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Cómo el fracking transformó y descarbonizó la economía de EEUU

Entre 2005 y 2015, el fracking impulsó el PIB, redujo el paro y las emisiones en Estados Unidos.

Entre 2005 y 2015, el fracking impulsó el PIB, redujo el paro y las emisiones en Estados Unidos.
Fracking. | Alamy

Durante la primera década del siglo XXI, especialmente entre 2005 y 2015, la economía de Estados Unidos experimentó una transformación profunda impulsada por una innovación tecnológica en el sector energético: el fracking.

La fractura hidráulica, combinada con la perforación horizontal, permitió extraer petróleo y gas natural de formaciones de esquisto antes inaccesibles, lo que multiplicó la producción energética del país, redujo los costes de la energía e impulsó una ola de crecimiento económico inesperada.


Un estudio del Becker Friedman Institute de la Universidad de Chicago, titulado The Shale Boom and the U.S. Economy: An Aggregate and Local Analysis, ofrece la estimación más rigurosa hasta la fecha del impacto macroeconómico del fracking. Según sus autores, esta tecnología contribuyó de forma directa a más del 6,5% del crecimiento del PIB real de Estados Unidos entre 2005 y 2012, y elevó el PIB del país norteamericano en 5 puntos entre 2005 y 2015. Este impulso también fue responsable de alrededor del 10 % del crecimiento neto del empleo en esos años.

Impacto económico agregado

El despliegue de la fractura hidráulica en regiones como la de Bakken (Dakota del Norte, Montana y, en parte, Canadá) o Marcellus (Pensilvania, Nueva York, Ohio y Virginia Occidental) ha abierto las puertas al boom productivo que ha vivido el sector:

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El fuerte desarrollo del fracking redujo drásticamente el precio del gas natural en el mercado norteamericano, lo que benefició a una amplia gama de industrias manufactureras y de servicios intensivas en energía. Esto actuó como un shock positivo de oferta, mejorando la productividad total de los factores, una variable clave que mide la eficiencia con la que una economía convierte insumos en producción.

Sectores como la química, la metalurgia, el vidrio o los fertilizantes vieron reducciones sustanciales en sus costes operativos. A nivel macro, estos efectos generaron una combinación rara de crecimiento con desinflación, al reducir los precios energéticos sin necesidad de subsidios ni intervenciones estatales directas.

Entre 2007 y 2015, el valor de la producción energética en Estados Unidos se multiplicó, y el país pasó de ser un importador neto a convertirse en uno de los principales exportadores mundiales de gas natural licuado (GNL). La ansiada seguridad e independencia energética que tanto preocupa a Europa quedó blindada en Estados Unidos a través del fracking. Esta transformación también mejoró la balanza comercial energética y redujo la vulnerabilidad externa ante choques geopolíticos. Asimismo, el fenómeno tuvo el impacto paralelo de golpear a los regímenes que se apoyaban en las exportaciones de petróleo y gas para apuntalar su economía y mantenerse en el poder.

Efectos locales: empleo estable, salarios más altos y nuevos polos industriales

Los beneficios del fracking no fueron homogéneos en todo el país, sino que se concentraron en regiones con reservas de hidrocarburos no convencionales, como Texas, Dakota del Norte, Oklahoma, Pennsylvania y Ohio. En estas zonas, el estudio estima un aumento del 35% en el empleo local y del 28% en la masa salarial durante el periodo de expansión más intenso (2005-2015). Hablamos, por cierto, de territorios donde la derecha política tuvo un claro predominio en la política estatal y municipal mientras se producía el enorme vuelco propiciado por el fracking.

Además, estos efectos no se limitaron a los sectores directamente involucrados en la extracción de petróleo y gas. La construcción, el comercio minorista, la hostelería y los servicios personales también se beneficiaron del crecimiento de la demanda y del aumento de la población activa atraída por las nuevas oportunidades. Condados antes deprimidos vieron revertirse décadas de estancamiento económico. En casos extremos, como el de Williston en Dakota del Norte, la tasa de desempleo cayó por debajo del 2 % y los ingresos medios por hogar se dispararon.

Menores emisiones de CO2

Contrario a la percepción habitual, el auge del fracking coincidió con una notable reducción en las emisiones de gases de efecto invernadero en Estados Unidos. Al facilitar el reemplazo del carbón por gas natural en la generación eléctrica, el fracking permitió una descarbonización acelerada que no requirió de la aprobación de subsidios masivos ni restricciones regulatorias severas.

Según datos de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), entre 2007 y 2019 las emisiones del sector eléctrico se redujeron en más del 30%, en buena parte gracias al cambio de mix energético inducido por la caída del precio del gas. Esto convirtió a Estados Unidos en el país desarrollado que más redujo sus emisiones en ese periodo, un hecho raramente atribuido al fracking en el debate público, pero ampliamente documentado por investigadores y agencias independientes.

Un modelo de política energética basada en innovación, no en subvenciones

El caso del fracking pone de relieve el impacto que una innovación tecnológica puede tener sobre toda la economía nacional, incluso en ausencia de grandes programas de gasto público o intervención estatal. A diferencia de otras transiciones energéticas promovidas desde el aparato político, la revolución del fracking fue liderada por empresas privadas, apalancadas en un marco regulatorio favorable y en derechos de propiedad claramente definidos sobre los recursos del subsuelo.

El estudio del Becker Friedman Institute concluye que el fracking fue uno de los principales factores detrás de la recuperación económica posterior a la Gran Recesión. Y aunque sus implicaciones medioambientales siguen siendo objeto de debate, sus efectos sobre el crecimiento, el empleo y la intensidad de carbono de la economía estadounidense resultan, en palabras de los propios autores, "económicamente significativos y persistentes".

La experiencia estadounidense con el fracking invita a una reflexión más pragmática sobre las transiciones energéticas, un asunto de plena actualidad en Europa y España. En lugar de ver la economía y el medioambiente como objetivos contrapuestos, el caso del fracking sugiere que ciertas tecnologías pueden permitir avanzar en ambos frentes al mismo tiempo.

Frente a los modelos europeos centrados en subsidios, prohibiciones y burocracia, Estados Unidos logró una reducción sustancial de emisiones y un aumento del bienestar económico mediante un cambio tecnológico basado en innovación empresarial. El fracking no es una solución perfecta, pero sí es una prueba de que las transiciones energéticas viables exigen realismo, flexibilidad y apertura a los datos.

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