin del verano, la manifestación que abría los cursos políticos en los que la independencia parecía un objetivo alcanzable a corto plazo.

Según la Guardia Urbana de Barcelona, la manifestación congregó a 60.000 personas. En Tarragona se dio el dato de 2.800 personas. Tres mil en Lérida y 6.800 en Gerona. En Tortosa no se llegó a las mil personas. Pinchazo en toda regla. La Diada más escuálida desde que comenzara el proceso. La fragmentación no ha servido para ocultar el fracaso de convocatoria.

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