
El choque entre Suecia y España por la regulación de las bolsitas de nicotina ha pasado de lo técnico a lo diplomático. El gobierno sueco ha enviado una carta oficial a Madrid en la que acusa a España de romper las reglas del mercado único con la disparatada propuesta de Mónica García: fijar en 0,99 miligramos el máximo de nicotina permitido por bolsita.
El resultado, en la práctica, sería una prohibición encubierta que impide la venta de casi todos los productos que hoy existen en el mercado europeo. Como denuncia Suecia, la medida "puede obstaculizar todas las exportaciones del producto a España y tener un efecto disuasorio sobre las empresas". Así, el Gobierno sueco "está preocupado porque la libre circulación se ve afectada cuando los Estados miembros imponen prohibiciones sobre la venta de determinados productos".
España justifica la restricción con argumentos de salud, pero el propio gobierno sueco subraya que la norma "va más allá de lo necesario" y genera un impacto negativo en la libre circulación de mercancías. La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) también ha advertido que el decreto incumple los principios básicos de proporcionalidad y necesidad.
"No es casualidad", explican fuentes del sector afectado. "Mónica García persigue una agenda ideológica, no sanitaria. Prohíbe alternativas menos dañinas al tabaco convencional mientras mantiene intacto el monopolio del cigarrillo, el producto más letal de todos", añaden.
En la misma línea, el experto en tabaquismo Karl Fagerström ha calificado de "estúpida" la barrera española: "tan baja que no sirve para ayudar a los fumadores a dejar el tabaco, pero lo bastante atractiva para enganchar a los adolescentes. En otras palabras, una medida que consigue lo peor de ambos mundos".
España contra Europa
Suecia no está sola. Como explicó LD, otros países europeos —Italia, Grecia, Rumanía o Croacia— ya han planteado objeciones formales. Bruselas observa con recelo cómo España ignora la evidencia científica y, de paso, se salta las reglas comunitarias.
"Que un país socio tenga que advertir por escrito a otro miembro de la UE es un bochorno diplomático. La carta sueca retrata a la perfección a Mónica García: dogmatismo, desprecio a la ciencia y un afán prohibicionista que hunde la credibilidad internacional de España", recalcan fuentes conocedoras de la controversia.
Si España insiste en esta deriva, Bruselas acabará obligando a rectificar. Pero el coste será enorme: fumadores desatendidos, expansión del mercado negro y un ridículo regulatorio que quedará grabado en la memoria europea.
Mónica García podrá disfrazar su cruzada de progresismo, pero la realidad es otra: condena a los fumadores a volver al cigarro, deja la puerta abierta a los menores y dinamita el mercado único europeo. La carta sueca no hace sino poner en palabras lo que ya era evidente: la postura de García es intervencionista , prohibicionista y, además, tiene evidentes visos de ilegalidad.


