
Dentro de un Gobierno que ha descubierto que no pasa nada si mientes y que tiene una relación con la verdad como la que yo tengo con el caviar –no pasamos de tomar sucedáneos y muy de cuando en cuando–, María Jesús Montero es una de la troleras más descuidadas y limitadas de la tropa.
Y mira que es difícil ser de los más mentirosos de esa colección de pinochos que no le dicen la verdad ni al doctor House, pero es que la ministra de Hacienda no sólo miente como si no hubiera un mañana, sino que encima es de los que peor lo hace. Otros, el propio Sánchez o Bolaños, por ejemplo, al menos muestran cierto nivel de convicción cuando sueltan un embuste, que es cada vez que hablan, por cierto. Montero, en cambio, se pierde en sus propias dificultades de expresión e, incapaz de hilar tres frases con sentido y una cierta corrección gramatical, se cae con todo el equipo a cada paso.
No sé bien si es por necesidad política –lo cierto es que se encuentra en una posición dramática, atrapada entre lo que dijo hace no tanto, su propia ignorancia y las bajezas a que le manda hacer el presidente– o porque realmente se cree que los españoles somos tontos del haba, pero el espectáculo de ver a Montero afirmando campanuda cosas que sólo unas horas después se demuestran groseras mentiras empieza a ser deprimente. Es más, yo creo que la pobre en lugar de despertar rechazo o incluso el odio que hoy en día es tan habitual en la política española empieza a dar un poquito de pena y un mucho de vergüenza ajena. La ves en la tele, atrapada en la jungla de su propio analfabetismo oral y te preguntas si no tendrá alguien que la quiera y le diga que tiene que parar, que no puede seguir así, que no vale la pena.
La cosa es tan patética que no es que la desmientan los sesudos análisis de la oposición: es que son sus propios documentos oficiales los que destapan las trolas. El último caso ha sido a cuenta de la operación para que todos los españoles paguemos la deuda de Cataluña: Montero afirmaba este martes toda rimbombante que el dinero que se van a ahorrar las comunidades autónomas en intereses iba a servir para que gastasen más en educación o sanidad pero, tal y como cuenta Beatriz García en Libertad Digital, el anteproyecto de Ley que la ministra presentó hace unos meses lo prohíbe expresamente.
Sí, ya sé que la pobre Montero da para lo que da, que no es precisamente una mente maquiavélica pergeñando complicadas estrategias de engaño, pero yo creo que los contribuyentes a los que atraca de forma sañuda y sistemática nos merecemos un poco más de respeto. Dicho de otra forma: si la cosa es complicada habrá que estudiar más, doña María Jesús, lo que no puede ser es que nos tome a todos por imbéciles, más que nada porque para jugar ese juego hay que tener un poquito más de nivel intelectual. En la vida, y más aún en la política, hay que ser más consciente de las propias limitaciones, sobre todo cuando son tantas.

