
Si hay alguien que está jugando un papel ominoso en el fraude electoral que se perpetró el domingo por la noche en Venezuela, ese es el expresidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, cuya estrecha y extraña relación con el régimen chavista —no sólo con Nicolás Maduro, sino también con los hermanos Rodríguez, Delcy (vicepresidenta del Gobierno) y Jorge (jefe de campaña)—, está todavía pendiente de explicación.
Zapatero, al que Delcy Rodríguez se refiere como "su príncipe", lleva nueve años jugando un tenebroso papel en Venezuela, apuntalando y blanqueando a una autocracia que no respeta los derechos de los ciudadanos, un país donde la gente es detenida, torturada y hecha desaparecer, donde se inhabilita a los opositores, como a María Corina Machado, que no permite la presencia libre de observadores en los procesos electorales, y donde la población o se muere de hambre o huye por millones al exilio. Con ese régimen, Zapatero tiene unas relaciones obscenas convertido en el principal lobbista de Venezuela en España.
Entre los observadores permitidos en las elecciones del 28-J está el Grupo de Puebla, un foro político y académico que integra representantes de la izquierda política latinoamericana y europea del sur que fue fundado el 14 de julio de 2019 en la ciudad mexicana de Puebla.
Pero en realidad el Grupo de Puebla es un organismo encargado de exportar el totalitarismo comunista en todo el mundo. Está comandado por la dictadura cubana, la venezolana, Evo Morales, Rafael Correa o Alberto Fernández. En el mismo juegan un papel muy importante representantes españoles como Rodríguez Zapatero, Baltasar Garzón, Yolanda Díaz, Irene Montero, Adriana Lastra y Enrique Santiago.
Ante el masivo fraude que está llevando a cabo el régimen venezolano, el Grupo de Puebla, que inicialmente había mostrado su apoyo a Nicolás Maduro, dio un giro en la noche del lunes, cuando el expresidente dominicano, Leonel Fernández, integrante de la delegación del Grupo de Puebla en Caracas, publicó una declaración conjunta. Aunque sin mucha contundencia, recomienda "que el Consejo Nacional Electoral (CNE), tal y como han sugerido el secretario general de la ONU y el Centro Carter, garantice la transparencia del proceso electoral publicando la totalidad de las actas de escrutinio, desagregadas por centros y mesas de votación".
Pues ni siquiera a este tímido requerimiento se ha sumado Rodríguez Zapatero. La sorpresa el lunes por la noche es que la declaración conjunta sí fue suscrita por Ernesto Samper, expresidente de Colombia, pero no por Zapatero, líder del Grupo de Puebla en Caracas.
El silencio de Zapatero, tres días después de las elecciones, le hace cómplice no sólo de uno de los mayores fraudes electorales conocidos, sino también de la represión de Maduro contra la oposición y de lo que le pueda pasar a sus líderes, María Corina Machado y Edmundo González Urrutia.
No obstante, el silencio de Zapatero puede entenderse como un apoyo a Maduro por omisión, o al revés: el fraude electoral ha sido tan escandaloso, que ni él mismo se atreve a reconocer que el sátrapa venezolano ha ganado. Por lo tanto el silencio podría entenderse como un no respaldo a la autoproclamada victoria de Maduro del que ha sido hasta ahora uno de sus principales valedores.




