Si hay alguna parcela en el mundo que(+)

no ha sabido compatibilizar su progreso indiscutible en todo lo cultural, llámese
humanismo, llámese ciencia, llámese arte y todo apartado relacionado con la sabiduría,
esa parcela es Europa. Dejando aparte el tiempo de la dominación romana o la
posterior preponderancia germánica, u otro dominio invasivo, en lo tocante a la
contemporaneidad, de poco nos ha servido para saber convivir como pueblos unidos.
Si los padres de lo que conocemos como Unión Europea levantaran la cabeza se
volverían a morir de pena. Que mal suenan los tambores, que no son precisamente
tambores lejanos. Causan espanto y suma tristeza atisbar que vuelven los mismos que
hace casi un siglo nos envolvieron en una vorágine de violencia, persecución, muerte,
fobia, destrucción, ruina humana. Que mal suenan esos tambores nazi-onalistas que
solo pretenden la división y la miseria. Nadie se acuerda ya de aquella infalible
sentencia del recordado Stefan Zweig, víctima mortal de ellos, cuando afirmaba que
"los nacionalismos son la peor de las pestes y ponen en peligro la cultura europea". Y
si alguien ha pasado por episodios lamentables somos los europeos, pero lo que aquel
veneno nos dejó fue inmenso. Tambores cercanos es a lo que suena.