
Uno de los alimentos más característicos de la gastronomía española es el pan, que encontramos presente en nuestra dieta de múltiples formas y es empleado habitualmente como acompañamiento en las principales comidas que llevamos a cabo cada día. De hecho, lo cierto es que incluso la forma en que elaboramos el pan en España es muy particular. Por ello, como indicador de la evolución de los hábitos alimenticios de la población española, resulta especialmente interesante analizar cómo ha cambiado el consumo de este producto en los últimos años.
Precisamente, a este respecto los datos proporcionados por el Ministerio de Agricultura relacionados con los hábitos de consumo de la población demuestran que en la última década la demanda de pan se ha reducido considerablemente. Concretamente, según este Ministerio, mientras que en julio de 2015 el consumo per cápita de pan se situó en los 34,9 kilos, en julio de 2025 esta cantidad se ha situado en los 27,82 kilos. Por tanto, en diez años se ha reducido más de un 20%. Además, teniendo en cuenta que en julio de 2024 esta cantidad fue de 26,88 kilos, solo en un año la reducción ha sido del 3,5%.
Al mismo tiempo, el precio del pan ha experimentado un incremento significativo en los últimos años, en línea con la evolución general de los precios. En concreto, el IPC ha crecido un 27%, según las estadísticas del INE, entre julio de 2015 y julio de 2025. Además, según estas cifras, el precio de los alimentos y las bebidas no alcohólicas se ha disparado un 46,11%. No obstante, de acuerdo con los datos ofrecidos también por el INE, desde el año 2015 el precio del pan y los cereales se ha incrementado más de un 34%. Vemos, por tanto, que este aumento ha estado seis puntos porcentuales por encima de la evolución del IPC general en este período.
Hábitos de consumo
En este sentido, en declaraciones ofrecidas a Libre Mercado, desde la Fundación Española de la Nutrición (FEN) detallan que "aunque el 84,95 % de los españoles consumió pan fuera del hogar durante 2024, esta cifra representa una disminución de 2,5 puntos porcentuales respecto a 2023". De hecho, inciden en que "a pesar de que la compra media por persona y la frecuencia de consumo aumentaron ligeramente, la tendencia general sigue siendo descendente en el largo plazo". Así, en los últimos cincuenta años el consumo de pan se ha reducido un 50%, pasando de más de 300 gramos por persona al día en los años 60–70 a menos de 150 gramos diarios en la actualidad.
Las causas de este descenso del consumo de pan en nuestro país son diversas. Por un lado, encontramos la creencia de que "el pan engorda", que desde la Fundación consideran un "mito". Al respecto, explican que "En realidad, 100 gramos de pan blanco aportan 277 kilocalorías, y el pan integral incluso menos (100 g de pan integral aportan 258 kcal)" y aclaran que "lo que realmente influye en el aumento de peso no es el consumo moderado de pan en sí, sino el exceso calórico total de la dieta y los alimentos con los que se acompaña (embutidos, salsas, mantequilla…)".
Asimismo, el alejamiento progresivo del patrón de dieta mediterránea es otro de los factores más importantes que explican el descenso del consumo de pan. Esto habría motivado que se sustituya el pan tradicional por productos ultraprocesados o por otras fuentes de hidratos de carbono que, no obstante, son de menor calidad nutricional. Sin embargo, de acuerdo con la Fundación Española de la Nutrición, "diversos estudios han mostrado que los panes integrales y de grano completo pueden contribuir a mejorar la saciedad, el control glucémico y el metabolismo energético, al generar respuestas hormonales más estables".
Con todo, otro de los factores más importantes es el cambio de los hábitos de consumo de los españoles. "Hay menos consumidores, pero quienes lo mantienen compran pan con mayor frecuencia y de mejor calidad, optando por panes integrales o de masa madre", explican los expertos de la Fundación.
Impacto en el sector
Evidentemente, estas tendencias y cambios en los hábitos de consumo de los españoles han afectado a los negocios relacionados con la producción y venta de pan. No obstante, tal y como explican desde la Fundación Española de la Nutrición a Libre Mercado, "la reducción del consumo ha impactado de forma desigual al sector". Concretamente, en este contexto, las grandes superficies han decidido presentar el pan como un "producto reclamo" que se ha ofrecido a precios muy bajos y, recurrentemente, mediante promociones para atraer a los clientes, lo cual "ha impulsado la producción de panes de peor calidad, elaborados con harinas muy refinadas, aditivos y fermentaciones rápidas".
Del mismo modo, por otra parte, "ha surgido una contratendencia hacia el pan artesano, con obradores que elaboran panes de masa madre, integrales o ecológicos, a precios más altos pero con un valor añadido en términos de calidad, digestibilidad y perfil nutricional". En consecuencia, según los expertos de la Fundación, "esta segmentación del mercado refleja una polarización entre pan barato y pan de calidad", que sería fruto de "la creciente conciencia del consumidor sobre la composición y los procesos de elaboración".
Por otra parte, desde la Fundación detallan también que "el auge del consumo de pan fuera del hogar también ha favorecido a cafeterías y restaurantes, donde el pan acompaña desayunos y comidas, consolidándose como parte del consumo social y no solo doméstico".
La importancia del pan
Así las cosas, los expertos de la Fundación reivindican la importancia del pan en la dieta, dado que "es un componente clave de la alimentación saludable y del patrón mediterráneo por tres razones principales: salud, hábitos alimentarios y placer de comer". Respecto a la salud, indican que este producto es fuente de hidratos de carbono complejos, fibra, vitaminas del grupo B, hierro y magnesio. De hecho, destacan también que "el consumo de pan integral se asocia con mejor control glucémico, menor riesgo cardiovascular y mayor sensación de saciedad", mientras que "su índice glucémico moderado, (...), contribuye a mantener estables los niveles de glucosa e insulina, ayudando a prevenir enfermedades metabólicas".
Asimismo, en relación con los hábitos alimentarios y el equilibrio nutricional, los expertos detallan también que "en el contexto de la pirámide de la dieta mediterránea, el pan se sitúa en la base junto a cereales y legumbres, como fuente de energía diaria". Así, subrayan que se recomienda ingerir entre 150 y 250 de pan al día, incluyéndolo en las principales comidas y acompañando a verduras, legumbres o proteínas magras. En este sentido, defienden también que este producto "ayuda a mantener una proporción adecuada de macronutrientes y a reducir el consumo de productos ultraprocesados".
Por último, desde la Fundación defienden además que "más allá de su valor nutricional, el pan tiene una dimensión cultural y emocional: forma parte del acto de compartir y del disfrute de la comida". De esta forma, sostienen que "la adherencia a la dieta mediterránea no solo depende de la salud física, sino también del placer de comer, de mantener tradiciones y de fomentar una relación equilibrada con los alimentos" e inciden en que "reintegrar el pan, de buena calidad, en la dieta diaria contribuye tanto al bienestar físico como al disfrute consciente de la alimentación".


