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Así esquivaban los estadounidenses el IRPF del 91%: la elusión fiscal en los tiempos de 'Mad Men'

La serie dedicada a la publicidad revela la forma en que empresas y ejecutivos esquivaban un IRPF del 91%.

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¿Cómo esquivaban los estadounidenses el IRPF del 91%? Elusión fiscal en los tiempos de 'Mad Men' | Mad Men

Imagine la elegante oficina de Don Draper en Mad Men: un despacho bañado en luz, con muebles de líneas sobrias, whisky servido en vasos gruesos y una imponente vista de los rascacielos neoyorquinos. Pasee mentalmente por el vestíbulo de un edificio Art Déco como el Chrysler de Nueva York, reluciente de mármoles, bronces y motivos geométricos que simbolizaban prosperidad y modernidad.

Ambos escenarios evocan la época dorada de Estados Unidos, un país vibrante, creativo y lleno de confianza. Pero detrás de ese lujo, el del despacho de altos ejecutivos de Madison Avenue o el de los ascensores forrados en acero inoxidable en edificios de indudable elegancia, late una historia profundamente económica.

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Según explica Arthur Laffer en Los impuestos tienen consecuencias (Deusto, 2024), Los impuestos han tenido un impacto directo en la arquitectura de las ciudades del país norteamericanas y en cómo la forma en que se despliegan las fortunas privadas. Y es que el esplendor estético que vivió Estados Unidos entre las décadas de 1920 y 1960 está íntimamente vinculado a la estructura tributaria del país.

Los locos años 20

La década de 1920, la de los Roaring Twenties, fue el Caldo de cultivo del Art Déco y de los primeros rascacielos emblemáticos. Fue entonces cuando se levantaron edificios icónicos como el Empire State o el citado Chrysler, símbolos de un capitalismo enérgico y de un país que se permitía soñar en grande. Según Laffer, este auge no fue casual: se apoyó sobre rebajas impositivas significativas.

Tras la Primera Guerra Mundial, el tipo máximo del Impuesto sobre la Renta llegó al 77%. Un nivel altísimo que, explica Laffer, hundió tanto la declaración de ingresos de los ricos como el dinamismo económico. Pero entre 1924 y 1928, gracias a figuras como Andrew Mellon, secretario del Tesoro, se redujo el tipo máximo al 25%. Resultado: las rentas altas volvieron a declarar ingresos más altos, el crecimiento económico explotó y Estados Unidos vivió años de consumo ostentoso. Es en este caldo de cultivo donde nació el lujo Art Déco y donde surgieron nuevas formas de gasto suntuoso: edificios, coches, joyas… y un consumo visible como sinónimo de estatus.

Según el libro de Laffer, cuando los impuestos bajaron, los ricos dejaron de esconder sus ingresos y volvieron a invertir, generando empleo y construyendo una economía muy pujante. Y así, el esplendor visual de las ciudades estadounidenses floreció. El lujo no era solo un capricho estético: era un reflejo de un país confiado en su prosperidad.

El crack del 29 y los impuestos confiscatorios

Pero la fiesta terminó. El crash bursátil de 1929 supuso más que la caída de Wall Street: significó el regreso de los impuestos altos. Laffer detalla cómo Herbert Hoover, en 1932, subió el tipo máximo del IRPF del 25% al 63%. Y Roosevelt lo llevó después hasta el 79%. El resultado fue letal: empresarios y ejecutivos de altos ingresos redujeron drásticamente sus ingresos declarados y buscaron refugio en inversiones no gravadas, como los bonos municipales.

En palabras de Laffer, "los ricos dedicaron más tiempo a proteger sus ingresos que a invertirlos en la economía real". Y eso tuvo un efecto cultural: aunque la estética Art Déco persistió, el espíritu opulento se apagó. Así, las grandes corporaciones se volvieron más austeras, los presupuestos de construcción se restringieron y la arquitectura dejó de crecer con el mismo esplendor.

En las páginas de Los impuestos tienen consecuencias hay ejemplos muy concretos. Uno es el de la viuda de uno de los fundadores de Dodge, quien en los años 50 declaró ingresos casi nulos al IRS, a pesar de tener una fortuna equivalente a 500 millones actuales. ¿Cómo lo logró? En esencia, gracias a su inversión en bonos de deuda municipal, cuyas rentabilidades estaban exentas de declarar en el IRPF.

Ese dinero no fluía hacia la economía productiva, sino hacia activos refugio. Y con menos capital en circulación, las consecuencias se plasmaron en la economía real, resultando en menos lujo y menos creatividad, así como en menos crecimiento y peores condiciones productivas.

La década de 1950

Llega entonces la época Mad Men: la América de los 50 y primeros 60. Superficialmente, parecía un mundo de prosperidad y lujo ejecutivo. Oficinas en edificios Art Déco, trajes impecables, comidas interminables en restaurantes caros. Sin embargo, Laffer nos muestra la trastienda fiscal detrás de este aparente lujo.

Durante buena parte de esa época, el tipo máximo del IRPF se mantuvo en un altísimo 91%. Nadie en su sano juicio pagaba semejante porcentaje. Así que surgieron toda clase de mecanismos para esquivar impuestos. En los años 50, proliferaron pagos en especie: coches de empresa, clubes de golf, jets privados, oficinas fastuosas. Laffer lo explica con claridad: "las empresas preferían pagar parte de la remuneración de sus altos ejecutivos en beneficios no monetarios, porque esos gastos eran deducibles para las empresas y resultaban en remuneraciones no gravadas para el ejecutivo que las percibía".

Así nacía el lujo corporativo que vemos retratado en series como Mad Men: un universo de gastos de representación, tarjetas de empresa y whiskey siempre disponible. No era solo extravagancia, sino una estrategia fiscal. Las oficinas en rascacielos Art Déco, con paneles de madera, obras de arte y salas de reuniones espectaculares, eran también un modo de remunerar a los ejecutivos de forma no sujeta al fisco. Los edificios mismos eran parte de la guerra fiscal: cuanto más lujoso era el entorno laboral, más valor recibía el ejecutivo sin pasar por la ventanilla del IRS.

Kennedy y la liberación del lujo productivo

La verdadera liberación llegó con John F. Kennedy. Entre 1963 y 1965, recortó el tipo máximo del IRPF del 91% al 70%. No fue solo un cambio técnico: fue un giro cultural y económico. Según Laffer, la economía se disparó, el mercado de valores subió y la recaudación fiscal de los ricos creció, pese a tipos más bajos. Los ricos volvieron a declarar ingresos, dejaron de refugiarse en bonos exentos o gastos en especie, y reinvirtieron en la economía real.

El resultado fue una economía vibrante, con lujos cada vez más visibles pero basados en una prosperidad real. Las oficinas se llenaron de diseño moderno, el consumo de bienes duraderos se disparó y Estados Unidos vivió otra etapa de esplendor económico. El lujo ya no era necesariamente una estrategia de elusión fiscal: podía ser, sencillamente, fruto de un país en crecimiento.

Entre los impuestos y la estética

¿Fue casualidad que el Art Déco naciera cuando los impuestos bajaron y muriera cuando volvieron a subir? Según Laffer, no. El lujo visible y la estética corporativa exuberante han estado profundamente ligados a la posibilidad de obtener y gastar rentas elevadas. Cuando los impuestos fueron confiscatorios, el lujo se disfrazó de gastos de empresa o se refugió en activos no imponibles. Cuando bajaron, se manifestó a plena luz, en edificios, arte y consumo ostentoso.

La historia que cuenta Laffer en Los impuestos tienen consecuencias muestra que el lujo arquitectónico y corporativo —rascacielos Art Déco, oficinas de Madison Avenue, clubes exclusivos— es también un indicador económico. No solo refleja el buen gusto o la opulencia de una época, sino la arquitectura de incentivos que crearon los sistemas fiscales. La era Mad Men es, en parte, la consecuencia de un sistema tributario que obligó a las empresas a buscar formas ingeniosas de pagar menos impuestos… y de remunerar a sus ejecutivos sin que el IRS metiera la mano en sus bolsillos.

Así, cada lámpara de Art Déco en un rascacielos, cada despacho con sillones de cuero en Madison Avenue, cada copa de whisky cargado en un vaso grueso, cuentan una historia de impuestos, incentivos y capital. Una historia donde el glamour y los mármoles no son solo estética, sino también fiscalidad.

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