El terrorismo es el uso de la violencia para infundir terror por motivos políticos. Bajo esta definición, y muchas otras alternativas, la campaña de la izquierda norteamericana contra Tesla, el fabricante de vehículos eléctricos fundado y dirigido por Elon Musk, es terrorismo. Lo estamos viendo día tras día, no sólo cierto grado de vandalismo contra los propios coches, como pincharles los neumáticos, romper las ventanas, hacerles pintadas con esvásticas o rayarlos; sino con actos violentos como incendios intencionados o incluso disparos contra no sólo vehículos sino concesionarios.
Los motivos son claramente políticos, dado que la campaña comenzó tímidamente tras la victoria de Trump pero se convirtieron en un problema real de una naturaleza más violenta cuando Elon Musk comenzó a trabajar de verdad en el Gobierno cerrando el grifo al derroche de dinero público y despidiendo funcionarios.
Esta reacción de la izquierda global nos ha dejado una importante lección: que la lucha contra el cambio climático les importa un bledo. Nos imponen electrodomésticos cada vez peores, pero que gastan menos agua y electricidad. Ya no podemos usar bombillas tradicionales, ni coches que consuman mucha gasolina y hasta están empezando a coquetear con la idea de prohibir las calefacciones y cocinas de gas. Tenemos restricciones cada vez más importantes al uso de vehículos de combustión interna que amenazan con convertirse en prohibiciones directas dentro de diez años, con la correspondiente obligación de utilizar coches eléctricos en su lugar. Pues bien, en cuanto el fundador y consejero delegado del mayor fabricante de estos vehículos se sale de los estrechos carriles del sectarismo de izquierdas, los verdaderos creyentes en el apocalipsis climático se lanzan a vandalizar y destruir la supuesta gran solución contra el fin del mundo que nos quieren meter por la garganta.
Para la izquierda lo importante no es el cambio climático, el acceso a la vivienda, el feminismo o lo que sea que toque en cada momento: lo que importa es la revolución. El objetivo es destruir el modo de vida occidental que nos permite ser libres. Libres de vivir al margen de sus ideas y sus dictados. Libres de relacionarnos con quienes queremos de la forma que queramos. Libres de ignorarlos. Las distintas campañas no son más que excusas para avanzar en su objetivo de someternos.
Y como Elon Musk se ha rebelado, su aportación en la lucha contra el cambio climático ya no importa. Porque la supuesta emergencia climática no es un problema que solucionar. Es una forma de reducir nuestras opciones, de controlar nuestras vidas. Y no hay más.