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Especial centros de menores: "Íbamos a casa de un señor a limpiar pero luego nos pedía que le pajeáramos"

Los abusos y la prostitución son una tónica en los centros de menores. Lola y Esmeralda acercan un relato valiente sobre una realidad incómoda.

La semana pasada conocimos a Lola y a Esmeralda; dos mujeres de 46 y 26 años que, compartiendo sus historias, nos demostraron que la vida en los centros tutelados apenas ha cambiado con el paso de los años. Es el resultado de una infancia dura, en mucha soledad en la que ya desde pequeñas, desde el colegio, es difícil sentirse en igualdad de condiciones que el resto de niños.

"Cuando íbamos a la escuela nosotras veíamos las cartas de cambiar y queríamos eso. Entonces yo para conseguirlo hacía lo que me daba la gana. Igual te ibas con uno y le dabas unos morreítos … Todo eso era así. Si querías unas Nike, aquí no te las iban a comprar. Las chicas salíamos a buscar"

Lola y sus amigas se relacionaban con chicos mayores. "Con 13 años yo ya tenía un novio de 29 que sabía perfectamente la edad que yo tenía y que vivía en un centro. Él me regalaba botas, ropa, tabaco, dinero … Nosotras sabíamos que los besos y los tocamientos siempre eran a cambio de algo pero no creíamos que eso era prostitución. Pensábamos que las prostitutas eran las que fornicaban mucho por dinero, las que estaban en la carretera"

Su pareja iban a buscarla al centro y sus educadores sabían de su relación. No preguntaban. Tampoco cuando alguna de las chicas venía con dinero de más o ropa de marca.

Esmeralda coincide con Lola en que por omisión, se permitían muchas situaciones y también recuerda a "compañeras que vendían su cuerpo a otros hombres por dinero"

Abusos y prostitución

En un entorno en el que los lujos escasean, cuando alguien llegaba con dinero, en seguida se corría la voz sobre cómo conseguirlo: "Había un cartero -recuerda Lola- que nos llamaba a las chicas jóvenes. En el centro decían que iban a limpiarle la casa para sacarse un dinero y se turnaban para ir una cada tarde"

Ella veía cómo sus amigas "traían dinero a punta pala" y ante la curiosidad, decidió ir y probar a ver cuánto pagaba. "Yo llegué y dije: "Venimos a limpiar, ¿qué limpiamos?". El tío sacó una botella del Tío Pepe, unos mejillones, un espetec y nos estuvo contando que él tenía un niño que no era suyo pero que lo cuidaba y luego nos dijo que le pajeáramos. Nos empezó a tocar y nos dijo que le hiciéramos lo que teníamos que hacerle. Y no era limpiar la casa"

Lola dio aviso al centro, que no hizo nada. "Cuando se enteraban de lo que pasaba, ya siempre era demasiado tarde". Algunos centros se escudan en que al ser de régimen abierto no pueden controlar lo que se hace fuera. Sin embargo, en muchos casos, tampoco se controla lo que pasa dentro de esos muros donde se tiene que proteger y cuidar a esos menores.

Esmeralda fue víctima de abusos por parte de uno de sus educadores: "En un centro de Zamora un educador me sentó en su regazo, me empezó a tocar el muslo cerca de mis partes íntimas y cuando me intenté levantar hizo fuerza hacía él -silencio- Yo quiero pensar que era una forma de mostrar cierto afecto hacia mi persona".

Cuando Esmeralda pronuncia estas palabras es difícil, de primeras, entender que habla desde el recuerdo de una menor que no tiene referencias de lo que es una muestra de afecto real.

Ahora, haciendo este reportaje se da cuenta: "Creo que era una manera de protegerme a mí misma el verlo así porque no me atrevía a contárselo a mi madre. Cuando le dije al educador que se lo iba a decir a mi madre, me amenazó con que se iba a encargar de que no volviéramos a tener una visita. Se lo conté a otros educadores y tampoco me creyeron. Me decían que era por la inquina que le tenía yo a los centros de menores, pero no era así"

"Cuando lo dices en el centro, no te creen"

Este silencio es el que impera en todos los relatos que he recogido de chicas que han querido denunciar situaciones como ésta. Teresa, la menor tutelada de la que abusó el marido de Mónica Oltra relataba cómo el educador entraba en su habitación y empezaba haciéndole masajes. Cuando lo contó, en el centro la acusaron de inventarse todo. "Yo entonces era muy problemática y mentirosa pero esto era verdad", reconocía hace unos años cuando hablamos para un reportaje en Es la Mañana de Federico.

Lola recuerda una historia similar con una compañera de su centro que denunció esto mismo: "El educador entraba cuando nos íbamos a dormir y se ponía a darle un masaje en la espalda y se quedaba un buen rato en la habitación".

En ocasiones, los abusos también se daban por parte de los propios compañeros. Esmeralda supo de una "violación a una chica por parte de cinco tutelados y el centro nadie la escuchaba, decían que lo hacía para llamar la atención".

Embarazos no deseados: Repetir el patrón

Este abandono es demasiado recurrente en espacio tiempo en diferentes puntos geográficos como para hablar de casos aislados. Y lo mismo ocurre con los embarazos. "Con 15 años me quedé embarazada. ¿Tú crees que me preguntaron algo? ¿Tú crees que les importó? Nunca me preguntaron nada. Ni los educadores, ni los servicios sociales"

Ella tuvo suerte de poder sacar a su hijo adelante. "Muchas chicas como yo quedaron embarazadas y tiradas. Hay niñas que han tenido padres que se han hecho cargo de los niños pero a las que no tenían padres, se los quitaban. Y si podían hacerlas abortar, las hacían abortar. Eran niñas como yo que con 13 se iban con tíos de 30 años creyéndose mayores, como yo lo hice y que acabaron mal".

La hermana de Esmeralda fue uno de esos casos: "Le quitaron a la niña de una forma trafullera diciendo que daba positivo. Mi hermana había sido consumidora pero cuando se quedó embarazada lo dejó. Aún así se la llevaron en el mismo hospital y a día de hoy llevo más de 3 años sin ver a mi a sobrina".

Es necesario elaborar estadísticas

Ellas dejan claro que tuvieron educadores que sí se preocupaban por hacer bien su trabajo. "Eso quiero que lo recalques", me pide Lola. "Más bien es un problema de gestión" – añade Esmeralda – "Para mí que los centros existan no es un problema pero no tienen control de lo que está pasando. Intentas averiguar y no hay, por ejemplo, una estadística de la tasa de mortalidad dentro de los centros de menores"

Tampoco hay de embarazos y mucho menos de abusos. Si la denuncia no se registra y no se reporta, a la administración no le consta. Los casos sólo salen a la luz cuando se destapan a nivel policial como hemos visto en Baleares, La Rioja, Canarias … Pero para entonces, se ha perdido la cuestión de fondo:

Noemí Pereda es una de las expertas más reconocidas en el ámbito del maltrato y el abuso sexual infantil. Dirige el Grupo de Investigación de Victimización Infantil y Adolescente y a partir de ahí, ha intentado elaborar una estadística. No ha sido fácil y sólo Cantabria les ha brindado la oportunidad. Aún así, los datos han sido reveladores:

"Nos dejaron preguntar a los chicos de 14 a 17 años que estaban en los centros residenciales de la Comunidad por sus experiencias de explotación en los últimos años. Las cifras son terribles, cerca del 20% reconoció haber sido víctima de abusos ya sea a través de vídeos, fotos o experiencias sexuales a nivel físico"

Y estamos hablando de una Comunidad que por Ley sólo permite 8 plazas por centro. En el resto, hablamos de entre 30 y 50 internos con lo que esta estadística podría ser aún más alarmante.

Como estamos viendo a través de estos relatos, no hablamos de redes o mafias organizadas que abusan de menores, aunque también hay casos. En su mayoría se trata de prácticas que se dan en el propio entorno de estos menores a través de una dinámica social: "No hay un secuestro físico como en la trata -explica Noemí- pero sí emocional. Se les manipula porque como nosotros no les ofrecemos las respuestas emocionales, el afecto, la atención individualizada que requieren pues estos explotadores lo que hacen es dársela a través del sexo, prostitución, etc". Con esto volvemos al punto de partida: A un sistema fallido que no tutela a los menores ni les da una infancia digna.

Lola dice sentir "asco" recordando esta parte de su vida pasada. "Yo me he sentido una especie de Borbón de mercadillo – concluye Esmeralda- Me han mantenido a golpe de Constitución porque la ley lo dice así pero he sido un estorbo que sólo han sabido medicar. Se me ha tratado sin la mínima humanidad, sin el mínimo corazón"

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