Europa se ha propuesto transformar la Formación Profesional (FP) a través de un concepto tan poderoso como impreciso: el "empoderamiento" del profesorado. No se habla de salarios ni de condiciones laborales, pero sí de desarrollo profesional continuo, resiliencia, entornos inclusivos y, por supuesto, encuestas.
En paralelo, en España se cuestiona la universidad privada desde la tribuna política, mientras la FP privada —que ya representa un tercio del sistema— crece con fuerza. La pregunta es inevitable: si se ha puesto en duda la educación superior privada, ¿ocurrirá lo mismo con la Formación Profesional? ¿O el empoderamiento también será selectivo?
El nuevo mantra educativo: empoderar al profesorado
En su reciente nota de prensa, la Unión Europea lanza un mensaje claro: los docentes de FP son clave para el futuro económico e inclusivo de Europa. Son el engranaje que conecta el aula con el mercado laboral, el medio ambiente con las competencias digitales, el estudiante con la resiliencia económica.
Sin embargo, siguen esperando algo más que reconocimiento simbólico. Porque no se habla de salarios, sino de desarrollo profesional continuo (DPC). Mucho DPC.
Este desarrollo se concibe como una especie de alquimia formativa: si se capacita lo suficiente al docente, el estudiante aprenderá mejor, el tejido socioeconómico se fortalecerá, y la innovación se multiplicará. Y si no funciona, siempre quedará otra encuesta para seguir empoderando desde el Excel.
Una encuesta como solución estructural
La medida estrella que sustenta esta filosofía educativa es la Encuesta Europea de Profesores de Formación Profesional (EVTS). Coordinada por el CEDEFOP, recogerá datos de 14.000 docentes en 23 países entre 2025 y 2026.
El objetivo: conocer barreras, oportunidades y cómo influye el desarrollo profesional continuo (DPC) en el bienestar del profesorado. Los resultados, eso sí, no estarán listos hasta 2027.
Según el CEDEFOP, el DPC no solo mejora competencias, también crea "entornos inclusivos". Una fórmula muy europea: mucha semántica, poca solución. El empoderamiento como bálsamo para no hablar de sueldos.
España: FP privada en alza y discurso en conflicto
Mientras tanto, en España, la Formación Profesional vive una transformación que no necesita de informes comunitarios para hacerse visible. En la última década, la FP privada ha crecido un 460%, modificando de forma radical el mapa educativo del país. Según los últimos datos del Ministerio de Educación, de los 4.022 centros que imparten FP, más de un tercio ya son privados. Y del total de 1.085.259 alumnos matriculados, 370.590 —es decir, el 34%— elige centros privados.
La demanda laboral, la flexibilidad formativa, las plataformas online, e incluso el acceso para personas que compatibilizan estudios con trabajo explican este auge. Todo ello sin campañas políticas a favor ni declaraciones grandilocuentes. Simplemente funciona.
España, el laboratorio perfecto del sarcasmo educativo
En plena fiebre europea por elevar el estatus de la FP, España se convierte en ejemplo paradigmático de la incoherencia institucional. Resulta llamativa la reciente afirmación de la ministra María Jesús Montero, quien declaró en un mitin en Granada que "la principal amenaza para la clase trabajadora" es la universidad privada, acusándola de facilitar títulos a golpe de talonario.
Aunque el Ejecutivo no ha cargado directamente contra la FP privada, cabe preguntarse: si lo han hecho con la universidad, ¿también lo harán con la FP?
Sería un contrasentido notable que el Gobierno decidiera cargar también contra la Formación Profesional privada, teniendo en cuenta que buena parte de sus miembros —incluido el presidente Pedro Sánchez— se ha formado en universidades privadas.
Más aún cuando la FP privada está cumpliendo con eficacia una función que el sistema público no logra cubrir del todo: ofrecer salidas profesionales concretas, en sectores técnicos muy demandados, y hacerlo con una agilidad que muchas universidades públicas aún no han conseguido.
Declaraciones rimbombantes, soluciones invisibles
Europa trabaja desde hace años en analizar las políticas de formación del profesorado en 27 Estados miembros. Todo muy loable, muy estratégico y muy europeo. Pero difícilmente trasladable a la realidad cotidiana del aula, donde el empoderamiento no sustituye la falta de recursos, ni paga la factura de la luz de los profesores.
La paradoja es evidente: mientras en España se impugnan ciertas formas de educación privada por considerarlas elitistas, se deja crecer —en silencio y sin oposición— un modelo de FP privada que no solo cubre vacíos formativos, sino que responde a las nuevas exigencias laborales con eficacia y flexibilidad.
Y en paralelo, en Bruselas, se diseña el futuro de la educación profesional a golpe de encuesta, y de palabras como "inclusivo", "resiliente" y "adaptativo". Todo menos "dignamente remunerado".
¿Empoderamiento para todos?
Europa no distingue entre docentes públicos o privados en su narrativa. Habla de empoderar a los docentes de FP. Pero uno no puede evitar preguntarse si esta ola de empoderamiento llegará también a quienes trabajan en centros privados. ¿O el empoderamiento, también tendrá sello ideológico para Sánchez?
A lo mejor la verdadera pregunta no es cómo empoderar a los docentes, sino cuándo dejaremos de usar eufemismos para enmascarar la falta de acción política real. Porque si el futuro de Europa depende de su Formación Profesional, quizá convendría empezar por algo más tangible que una encuesta: un contrato digno, una carrera profesional clara y un poco menos de palabrería institucional.
Ana Hernández es Doctora en Química Orgánica, especializada en Química Médica y Biología, con más de veinte años de experiencia como investigadora tanto en España como en el extranjero. Es autora de múltiples publicaciones científicas y patentes.