Madrid, ciudad de ferias, congresos y manifestaciones y huelgas salvajes.

Pocas veces he sufrido los devenires de esas huelgas urbanas, que colapsan la circulación, perturban la vida ciudadana, y pretenden encajonar derechos y libertades de la ciudadanía, que nada tienen que ver con sus problemas.

Aún recuerdo hace años, que habíamos llevado a nuestros hijos a Paris, a ver DisneyWorl, y estando de vuelta en el metro , se disparó una huelga no anunciada en todos los transportes de Francia, hora y media de pánico dentro del metro, con lo que comporta de comportamientos antisociales y desordenados. Tuvimos que volver en coche alquilado, la noche del domingo, ya que yo tenía una reunión ineludible el lunes a primera hora, no nos matamos de milagro.

En otras ocasiones, he perdido viajes en avión, o he soportado atascos y cuellos de botella circulatorios, pero repito, casi siempre anunciado, he huído de lo que consideraba el escenario de una manifestación, y así es mas o menos digerible. De todas formas, es necesaria unas reglas de juego obligatorias, para que la paz social sea una realidad, por que lo mas curioso, es que los responsables reales se van de rositas, y como siempre paga el ciudadano de a pié.

Es por ello imprescindible una ley de huelga, que desbroce las libertades y los derechos, de los mismos de los demás.

Derecho de huelga, Sí. A costa de los derechos de los demás, No
Expresión de derechos y libertades Sí, A costa de infringir otros derechos No.
Intereses individuales Sí. Sobre los de los demás, No
Justicia Sí. Justicieros, No

etc, etc...

Y así hasta comprender lo ya sabido, nuestra libertad termina, cuando empieza la de los demás, y hasta que esto no se entienda, la ciudadanía no entenderá los problemas de otros, si hay un culpable, que pague el culpable, no los demás, que nada han hecho.