
Los momentos de crisis ponen a prueba la capacidad de liderazgo de quienes deben afrontarlas. La Dana no sólo ha dejado un reguero de destrucción a su paso, con más de 220 muertos, sino que ha puesto en evidencia las carencias de la clase política a la hora de gestionar la mayor catástrofe natural de España. En el punto de mira, el Gobierno de Pedro Sánchez, con la ministra Teresa Ribera, Fernando Grande-Marlaska o Margarita Robles. Pero también el presidente valenciano, Carlos Mazón.
Este último es el eslabón más débil de la cadena, no sólo por los errores cometidos en las horas previas a la catástrofe, sino por su actuación posterior y su incomprensible negativa a pedir la emergencia nacional para entregar el mando al Ejecutivo, y con él al Ejército. Una petición que ha hecho en reiteradas ocasiones el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, sin que Mazón se haya dado por aludido.
Una relación tocada desde el 23-J
A pesar del respaldo público de Feijóo en los días posteriores a la catástrofe, y que ratificó ayer junto a los presidentes regionales del PP, la relación entre ambos ha estado repleta de altibajos, especialmente después del 23-J, ya que la dirección nacional responsabiliza en gran medida al ahora presidente valenciano del resultado fallido por su premura en pactar con Vox, sin esperar a que el partido fijara una posición común sobre la relación que quería mantener con los de Abascal.
El acuerdo, muy criticado en su redacción inicial por estar repleto de vaguedades, dio el pistoletazo de salida a las negociaciones autonómicas entre PP y Vox, sin que Génova hubiera fijado un rumbo, lo que provocó incoherencias en el discurso, con las Comunidades negociando cada una por separado. Las incoherencias, como demostró la diferencia de criterio expresada por la presidenta extremeña, María Guardiola, marcaron la campaña de las generales. Esto, unido a la movilización de la izquierda por el temor a Vox, dejaron a Feijóo a cuatro escaños de la presidencia, según concluyó el partido en sus análisis postelectorales.
El primero en pactar, el primero en romper
De la misma manera que Mazón pactó rápidamente con Vox, fue el primero en nombrar nuevo equipo cuando los de Abascal decidieron abandonar los gobiernos. Apenas hora y media después de que el líder de Vox anunciara la ruptura de los pactos autonómicos, el presidente valenciano cesaba a sus consejeros, entre ellos a la de Justicia e Interior, Elisa Núñez, al frente también de las Emergencias valencianas, y que fue sustituida por Salomé Pradas, ahora en el ojo del huracán.
Mazón es, por tanto, un hombre más de acción e impulsivo que reflexivo. Sin embargo, durante la catástrofe no ha logrado hacerse con las riendas de la situación, desbordado primero por la situación, y después por desoír las instrucciones del presidente de su partido. De momento, ha optado por apoyarse en el Gobierno de Pedro Sánchez para la gestión de la crisis, y en el PSOE para aprobar los presupuestos autonómicos.
Su llegada al PPCV
Mazón llegó a la presidencia del PP en la Comunidad Valenciana de la mano de Pablo Casado y Teodoro García Egea, que le eligieron frente a Isabel Bonig, la candidata natural como presidenta del PP valenciano hasta ese momento, y cuya labor principal había sido coser al partido en su peor momento político, dividido y asediado por la corrupción como estaba tras la salida de Francisco Camps.
En lugar de premiar la labor de Bonig, Casado y García Egea optaron por Mazón, entonces presidente de la Diputación de Alicante y líder de la formación en esta provincia, en una operación de acoso y derribo contra Bonig que acabó provocando su salida de la política. Su renuncia se produjo, según dijo, porque "el partido no podía permitirse ir a unas primarias en las que perdíamos todos".
Las primarias igualmente acabaron celebrándose, aunque Mazón se enfrentó a un desconocido, José Vicente Anaya, respaldado por Camps. Un proceso que permitió mantener la imagen de democracia interna, al tiempo que facilitó que Mazón arrasara en el resultado, con un 95,5% de apoyos.
Sin equipos fuertes
Llegó a la presidencia del PP valenciano aupado por la dirección nacional, pero sin suficiente respaldo territorial ni cuadros de peso en los que confiar, de ahí que se rodeara personas de su más estricta confianza, lo que dos años después ha quedado al descubierto. Entre los pocos cargos con experiencia, la actual alcaldesa de Valencia, María José Catalá, a la que ya se mira de cara al futuro.
La decisión de Mazón de mantener el mando junto a su equipo, no sólo ha resultado ineficaz, sino que ha mermando la capacidad del PP nacional para hacer oposición a Sánchez, justo en su momento más débil, cuando estaba cercado por la corrupción y el escándalo Errejón. La dirección del PP ha optado, al menos de momento, por templar los ánimos en medio de la catástrofe, para poder centrar todos sus esfuerzos en la recuperación de la normalidad. Veremos si el actual apoyo se mantiene una vez pase lo peor de la tragedia.

