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La última vergüenza de la OEA

La OEA convocó hace unos días a una reunión para abordar la crisis venezolana. Ante la reclamación de Maduro, dio marcha atrás y la canceló.

La OEA convocó hace unos días a una reunión para abordar la crisis venezolana. Ante la reclamación de Maduro, dio marcha atrás y la canceló.

No es secreto para nadie que la Organización de los Estados Americanos (OEA) tiene grandes deficiencias, como casi cualquier organismo regional. Durante décadas ha sido claramente ineficiente a la hora de resolver grandes crisis en la región. Uno de los casos más claros fue tras el autogolpe de Estado de Alberto Fujimori en Perú en 1992. Sólo lanzó una advertencia y algunas condiciones y poco más.

Otro ejemplo de vergüenza de este tipo de organismos fue el ocurrido hace unas semanas en La Habana. El continente fue testigo de la inmensa vergüenza de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que aprobó –sin la oposición de ningún representante– una declaración final propuesta por la dictadura castrista en la que se pedía fortalecer "nuestras democracias y todos los derechos humanos para todos", subrayando que objetivo de la CELAC es que "todas y todos sientan que la democracia les da sentido a sus vidas", dos cosas que claramente no existen en Cuba. En aquel documento también se incluye un texto alabando la figura de Hugo Chávez.

Ahora, con la crisis en Venezuela, la OEA vuelve a cubrirse de gloria. Hace unos días, convocó para este jueves –ante la sugerencia de Panamá, por lo visto el único país en interesarse en el tema– a una reunión para abordar los últimos acontecimientos en Venezuela, sin duda una noticia importante por cuanto estarían presentes todos los ministros de Exteriores, aunque con los antecedentes, muy pocos creían en resultados concretos para mejorar la situación.

Pero ahí no acabó la cosa. Ante la convocatoria, el Gobierno de Maduro reaccionó y así, su embajador ante la OEA, Roy Chaderton, solicitó la cancelación de la sesión extraordinaria por un "defecto de forma". Como era de esperar, la OEA dio marcha atrás y decidió aplazar "hasta nuevo aviso" la cita, sin dar más explicaciones. Es decir, una nueva prueba de la incapacidad de la OEA para imponerse sobre regímenes que reprimen a sus ciudadanos, tal y como está ocurriendo en Venezuela.

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